Matando moscas con el rabo

HISTORIETAS

«CHECK-IN DEMON» (III)


Al llegar a la primera planta, Edu miró hacia arriba y se dio cuenta de que los gritos de la niña provenían de la tercera. Heike lo alcanzó jadeante por haber subido los escalones tan deprisa, además de no estar ya acostumbrada a esos trotes (y que su esposo acababa de morir salvajemente) Edu se volteó hacia ella y la agarró por los hombros. Heike se asustó, pero supo ahogar el grito.

– Escúcheme, por favor. Recorra este pasillo de suites a mi derecha y cuando llegue al hall donde está el ascensor, baje las escaleras hasta recepción. Espéreme allí.

– ¡Ni hablar! – exclamó Heike mientras se zafaba de las manos de Edu- No pienso quedarme sola con demonios sueltos por todo el hotel. ¿A dónde vas a ir tú? ¿Vas a subir a por esa niña? No sabes siquiera por qué está gritando.

– Oiga, tengo que ayudar a esa niña. Le pido que haga caso de las instrucciones que le he dado. El vigilante del hotel está en alguna parte del edificio y si busca un posible punto de reunión, seguro que acudiría primero a recepción. Si la encuentra allí, usted le podría avisar de donde estoy. Quiero intentar salvar a los clientes alojados. Siento que debo hacerlo. Además, ¿cómo sabe que hay más demonios en el hotel?

– Bueno…- la anciana arrugó aún más su frente- Siento que están por todas partes y que quede claro que no sigo las instrucciones de nadie para tomar decisiones con respecto a mi vida…Ya te he dicho que no pienso quedarme sola.

– Señora…-la interrumpió Edu mirándola fijamente a través de sus lentes- Haga lo que le plazca.

Edu comenzó a subir los escalones de dos en dos y la Sra. Kämpfer le siguió, agarrada de la barandilla y a su ritmo.

))ROOM SERVICE((

Para Emiliano la noche estaba transcurriendo de una forma distinta. Cuando dejó a Edu solo en recepción, entró al restaurante abriendo la puerta con las llaves. Aunque en el mismo manojo había unas veinte llaves unidas con más arandelas, sabía de memoria que cerradura abría cada una de ellas. Claro que llevaba en la empresa desde la apertura ocho años atrás.

Comenzó su rutina diaria comprobando el cierre de las ventanas correctamente. Las luces estaban apagadas, pero las farolas de la zona de la piscina exterior aportaban suficiente iluminación para realizar dicha tarea. Fue de ventana en ventana esquivando las sillas y mesas del salón con sumo cuidado porque ya estaban preparadas para el servicio de desayunos con sus cubiertos, manteles burdeos y servilletas blancas.

Al fondo a la derecha encontró una ventana abierta, así que la cerró y se lo apuntó mentalmente para luego escribirlo en su hoja de incidencias de la ronda nocturna. Atravesó el buffet por el pasillo central, se cercioró de que la máquina de batidos en el buffet infantil estuviese encendida y se dirigió hacia la cocina empujando las puertas abatibles. Sonrió al escuchar a Nuria, la cocinera de origen peruano, tarareando la canción que sonaba en la radio. Se asomó un poco más y la vio con su uniforme de casaca blanca y pantalones a cuadritos blancos y negros, preparando un montón de hamburguesas a la plancha.

– Buenas noches Nuria.

– Ho…holaaa Emiliano! ¿Qué tal estás?- Nuria sonrió nerviosa porque pretendía ocultar el hecho de que se había asustado con la entrada del vigilante sigiloso en la cocina.- ¿Recién comenzando la noche?

– Pues sí, todo bien gracias a Dios. Acabo de terminar de echar un vistazo por el comedor y pasé a verte antes de bajar. ¿Necesitas algo? Te veo muy atareada esta noche.

– Ay, qué lindo. Muchas gracias, pero solo tengo que subir este super-menú de hamburguesas, patatas fritas y flanes de vainilla a la habitación 2308. Ahora mismito preparo el carrito.

– Bueno, si quieres voy yo a llevárselo. ¿Tantas hamburguesas para una sola habitación? Menudo banquete se van a dar.

– El señor cliente me comentó que estaba sólo.

– Pues entonces se va a dar un buen homenaje.- Ambos estallaron en carcajadas

))1304((


¿Qué tal, Parral?


El WhatsApp sonó y Julia corrió a ver el mensaje de su móvil. Hacía varias semanas que no sabía nada de su amiga Leire que se había trasladado hacía dos años a una pequeña localidad de México y sus piernas temblaron de excitación. Consiguió abrir el mensaje y comenzó la conversación.

LEIRE: Perdona por tardar en contestarte, guapa. Rosa y yo estamos mas bien en casa. ¿Has visto ya la película que te recomendé?

Le extrañó un poco, pero dejó que sus dedos respondieran por ella.

JULIA: Aún no he visto «Mi nombre es Khan» ni «Hali», ¿están bien?

LEIRE: Tu la ves y luego juzgas.

JULIA: Ok.


LEIRE: No esperes grandes guiones ni actuaciones espectaculares.

JULIA: Ok jajaja

LEIRE: Es la cruda realidad de México. Llevamos dos semanas tremendas. Ahora estoy más acojonada que nunca.

JULIA: Joder…¡qué intriga! La veré pronto y te cuento. ¿Qué es lo que pasa? ¿Se ha liado gorda por ahí?

LEIRE: Muertos, secuestros, balaceras,…peor que en las películas.

JULIA: Joder. ¡Qué chungo! ¿Qué son balaceras?

LEIRE: Jajaja son tiroteos. Es que al parecer otro cartel quiere quedarse con esta plaza. Así es como denominan las mafias a las zonas.

JULIA: Lógico y normal que tengas miedo. ¡Qué impotencia no poder hacer nada!

LEIRE: Hoy mientras esperaba a Rosa cerca de su trabajo, he escuchado bien cerca ráfagas de ametralladoras. Una pareja que iba por la calle y yo nos hemos tirado al suelo. Es muy triste porque la mayoría de los muertos no tienen más de 20 años y uno apareció acribillado detrás de mi casa la semana pasada.

JULIA: Por favor, ¡qué horror lo que me cuentas!

LEIRE: La verdad es que sí. Ayer una bala perdida hirió de gravedad a un hombre.

JULIA: ¡Madre mía! No sé qué decirte…

me he quedado cuajada. Temo por vuestras vidas!

LEIRE: A ti que te gustan las pelis de acción: ¡Vente!

JULIA: Con la suerte que tengo, me matan la primera.

LEIRE: Yo ya solo quiero ver comedias jaja

JULIA: Te entiendo. Es que es un asunto muy serio.

LEIRE: A mi me impresionó ver a uno de mis albañiles muerto y con signos de tortura.

JULIA: Que miedo, tía.

LEIRE: Si que da miedo.

JULIA: Me dan escalofríos.

LEIRE: Ayer llegó Rosa muy afectada también. Me dijo que fue terrible escuchar a la madre del chico de 18 años que mataron ayer. Le metieron tantas balas en el cuerpo que quedó irreconocible.

JULIA: Es increíble que esas cosas sucedan.  En España nos cuentan lo que les interesa, sobretodo en lo referente a la crisis, las estafas y millonarios que se enriquecen a costa de los pobres.Siento que debo escribir sobre esto. 

LEIRE: Sí, estaría bien.

JULIA: Si puedes enviarme algo más de información sobre lo que ocurre allí me ayudarías mucho.

LEIRE: Te copio y pego dos artículos del periódico digital por si te sirven de algo.

«Aproximadamente a las 05:00 horas de este jueves fue localizado un cadáver en la Glorieta al general Francisco Villa.

El cuerpo corresponde a una persona del sexo masculino y fue dejado en el lugar al filo del amanecer.

Aun no se determina la identidad de la persona.

A la vista de los elementos policiacos que procedieron a recibir el cuerpo para trasladarlo al SEMEFO, se encuentra descuartizado.

Se investiga si el hoy occiso es una de las tres personas que el día de ayer fueron levantadas en calles de la ciudad.

En los expedientes policiacos existen reportes de un levantón ocurrido en las inmediaciones del CECATI aproximadamente a las 13:00 horas de ayer, otro en la Calle Adolfo de la Huerta en la Col. Héroes de la Revolución cerca de las 15:00 horas y en la Colonia Emiliano Zapata a las 17:00 horas.

El cuerpo que fue abandonado no cuenta con brazos, piernas ni la cabeza.

Se ubicó envuelto en un cobertor de color gris con naranja.

Junto al cadáver se localizaron prendas de vestir.

Conforme información proporcionada por personal de la Fiscalía, junto al cuerpo había un pantalón de mezclilla azul, playera negra con amarillo y calzado negro.

Entre el cobertor se ubicaron las extremidades inferiores desmembradas.»

LEIRE: ¿Quieres más información de como está Parral? Ahí te dejo el otro artículo que es un poco más extenso.

JULIA: Joder, tía. Aún no me puedo creer que eso esté ocurriendo.Parece tan lejano y como aquí no suelen llegar esas noticias, no me entero si no me lo cuentas.

LEIRE: Pues empieza a creer. Espero que escribas algo bueno, porque comprenderás que desde aquí no lo podemos hacer.

JULIA: ¿Estás segura de que debo publicar algo así en el blog?

LEIRE: Si, claro que lo estoy.

HAY MIEDO EN PARRAL POR EL NÚMERO DE EJECUCIONES Y LEVANTONES Por: Reporteros | Fecha: 22/01/2014 Share on email

Ante los acontecimientos de violencia presentados en los últimos días, la comunidad Parralense evita salir a las calles por el miedo de encontrarse con algún hecho delictivo. . Es más de una semana en la que se han estado presentando homicidios y levantones en diferentes puntos de la ciudad y sin que este miércoles fuera la excepción, integrantes de la comunidad ha manifestado temor por salir a las calles y observar alguna balacera. En los hechos ocurridos sobre un desponchado donde lesionaron con armas de fuego a un hombre, una gran cantidad de personas que pasaban por el lugar quedaron atemorizados por lo ocurrido al escuchar las fuertes detonaciones de proyectiles de arma de fuego de grueso calibre. Tal es el caso de un camión de pasajeros estudiantes de secundaria que pasaban por el lugar quienes quedaron asustados con las imágenes que apreciaban en unas escenas llenas de unidades policiacas, paramédicos, militares y ministeriales así como también personas con crisis nerviosa. Fue de llamar la atención los gritos que hacían los jóvenes estudiantes refiriéndose a los mandos policiacos reclamando la falta de seguridad en las calles de Parral. Cabe precisar que los hechos violentos se han presentado a plena luz del día en medio de un clima de inseguridad que vive la ciudad y que incluso ha atraído los reflectores a nivel nacional por la secuencia de los actos violentos en una ciudad que se decía, había recuperado la tranquilidad.

Un levantón es un secuestro. Te podría pasar muchos artículos más.

VARIOS MUERTOS EN ENFRENTAMIENTO DE GUADALUPE Y CALVO / UNO ES POLICIA ESTATAL Por: Reporteros | Fecha: 22/01/2014  Share on email

Ocurrió un enfrentamiento armado en la región de Guadalupe y Calvo con saldo de cuatro muertos, entre ellos, un policía Estatal. . Tales hechos dieron inicio aproximadamente a las 03:00 horas y continuaron en el transcurso de la mañana de este miércoles ante la huida y persecución de varios de los participantes en la reyerta. El enfrentamiento se suscitó entre elementos de la Policía Estatal Única, Policia Municipal de Gpe y Calvo y un grupo de civiles fuertemente armados, vinculados con la delincuencia organizada. Trasciende que en el enfrentamiento perdió la vida el policía Estatal, originario de Ciudad Juárez de nombre Lorenzo Andrade. Así mismo, resultó herido por esquirlas el agente Víctor González Zubia, originario de la capital del Estado. González Zubia presenta dos heridas de esquirlas de bala en el cuerpo y sus lesiones son señaladas de menor consideración por ubicarse en un muslo y un glúteo. El agente se encuentra internado en el Hospital Regional de Parral y arribó al lugar a las 15:30 horas de este miércoles. Con versiones recabadas, se sabe que al menos cuatro personas perdieron la vida en el enfrentamiento y las cuales, tres son relacionadas con hechos delictivos ocurridos en la zona de la mesa de la Reforma, con rumbo a Baborigame. Los agentes policiacos señalan con puntualidad que tal región es altamente peligrosa por las llanuras desoladas y la facilidad de que ocurran ataques en contra de quienes realzian labores de vigilancia. Se tiene conocimiento de la detención de uno de los civiles que participó en el enfrentamiento, cuyo nombre no se ha dado a conocer por la autoridad investigadora. Elementos de la Dirección de Seguridad Pública del Municipio de Guadalupe y Calvo y efectivos de la Policía Estatal Unica División Preventiva, en el lugar conocido como “Mesa de La Reforma” repelieron el ataque que con armas de alto poder, les hicieron un grupo de civiles radicados en dicha zona. Ante la respuesta oficial, los agresores sin dejar de disparar se pertrecharon en una finca, desde continuaron disparando contra los agentes, que con determinación cercaron la zona de combate, hasta dominar al grupo armado, utilizando para ello más de tres mil tiros por parte de la oficialidad y dos granadas. Al término del enfrentamiento quedaron muertos en el lugar los agresores Evelario Gutiérrez, César Candelario Gutiérrez y Juan Luis Gutiérrez, los tres con domicilio en San Juan Nepomuceno, sección Municipal de Baborigame. Los fallecidos son conocidos en la región con los alias de “El 40”, “El 80”, “El R-2” o “El Pegüas.” ; Lográndose además capturar vivo a uno de los agresores. Fuerzas oficiales de diferentes corporaciones continúan en el referido municipio, en cuyo evento fueron asegurados cuatro rifles tipo Ak-47 calibre 7.62×39 y un rifle tipo Ar-15, cal. .223.

Guadalupe y Calvo es un pueblo de la sierra que esta tomado por el narco hace algunos años. Son unos dos o tres muertos diarios por mi zona. La mayoría aparece descuartizada o tiroteada.

JULIA: ¿Y esto ocurrió ayer mismo? Madre mía.

LEIRE: Un dato importante es que si queda alguno herido amenazan a cruz roja para que no vaya hasta que haya muerto, si lo recogen y lo llevan a un hospital llegan y lo matan allí mismo. Ya te iré contando más sobre el asunto de Parral. Para tu información, los periodicos digitales de aqui son: El Monitor de Parral , El diario de Parral y El Papelerito. No te adjunto ninguna imagen porque son demasiado desagradable e incluso hay niños decapitados de por medio.

JULIA: ¿Y la policía no hace nada?

LEIRE: Si colaboran entre ellos. La corrupción aquí no tiene límites y estos entregan a cualquiera que el narco requiera para ser aniquilado.

Mañana seguimos hablando. Acaba de llegar Rosa y vamos a tomar una tapita de las que preparo, vemos una peli o cualquier otra cosa porque nos han recomendado que no salgamos de nuestros domicilios. Si lo hacemos, que sea para algo imprescindible. Buenas noches desde México.

JULIA: Un beso. Buenas noches y cuidaros mucho.

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JULIA: Ha pasado ya una semana y aún no se nada de vosotras. Por favor, ponte en contacto conmigo que me tienes nerviosa.

JULIA: No dejo de llamarte y no me coges el teléfono. No debí publicar nada. Si han ido a por ti, ahora vendrán a por mi. Tienen gente en todas partes.

Hechos reales?


«Cómo conocí a Ariadna»


Martín estaba como catatónico,sentado en la parte trasera del coche y cubierto de sangre.

Teniendo 9 años se supone que un día en el parque acuático tenía que ser la caña…pues ese no fue el caso. Recién había llegado por la mañana con su madre y su hermanita del alma. Esperaron una larga cola para comprar las malditas entradas, buscaron un sitio entre la zona de las piscinas infantiles y los chiringuitos.

Justo después de darse el primer baño, mientras esperaba las primeras olas de la piscina de olas…le entró un apretón. Pero no un apretón de decir «Uy, que me voy», sino de esos de «¡Coño, que me cago!». Tras soltar el primer zurullo, no podía parar, lo pasó fatal y además, cada vez que escuchaba la puerta del baño abrirse, se aguantaba porque no quería que nadie lo escuchara tirándose un pedo (por mucho que supiera que la gente no tiene visión de mutante X para ver a través de la puertecita del baño)

Los gritos en el exterior del baño comenzaron a hacer eco dentro del mismo. Cada vez más y Martín no podía parar de cagar. Lo peor fue cuando alguien abrió la puerta principal del servicio y en lugar de hablar (mear o lavarse las manos…) produjo unos ruidos espantosos. Martín se comenzó a limpiar a conciencia, pues se le cortaron las ganas de cualquier otra cosa. Se subió el bañador. se agachó y miró bajo la puerta del WC.

Vio unos pies que se arrastraban lentamente, dejando un reguero de sangre por el suelo que pisaba…era un hombre de treinta y pocos. Se miraba al espejo con media mandíbula colgando y un mordisco en el hombro derecho. Solo llevaba un bañador slip azul. Martín quedó estupefacto en ese momento y tuvo que contener un grito. Ese tio era un zombi.

¡Un zombi!- pensó el niño y su sonrisa se ensanchó dando más miedo que la de el Joker de Ledger. Le pareció asqueroso ver a ese tío arrancarse la mandíbula y golpear con ella su reflejo en el espejo, pero no pudo evitar recordar esos videojuegos de supervivencia ante holocaustos o virus zombis que tan bien se le daban. Por supuesto que también le emocionó el encuentro con ese muerto viviente porque su padre era un fan confeso de ese tipo de películas…miles de formas de matar a un zombi. Suponía que iba a ser divertido, pero no tanto.

Se tumbó bocabajo, arrastrándose hacia la salida, empujó la puerta y ante el se presentó un caos mortal. Los visitantes del parque gritaban, corrían, se escondían y se devoraban entre ellos. Le costó unos segundos más asimilar que aquello estaba sucediendo realmente. No quiso ni pensar en su madre y su hermana, seguro que estaban bien…se dejó llevar por la adrenalina como en las misiones de esos juegos.

El chillido de una chica fue lo que le hizo reaccionar.  Esta estaba subida a un árbol no muy estable y a sus pies le esperaban una docena de zombi-fans deseosos de abrir su mente.  Martín echó un vistazo a su alrededor y vio que la caseta del jardinero estaba cerca (con la puerta entornada)

La chica del árbol- que más tarde se presentó como Ariadna- quedó boquiabierta cuando vio al retaco de niño correr hacia los zombis con una manguera y haciéndola girar como si fuese un vaquero del mejor Western. Sólo que incluía la sutil diferencia de llevar unas tijeras de podar abiertas atadas en el extremo que lanzaba…así fue como cortó las cabezas de esos monstruos que deseaban comerse a la quinceañera Ariadna. Ella bajó de un salto y corrió con Martín hacia la caseta del jardinero.

Una media hora más tarde habían confeccionado un plan un poco chapucero, pero igualmente válido debido a las circunstancias. ¿Qué podrían haber hecho unos niños contra una horda zombi?

Martín salió corriendo de la caseta con una bolsa goteante y gritando a través de un megáfono.

– ¡Vamos zombis estúpidos! ¡Venid a por mí! ¡Soy un menú escurridizo!- había cientos y todos parecieron responderle al unísono. Lo siguieron y el comenzó a subir las escaleras en zigzag para llegar al tobogán más alto del parque. No dejaba de gritar por el micrófono e insultar, pero todo eso formaba parte del plan para distraerlos y no ver que Ariadna se acercaba a la piscina con una carretilla, portando garrafas de gasolina (para el cortacésped)

Una vez arriba del todo, Martín intentó taponar un poco el acceso a la boca del tobogán con unos cuantos donuts hinchables. El problema es que eran muchos los zombis que le habían seguido y acabarían con esa penosa barrera en un abrir y cerrar de boca. Escuchó el silbido de Ariadna, cerró los ojos y se relajó. Era la señal acordada para indicar que todo estaba listo. Cogió un donut gigante, lo colocó y se tiró encima para lanzarse por el agujero.

– Yaaaaaaaaaaa!- gritó Martín, Ariadna prendió fuego con un mechero el rastro que había dejado el niño con la bolsa llena de gasolina.

Mientras que los primeros zombis ardían, ella corrió hacia la piscina nuevamente. Vio como Martín llegaba al agua subido en el donut y una veintena de zombis cayendo tras el. Estaban haciendo demasiado ruido y otros zombis se acercaban a la fiesta.

– ¡Martín! ¡Por tu madre! Tírate al agua y nada hacia aquí lo más rápido que puedas. ¡Cómo no lo hagas, me largo!

El niño pensó primero en lo hijaputa que era Ariadna, pero prefirió hacerle caso sin mirar lo que tenía detrás. Nadó dando enormes brazadas (para lo joven que es) y moviendo las piernas a un ritmo frenético. Esta lo sacó de la piscina lo más rápido posible en cuanto se acercó al borde y prendió fuego al agua. La piscina se convirtió en un lago ardiente de fuego. La torre llena de toboganes también estaba en llamas y los zombis se lanzaban al vacío de otra muerte.

 Ambos comenzaron a correr hacia la salida. Esquivaron a un montón de esas criaturas asquerosamente muertas. Martín no pudo resistirse a arrancar una papelera de una patada y reventar la cabeza de uno que se interpuso en su camino. Ariadna prefirió no pensar en el niño loco…quería largarse de allí cuanto antes.

En la salida había un cartel enorme que decía Gracias por venir y vuelva a chapotear con nosotros, en varios idiomas. 

Fuera en el parking había algunos zombis sueltos, pero lo importante es que el coche de su madre estaba ahí. Se acercó sigilosamente con Ariadna siguiéndole los pasos y suspiró al ver a su madre acurrucada dentro mientras abrazaba a su hermana Nerea. Tocó el cristal y vio como los zombis se dirigieron a ellos a toda velocidad- ¿qué eran diez después de haberte deshecho de doscientos? Su madre abrió la puerta. Tocaba a su hijo sin parar. No podía creer que estuviese vivo, pero de alguna manera lo supo (por eso no se fue del aparcamiento) Dejó entrar también a la muchacha, se incorporó y arrancó el vehículo echando marcha atrás y atropellando a tres zombis. No fueron resaltos en el camino los que hicieron que el coche pegara botes…eran las cabezas de los zombis siendo aplastadas como sandías. Ahí acabó lo divertido.

 Veinte minutos después, Martín estaba que no se creía haber pasado por todo lo anterior para sobrevivir. Su madre se paró en el arcén de la autovía que iba hacia Granada. No dejaba de preguntarle cómo había conseguido salir y decir lo orgullosa que estaba de su hijo. Nerea despertó de su siesta, le arrancó la yugular a su madre de un mordisco y la sangre salpicó por todo el interior del vehículo. Martín acabó bañado en ese líquido rojizo. Como acto reflejo ante el miedo, Ariadna desnucó a la chiquilla en un santiamén.

– Lo siento. -Dijo ella mientras sus dientes le castañeaban. Su cara estaba también impregnada de sangre.- ¿Y ahora qué hacemos?

Por eso decía que Martín estaba cubierto de sangre y catatónico. Fue el momento en el que realmente se dio cuenta que aquello no era como un juego, ni como una película y que solo le había acompañado la suerte por un rato. ¿Qué más peligros les podían deparar por el camino?

FIN

Escrito por Luis M. Sabio


«CHECK-IN DEMON» (II)


))ENJOY YOUR STAY((

Edu estaba colocando los tickets de las consumiciones del día en sus respectivos casilleros (el mueble estaba a espaldas del mostrador) mientras realizaba el cierre de departamentos en el programa. Parecía tener puesto el modo automático y al escuchar abrirse la puerta principal, se dio la vuelta. Se trataba de Emiliano, el vigilante de seguridad, que como cada noche llegaba unos diez minutos antes a su puesto de trabajo. Era un hombre robusto, alto, fuerte y siempre llevaba su gorra azul marina con la bandera española en un lateral de la visera. Se acercó al mostrador de recepción y ambos se dieron un apretón de manos a modo de saludo.

– Buenas noches, Emiliano.- dijo Edu.

– Buenas noches, hombre. ¿Cómo estamos?

– Ya sabes. No me puedo quejar. Al menos estoy trabajando todavía. En dos días se acaba el chollo porque cierran el hotel por temporada hasta el año que viene y aún no se sabe cuando exactamente.

– Pues ya sabes. Ahora toca echar currículums por todos lados como un loco a ver si tienes suerte. ¿Cuántas habitaciones quedan ocupadas esta noche? Dame las llaves, que voy a hacer la primera ronda.

Edu abrió un cajón y le puso las llaves encima del mostrador.

– Hay siete habitaciones ocupadas en la tercera planta. La primera y la segunda planta ya están desmontadas completamente. A ver si cuando vuelvas de tu ronda te acuerdas de mi y me traes un cafelillo de esos buenos que tu sabes. Así te preparo la contraportada del «As»- y sonrió. En la última página de ese periódico deportivo, aparece siempre una chica sexy.

Emiliano asintió, se rió y cogió las llaves para dirigirse al restaurante para empezar a comprobar si las ventanas y puertas estaban bien cerradas por parte del personal. Edu lo vio desaparecer tras la esquina del ascensor y se dispuso a ordenar los listados que se habían impreso durante el cierre de departamentos. Sonrió para sí, recordando cuantas noches de charlas y risas habían pasado juntos en el último año.

– VEEEEN, VEEEEEN…

Esos susurros sobresaltaron a Edu y se puso a mirar en todas direcciones tan rápido que sus gafas estuvieron a punto de caerse. Se las volvió a colocar.

– ¿Hola? Buenas noches…¿Emiliano, eres tú?

– VEEEEN….

Edu giró sobre sí mismo porque  sintió que el sonido había provenido de atrás… o de arriba. No estaba seguro, pero aquello no le gustó en absoluto. Alguien lo estaba llamando y el sabía perfectamente a dónde quería que fuese. Tendría que bajar al Spa. Hacía mucho tiempo que no le ocurría nada parecido, pero la llamada era tan intensa que sentía la obligación de acudir. Cerró el cajón del dinero bajo llave y la escondió. Cogió una de las linternas, las llaves maestras, que guardó en su bolsillo, y en su móvil marcó el número de Emiliano para avisarle de que iba a abandonar la recepción un momento.

– Sin cobertura…vaya.

En la parte trasera de un folio usado, escribió una nota para el vigilante, lo dejó encima del mostrador, bloqueó las puertas principales y se dirigió hacia el pasillo que le llevaría hasta el Spa Azahar, que se encontraba en el sótano de las instalaciones del hotel. Al llegar al final, abrió la puerta para entrar a otro hall no tan espacioso como el de la entrada al establecimiento con esas grandes lámparas de hierro forjado y apariencia antigua, pero su estilo andaluz con suelos de mármol y losas de cerámica decoradas con cenefas arabescas invitaban a sentarse en los sillones de tres y dos plazas, con una mesa de mimbre y cristal en el centro. Leer una buena novela allí sería una buena idea, pero en aquel momento a Edu le urgía otro asunto.

check in demon gif

Miró a su derecha, avanzando y miró hacia las escaleras que bajaban hasta el Spa. Se asomó al pasillo del fondo, donde estaban las suites de la planta baja.  Se extrañó de que el detector de movimiento no activara todas las luces del pasillo…sólo lo hicieron las del fondo que iluminaban la enorme cristalera, desde la cual se podía ver la piscina tematizada y los jacuzzis del Spa. Decidió no seguir avanzando y encendiendo la linterna, comenzó a bajar los escalones.  Normalmente cuando había acudido allí en otras ocasiones, le invadían olores aromáticos de distintas flores, pero en aquella ocasión el tufo a excrementos le hicieron encorvarse por las arcadas. Se relajó y pensó que sería un problema de las tuberías. Iluminó el pequeño mostrador del centro y sacó las llaves de su bolsillo.

– VEEEEN, VEEEEN….ENTRA, NO TENGAS MIEDO…

Esta vez la voz la había escuchado más nítida y cerca. Distinguió que era femenina…y que era más de una a la vez. A pesar de que sus vellos se erizaran, sintió la necesidad de desprenderse de la duda de quién podía estar dentro del Spa Azahar cuando sus puertas son cerradas a las 21:30hrs. Encontró la llave exacta e iluminando la cerradura, la introdujo y giró, cediendo esta fácilmente. A la entrada, la oscuridad era casi absoluta, salvo la zona de la piscina que estaba al fondo bañada bajo la luz de la luna. Los reflejos del agua salpicaban el techo y las paredes. Las sombras bailaban por donde apuntaba con su linterna. Se quitó los zapatos y los dejó a un lado al recordar las normas de higiene.

Unas risas femeninas y un chapoteo le llamaron la atención. Edu sacó su móvil e intentó marcar nuevamente el número de Emiliano. Algo extraño estaba pasando y tenía que informarle…pero el aparato no estaba por la labor de trabajar. Las voces comenzaron a entonar una canción que le resultó familiar. Eran tan bellas esas voces que siguió avanzando, dejando atrás la sala de relax, la gruta del hielo, las salas para masajes y saunas de diversa índole (finlandesa, eucalypto, etc..)

Entonces las vió. Dos chicas jóvenes retozando desnudas en uno de los jacuzzis, mientras cantaban. Detuvieron su cante y mirando a Edu directamente, una de ellas jugó con un pezón de la otra, recorriendo con su lengua toda la aureola hasta lamer su cuello, su boca y su oído izquierdo. El chico se quedó pasmado y no pudo evitar sufrir una erección.

– ACÉRCATE…VEN A JUGAR CON NOSOTRAS…TE VA A GUSTAR.- Sus manos desaparecieron bajo el agua que por la reacción de placer de la otra, supo que estaba acariciando su sexo con movimientos circulares.

Dejándose llevar y aunque le pareció una situación muy extraña, se acercó a paso lento, casi arrastrando los pies y la chica que disfrutaba de un orgasmo pleno no le quitaba esos ojos verdes y profundos de encima. Le faltaban pocos pasos para llegar al filo del jacuzzi…

– ¡Nein!

Ese grito de mujer tras de sí, le sacó de su ensimismamiento. Edu miró y apuntó con su linterna en su dirección mientras retrocedía unos pasos. Distinguió a dos personas mayores que se acercaban cada vez más, gritando «No» en alemán. Volvió la vista al jacuzzi y las miradas felinas de ambas chicas desaparecieron para mostrar el mayor odio en ellas. Más bien como la que mantiene un cazador con su presa. Una de esas despampanantes chicas sacó sus tentáculos del jacuzzi y atrapó a Edu por un pie. Al primer segundo no supo como reaccionar al estamparse contra el suelo y perder sus gafas, pero empezó a golpear el tentáculo de la horrible bestia en la que se había convertido la hermosa chica con su linterna.

– ERES NUESTRO!!- gritaban esas cosas a la vez. La otra empezó a salir también del jacuzzi, arrastrándose con su cola de escorpión y su pinza gigante de cangrejo que tenía por brazo izquierdo. Edu mordió ese tentáculo que le supo a rayos y agua podrida. La bestia gritó, pero lo agarró con más fuerza de la pierna y tiró de el para arrastrarlo al jacuzzi, ahora envuelto en llamas. El no cesó en su intento de desprenderse del tentáculo a golpe de linterna. Su vida dependía de ello.

– ¡Socorro!- gritaba justo en el momento que un anciano golpeó el hocico de la bestia que lo tenía atrapado con un extintor y lo soltó. Edu se escabulló reptando un buen tramo para toparse con los zapatos de  una mujer. Levantó la vista y la reconoció. Era la señora Heike Kämpfer, huésped repetitiva de otros años y que se alojaba con su marido Thomas en la suite 1306. Su rostro lleno de arrugas se acercó al chico para ofrecerle una mano para ayudarlo a levantarse y otra para devolverle sus gafas, que milagrosamente no se habían roto, pues solo se le había torcido una de las patillas.

– Jetzt müssen wir rennen.- le dijo que ahora tenían que correr y el no dudó en ponerse en pie con una ligera cojera. Ambos avanzaron hacia la salida del Spa, huyendo de unos gritos espantosos. Ambos se voltearon una última vez…

– Thomas!! Mein Schatz!!- gritó Heike a su marido con una angustia inusual. Cuando Edu lo vio, la entendió y es que la bestia con la pinza de cangrejo seccionó al hombre en dos a la altura del torso, no sin antes haberle clavado su enorme aguijón en la nuca. El hombre podía ser mayor, tener una constitución fuerte, pero ante eso evidentemente no pudo hacer nada. Edu tuvo que retener a Heike de que acudiese en su ayuda ( más que nada porque sufriría un final parecido) Pudo sacarla de allí y cerrar la puerta bajo llave mientras la bestia de los tentáculos se acercaba a rastras, gritando y riendo. La puerta fue golpeada duramente y la abolló de forma amorfa. Heike y Edu echaron unos pasos atrás y aunque ella parecía estar a punto de sufrir un desmayo por ver como habían destrozado a su Tesoro, subió los escalones junto al recepcionista. Dejaron de escuchar esos malditos golpes en la puerta y en el hall, Heike se derrumbó en un sofá para llorar. Edu no pudo evitar sentirse en parte culpable por la atroz muerte que acababan de presenciar. Lo habían salvado, pero…

– Wie wussten Sie wo ich war?- La mujer levantó su mirada entre lágrimas y le contestó en español sin perder su acento nativo.

– Porque yo también los escuché como llamaban. No supe a quién, pero debí imaginar que se trataba de ti. Tienes algo especial y lo sabes aunque prefieras olvidarlo.- Ante la cara de sorpresa de Edu, ella siguió hablando- Tranquilo, sé que has visto cosas extrañas antes, aunque no se qué exactamente, pero lo noto en tu mirada. Tu aura desprende esa energía que conecta con el más allá. Desgraciadamente creo que esto es peor que cualquier encuentro anterior que hayas podido tener. Y yo también. Esto es cosa de demonios y están aquí. Debemos irnos cuanto antes, ya tendrás tiempo para contarme que te ocurrió aquella vez que te traumatizó tanto y prefieres hacer como que nunca ocurrió.

– No sé de que habla- mintió- pero estoy de acuerdo con usted de que debemos desalojar el hotel y largarnos cuanto antes.- Se acercó a la puerta por donde había venido antes y esta no se abría. Se asustó, pero aquello no le extrañó en absoluto. Miró el ascensor y luego las escaleras que subían a la primera planta de suites.- Venga conmigo. La puerta está cerrada y tenemos que subir, dar la vuelta y bajar hasta la recepción. Tengo que encontrar al vigilante y es mejor por las escaleras. No me fío del ascensor en este momento.

– ¿Y no tienes las llaves maestras para abrir todas las puertas?

– Sí, señora, pero esta puerta no tiene cerradura y no consigo moverla. Así que vamos cuanto antes, por favor.

– De acuerdo.- dijo Heike levantándose del sillón.

– Por cierto, gracias por venir a salvarme.

– No hay de qué. Siento haber provocado la muerte de mi marido porque fui yo quien le despertó para acudir. El no quería, pero insistí,…me arrepiento de haberle amenazado para que me acompañara, pero no supe tampoco lo que me iba a encontrar y me daba miedo ir sola. ¿Crees que fui egoísta con el?

Edu no supo qué contestar. Si no hubiese ido el matrimonio Kämpfer en su busca, el habría muerto y Thomas no.

– Debe dejar de lamentarse ahora y concentrarse conmigo en la huída.- Heike asintió de mala gana, se agarró a el y subían los escalones cuando de repente escucharon los gritos de una niña y un gran estruendo, que provenían de la primera planta. A donde ellos iban…

–CONTINUARÁ–


«CHECK-IN DEMON»


))WELCOME((

EL Toyo, Almería.

A las doce menos cuarto de la noche, Edu entró a paso ligero por las puertas del hotel para incorporarse a su puesto de recepcionista. El Hotel Almedina Plaza quedaba tan solo a diez minutos de su apartamento alquilado. Su afán de apurar el tiempo al máximo, casi le hace llegar tarde y no tuvo tiempo de ponerse la camisa negra de cuello Mao, así que la llevaba en la mano colgada de una percha. Tras el mostrador estaba su compañera Raquel que estaba sentada mientras terminaba de contar un fajo de billetes para cuadrar la caja del día.

– Buenas noches, Raquelilla.- Ésta levantó la vista y le regaló una sonrisa.

– Buenas noches Edu, ¿qué tal estás?

– Bien, no me puedo quejar. Vengo listo para el combate.

– Genial, porque estoy deseando largarme a mi casa.

– Vale, pues voy a pasar para adentro, me cambio y te vas a ver a tu niño.

– ¡Ay, si! Encima lo tengo malito. Anoche pasó una fiebre horrible, pero ya he estado hablando con César por WhatsApp y esta tarde ha estado mejor. El Dalsin hace milagros.- Edu se rio y entró a los despachos que había tras el mostrador. Un camarero salió de la cafetería, que estaba a la izquierda de recepción y se acercó arrastrando un cubo.

– Dame la llave de abajo para tirar la basura, anda, que ya va siendo hora de tirar para casa.- dijo. Raquel abrió un cajón y le dio lo que pedía.

– Venga Gabriel, que ya nos queda poquito.

Raquel se levantó de la silla, manipuló el teclado del ordenador e imprimió unos listados. Cuando los guardó en su sitio, Edu salió uniformado. Camisa, pantalones y zapatos negros. Parecían unas cucarachas, pero era mejor uniforme de trabajo que el que utilizaban en otros hoteles (camisa amarilla, pantalones azules y corbata blanca, por ejemplo)

– Ya estoy listo. ¿Qué tal te ha ido la tarde? ¿Tienes algo que contarme antes de marcharte? ¿Alguna novedad?- cogió el libro de actas, donde apuntaban las incidencias del día y lo abrió para echarle un vistazo.

– Pues no ha pasado nada raro. La última entrada la he tenido hará media hora. Eso sí, el cliente venía muy cansado y me decía que tenía prisa por subir a la habitación. Es extranjero. Decía que llegaba de un viaje largo y llevaba una maleta grandísima.

– ¿Qué habitación tiene?

– Hmmm…la 2301.

Edu consultó los datos en el servidor del hotel.

– Señor Edgar Williamson (y mentalmente leyó: nacido en julio de 1958, Manchester) ¿Te ha dado algún problema? Es una buena habitación con vistas a la piscina.

– No, sólo se ha mostrado un poco antipático e impaciente. Ya sabes todos los datos que tenemos que pedirles a los clientes a la llegada para realizar el check-in. No he tardado ni cinco minutos en darle la habitación.

– Ok, ¿sabes quién hay de guardia en cocina esta noche?- Se quitó las gafas y las limpiaba con un pañuelo.

– Está Nuria otra vez hoy. Jesús sigue de baja por el resbalón que se dio el otro día.- Raquel entró al despacho y salió con su bolso.- Bueno, Edu, me marcho que luego a las ocho vuelvo a cambiarte el turno.

– ¿Entras de mañana? ¡Qué putada! Pues corre a casa, pero con cuidado y descansa lo que puedas.

Raquel le dio dos besos en las mejillas para despedirse y salió por la puerta principal para coger su coche.

– ¡Hasta luego!

Ahí empezó el turno de noche más largo en la vida de Eduardo.

***

Tras limpiar la cafetería, recoger, colocar las sillas y mesas en su correspondiente lugar, los camareros le despidieron entregando la recaudación del día junto a las llaves de su departamento. Una de las camareras se quedó rezagada del resto.

– Buenas noches.-le dijo Eugenia- ¿Has visto a Gabriel?

– No, le pidió las llaves a Raquel para bajar a tirar la basura, pero no lo he vuelto a ver. Espera…- Edu abrió uno de los cajones, miró y movió la cabeza de un lado a otro.- Creo que se ha marchado con las llaves del cuarto de basuras. Se le habrá olvidado devolverlas con las prisas.

– Lo más seguro, pero no te preocupes que el entra mañana a las diez. Por si no se ha dado cuenta, le mandaré un mensaje para que las traiga.

– Ok. Ciao!- y le lanzó un beso al aire.

– Adiós guapetón, que te sea leve esta noche.

– Gracias!

2301

))2301((

Edgar había tenido un día bastante ajetreado. Tanto viaje de negocios le estaban pasando factura y sufría un constante dolor agudo en la espalda. Su sobrepeso también podía tener algo que ver con su estado de salud, pero había otro motivo que le tenía de los nervios. Mirándose al espejo del baño de la habitación de hotel en la que se acababa de alojar, abrió el grifo del lavabo y extendió sus rechonchas manos bajo el chorro de agua. Se empapó bien la cara y la nuca. Más tarde se ducharía, porque su mente no dejaba de pensar en la maleta que había traido consigo. Al entrar, la había puesto encima de la cama. Asomándose desde el baño la vio tal y como el la había dejado. ¿De verdad había merecido la pena su viaje para traer eso? Su curiosidad era máxima y aumentaba por segundos. Su jefe; el señor Richter, le había dado claras instrucciones de portar esa caja desde África hasta sus manos, sin que se le ocurriera abrirla. Reconocía que el Sr. Richter era un coleccionista extravagante, pero con él nunca jugaba al ocultismo (en ninguno de los treinta años que llevaba en el negocio) y esa prohibición le carcomía las entrañas.

Necesitaba conocer el contenido de la caja.

A paso lento se fue acercando a la cama y se colocó frente a la misma. Sacó unas pequeñas llaves de su bolsillo derecho, cogió el candado de la maleta y las introdujo haciéndolas girar. Deslizó lentamente la cremallera y abrió para ver su ropa perfectamente planchada. Tanteó por encima, levantando alguna camisa que otra y…

CRASSSS!!

Un susto de muerte se llevó. La puerta de la terraza se había abierto de golpe y porrazo haciendo que las cortinas volaran. Algunos folletos informativos que había encima del escritorio también cayeron al suelo. Casi le daba un infarto. Con cara de tonto y suspirando, se acercó para cerrar la puerta, no sin antes asomarse para ver la piscina y mirar a su alrededor. No corría ni una pizca de aire. Regresó adentro y cerró bien. De nuevo frente a la maleta, la observó. Su obsesión le hizo sacar toda la ropa y tirarla de cualquier forma encima de la cama. Ahí estaba la caja. Envuelta en un trapo sucio, y a su vez, liada con unas cuerdas desgastadas. La cogió, se sentó en el borde de la cama y la apoyó sobre su regazo. Le costó un poco de trabajo desenvolverla y ese polvo rojo que la cubría, saltaba por el aire. Comenzó a toser y el televisor se encendió con el volumen al máximo. Edgar dio un respingo que casi le hace soltar la caja.

Después de mirar con odio a la presentadora del concurso telefónico que emitían en la tele, buscó en derredor el mando del aparato. Estaba encima de la mesita de noche, pero pensó que si la tele se había encendido sola, era porque el mando de otra habitación habría provocado alguna interferencia. Algún huésped noctámbulo estaría intentando encender la caja tonta y había activado la de otra habitación sin saberlo. La mejor elección era desenchufar ese maldito cacharro. Se levantó y quitó el cable de la pared. La chirriante voz de la presentadora cesó de inmediato y el sonrió satisfecho.

Posó la caja de treinta centímetros encima del escritorio. Era preciosa. Una caja de piedra que por su aspecto, tendría unos miles de años. Los grabados en ella, apenas se podían distinguir. La erosión del tiempo había hecho mella en ella. Lo cierto es que a Edgar aquello no le importaba. Le traía al pairo la caja. El ansiaba ver lo que guardaba dentro. Solo quedaba otro problema. ¿Cómo abrir una caja sin tapa y que parece herméticamente cerrada? En uno de los laterales distinguió una inscripción apenas perceptible.

– Mannrases…What the hell means that? How can I open this fucking box? Damn, Richter!- dijo para sí mismo.

Después de cinco interminables minutos, intentando descifrar el sistema de apertura, observó que tenía un pequeño agujero. En el escritorio estaban los amenities que proporcionaba el hotel a sus huéspedes. Buscó el kit de costura, rompió el cartón y sacó la aguja. Si aquello funcionaba, su deseo de ver lo que ocultaba la caja, se haría pronto realidad. Introdujo la aguja y la caja se iluminó dejando ver los hermosos grabados que en esta había tallados, para finalmente abrirse.

Algo cambió en el ambiente de la habitación, un extraño olor se apoderó del sitio y Edgar sintió escalofríos. Pero su curiosidad era aún mayor. Dentro de la misteriosa caja había una pequeña escultura con formas femeninas. Sin pensarlo, sus manos no tardaron en cernirse  sobre la figura y la levantaron para observarla más en detalle. Quemaba. La jodida figura quemaba y la soltó.

Mientras Edgar movía la mano, la soplaba y se horrorizaba de las llagas que le salieron en la palma, la figura se estampó contra el suelo. Se partió la cabeza, pero lo más raro es que comenzó a expulsar por el cuello hueco de la figura, un humo marrón rojizo que se extendió rápidamente por toda la estancia. El suelo empezó a moverse violentamente. El pánico le hizo correr hacia la puerta, pero no consiguió abrirla. Parecía estar encerrado con un terremoto en la habitación.

– Heeeelp! Heeelp!- gritaba mientras aporreaba la puerta con la esperanza de que alguien escuchase sus gritos de socorro.

El humo comenzó a tomar una forma semihumana detrás de Edgar. Un estremecimiento le hizo darse la vuelta y fue cuando vio aquel ser de más de dos metros encorvado para no chocar con el techo. Le miraba fijamente. Al menos eso sentía, porque esa cosa llevaba una máscara de porcelana y las cuencas de los ojos parecían estar vacías. Edgar quedó paralizado de terror y boquiabierto. Le fallaron las piernas…y el esfínter. Su pedo hizo hasta eco y la bestia estalló en carcajadas. Aquello no podía ser de nuestro mundo. ¿Qué es lo que había liberado de la caja?

– What…are… you?- balbuceó.

Unos minutos más tarde, la bestia dejó de reírse. Se acercó a Edgar, le atravesó el pecho con las garras que tenía por manos y le abrió la caja torácica como si se tratara de un regalo de navidad. Esto lo hizo sin dejar de sonreír con sus labios de porcelana y los órganos se escaparon del interior de Edgar para chapotear en el charco de sangre que crecía a su alrededor. Aquel ser le dedicó unas últimas palabras.

– Mi nombre es Mannrases y soy un demonio que fue encerrado durante siglos en esa apestosa escultura. Ahora que me has liberado, tendré que recuperar parte del tiempo perdido antes de que Lucifer reclame mi presencia en su reino. Puedes sentirte afortunado de ser mi primera víctima porque tu sufrimiento acaba aquí.

– What are you talking about? I don´t under…

Mannrases se quitó la máscara, abrió sus fauces y le arrancó la cabeza de un bocado.

*******

CONTINUARÁ…


«Mi alma en un suspiro» (II)


Hoy vengo cabreado con uno de nuestros proveedores de refrescos. Siempre compruebo que el pedido recibido coincida con el albarán y me aseguré antes de decirle nada, de que estaba en lo cierto. Ha tenido la cara dura de dudar de mi palabra. Me faltaban nada mas y nada menos que 40 unidades, así que le pedí que lo contara él mismo. Se le cayó la cara de vergüenza, faltaría más. (Gente estúpida y engreída la hay por todas partes) Pidió disculpas y prometió traer mañana el resto de la mercancía.

Notas desde El espigón #2el plomo
Me lío hablando banalidades más que los cables para cargar baterías (Móviles, portátil, cámaras, disco duro externo,…) que los guardas bien enrollados en una bolsa y cuando los sacas, te toca desenredar nudos marineros.
Ayer volví del espigón a casa y Orko recibió su paseo de rigor, pero esta vez sin pelota. Tenía otras tareas que cubrir y mi madre me pilló preparando una tortilla de patatas. No la esperaba tan pronto de regreso y me dijo que solo había cerrado un momento la tienda para recoger algo que había olvidado en su habitación y volvía a abrir. Salió su vena curiosa y me preguntó que a dónde iba…y con quién. Sé que soy adulto y no tengo necesidad de dar ningún tipo de explicación, pero como no tengo nada que ocultar, se lo dije. La cara de mi señora madre, Dolores Gutiérrez Vivar, se transformó en un jeroglífico que no supe (ni tengo intención de) descifrar, en el momento que nombré a Alma. No dejaba de preguntarme detalles sobre ella ( se puede poner muy pesada) y la acabé cortando con un «sólo es una amiga». Me pidió que tuviese cuidado y antes de coger el coche, juraría que la sentí rezar…qué exagerada se vuelve en ocasiones!
Al final la visita al monumento quedó aplazada. Un ligero cambio de planes ha hecho que visitemos unas de las calas más famosas de esta tierra que me vio nacer. Fuimos a la Cala del Plomo, la cual no había pisado desde los ocho años. Tomé unas instantáneas bellísimas de esa playa tan ancha. Reímos al ver un pequeño poste de madera lleno de latas vacías con la inscripción «Ceniceros».Al entrar al agua, había unas cuantas rocas enormes repartidas por el fondo, pero el baño resultó de li más estimulante (sin medusas ni algas)
Alma no ha querido bañarse, pero no ha parado un momento de echar fotos. Creo que alguna de las veces ha disparado con su cámara en mi dirección, pero si lo ha hecho, sé que no las veré. Comí un sándwich de York y queso al salir del agua, pero ella no tenía hambre. Mientras estábamos sentados en mi toalla, revisaba las fotografías que había tomado y le pregunté a Alma si le apetecía andar un rato por el sendero del cerro que asomaba a la izquierda…no recuerdo si se llamaba Cerro del Cuartel o de la Higuera. Es un tramo que se tarda en recorrer unos veinte minutos aproximádamente, para llegar a otra cala con el nombre tan original de Cala de Enmedio. No le importaba caminar, así que nos dispusimos a ello a pesar de los 38 grados que nos freían la cabeza y todos los bártulos que llevábamos encima.
Mira que soy de aquí, pero nunca había estado y la verdad es que me dejó impresionado. Es uno de esos lugares de lis que oyes hablar mucho a la gente, pero realmente no sabes porqué hasta que lo ves en persona. Esa arena fina y prácticamente dorada que brillaba como diamantes bajo los rayos del sol, esas montañas volcánicas que la flanquean con los efectos erosivos de olas salvajes…hacen parecer que te has transportado a otro lugar del planeta. Un paraíso prohibido.
Había dos parejas más en esa cala. Una tomaba el sol y otra paseaba por la orilla totalmente desnuda. Naturaleza en estado puro, vamos. Relax absoluto.

cala de enmedio
Nuestras cámaras no cesaron de capturar imágenes inolvidables. Coloqué la toalla y puse la mochila encima. Le pedí a Alma que me acompañara por el lado izquierdo de la playa, escalando rocas y pasando por tramos en los que nos teníamos que mojar hasta las rodillas. Recordé que una vez mi padre me contó que por allí se formó una brecha natural donde quedó varado un enorme pez espada.
Eso fue hace muchos años y no pensé por un monento que iba a ver su esqueleto fosilizado, pero si llegamos hasta la brecha y no pudimos avanzar más allá. Cruzar parecía fácil, pero no tanto para regresar y caernos al agua podría resultar mortal. Bajo nuestros pies había grutas subacuáticas y ambos desconocíamos las corrientes marinas del lugar, así que decidimos quedarnos ahí un rato. Tomamos unas fotos, charlamos y volvimos a nuestro sitio. La tortilla de patatas me la comí sólo, pues Alma insistió en que había desayunado fuerte y no tenía ni pizca de hambre.
Una vez en casa, descargué la tarjeta de memoria en mi ordenador y cambié el fondo de pantalla para recordar siempre la Cala de Enmedio.
Mi madre me pidió que la llevase de compras, así que no volví de nuevo hasta casi las ocho de la tarde. Vine estresado porque mi madre remira los precios treinta veces antes de escoger el producto y echarlo al carro. Además, las colas para las cajas en Carrefour eran kilométricas. La crisis nos está matando, peto no podemos evitar seguir comprando. Ley de vida y vicio.

Me está gustando esto de escribir, oye.

Hacía más de una semana que no veía a mi amigo Alberto y me llegó su llamada mientras paseaba a Orko por el parque. Quedamos para cenar en Botania ( un bar de tapas en plena Rambla de Almería) y llegó con su rubia mujer de pelo rizado; Laura. Tras comentar con el la actualidad futbolística y las sivergüencerías de nuestros gobernantes, me dieron la mejor noticia del día: VAMOS A SER PAPÁS. Qué alegría me entró por el cuerpo. Laura me preguntó si quería ser el padrino del bebé y por supuesto que acepté. Después de cenar, salimos a celebrarlo tomando unas cervezas al pub Cibeles, aunque Laura brindase con Cola.
Una de las veces que me acerqué a pedir en la barra, conocí a una chica despampanante, con el pelo negro azabache…me pareció tan hermosa que la invité a tomar una copa. Yo ya estaba achispado y no recuerdo bien toda la conversación, pero acabé comentándole que tenía que descansar para levantarme temprano. «Me encantaría volver a verte» , le dije. Se me quedó mirando pensativa y mientras sonaba el «Live it up» de Jennifer López y Pitbull a toda pastilla, me escribió en una servilleta su teléfono…y su nombre. ¡Cómo en las películas!

Las tres horas que dormí anoche las pasé soñando con Patricia.

Continuará…


«Mi alma en un suspiro» (I)


Hola, me llamo Samuel. A partir de ahora escribiré mi día a día, tal como me ha recomendado el Dr. Zamora. Dice que esto de escribir me ayudará a salir de la depresión que sufro y que mantendrá mi mente ocupada. Entre mi trabajo en la panadería y mis hobbys supone que me tendrá distraído de pensamientos penosos. Hace un año ya que mi padre murió de cáncer, mi madre sigue sin superarlo y yo tampoco. Tuve que hacerme cargo del negocio familiar, pues mi madre no se encontraba como para atender clientes, recibir pedidos y menos para hacer los repartos con la furgoneta. «Panes Alcayde» siempre ha tenido un buen nombre en Almería y me ví en la obligación de seguir el legado, pero nunca pensé que tendría que hacerlo tan pronto. Tengo 28 años, pero llevo desde los 7 aprendiendo el oficio junto a mi padre. Cuánto echo de menos todos esos momentos que pasé junto a él en la cocina del local.

El olor a pan y bollos recién hechos a unas horas tan tempranas eran mi despertar, mientras el mundo y los gallos aún dormían. Sigue siéndolo, pero con la diferencia de que lo hago todo sólo y no es lo mismo. No lo es. Todas las mañanas a las cinco ya tengo que tener los hornos encendidos, así que me levanto a las 4 para ducharme y tomarme un café tranquilamente con mi cigarrillo en casa de mi madre. Menos mal que hace tres meses ella empezó a venir a ayudar atendiendo en la tienda. Creí que iba a volverme loco. Más aún de lo que estoy. No sé cómo se las ingenia para regalar una sonrisa a cada persona que entra por la puerta, cuando por dentro está tan destrozada como una tableta de chocolate al sol del Sáhara.

Siento la necesidad de independizarme, pero no puedo dejar a mi madre sola en una casa cuyas paredes la atrapan en una espiral de toda una vida de recuerdos. Se cambió de dormitorio porque ya no soportaba los rastros de su olor ni del vacío que mi padre antes ocupaba en su cama. Ahora con esas pastillas que nos recetó el médico, conseguimos dormir, pero en nuestros sueños seguimos teniendo la imagen de mi padre. He de permanecer a su lado. Es mi madre y la quiero.

El Dr. Zamora tuvo el detalle de regalarme este diario con funda de cuero y color marrón envejecido. Mañana comenzaré a tomar notas en él, resumiendo mi experiencia del día anterior. Espero que esto de escribir me sirva de algo y no solo para dejar pasar el tiempo.

Notas desde el espigón #1

Bueno, ha llegado el momento de manchar con más letras las páginas de este diario. Ayer me levanté a la hora de costumbre y le di su paseo matutino a mi perro. Es un chucho negro, feo y enano, pero adoro hasta el colmillo que le sobresale de la boca. Orko es un perro muy inteligente y es el único que me recibe en casa con una alegría sobrehumana. Al llegar a la panadería no dejaba de darle vueltas a qué hacer para tener algo sobre lo que escribir aquí, pero luego he pensado que no me gustaría basar mi vida en lo que vaya a escribir en este diario. No tengo ni idea de por qué me he puesto nervioso. Esto no lo leerá nadie más que yo. Es sólo para mí.

Me gusta encender la radio y escuchar algo de música mientras moldeo la masa que dejo preparada el día anterior. Recordé a mi padre, compartiendo esa mesa de trabajo, contando chistes y aconsejándome para mejorar mis técnicas. Decía que el mundo de la panadería y pastelería son un arte que se disfruta con los cinco sentidos. Por eso hay que poner cariño en todo lo que se crea en la cocina. La satisfacción del cliente es la recompensa a las cosas bien hechas. Sí; palabras así son las que me dedicaba.

Hace unos meses que conocí a Alma. Es una amiga muy especial con la que puedo desahogarme tranquilamente sin miedo a que me juzgue malamente por expresar mis sentimientos. No suelo abrirme fácilmente a la gente, pero ella es diferente. Sus consejos son pura poesía, pero lo más importante es que se le da muy bien escuchar. Compartimos la afición a la fotografía y quedamos por la tarde para capturar el casco antiguo de la ciudad con nuestras cámaras. No conversamos mucho recorriendo la calle De las Tiendas, la plaza de la Catedral, el paseo de Almería o la Rambla, pero intercambiamos sonrisas. Sólo con eso, ya éramos capaces de comunicarnos.

Sólo es una amiga, pues aunque tengamos tantos gustos en común, no me llama la atención hasta el punto de enamorarme. Creo que ella piensa lo mismo de mí. Somos como hermanos. En fin, que todo está bien como está con ella. Fue una tarde fantástica.

Cuando llegué a casa, Orko me recriminó con su mirada el hecho de haber salido a la calle sin él. Arreglé ese asuntillo dándole una vuelta por el parque. Cené con mi madre y hablamos un rato, pero al tomarnos las pastillas no tardamos en encerrarnos en nuestras habitaciones. Me puse a escribir en este diario con mucha ilusión y antes de conciliar el sueño profundo, me acordé de lo recelosa que es Alma con sus fotos. Nunca me enseña una y me dormí con la sonrisa puesta, pensando en ella.

espigon de los gatos

Cuando he acabado de realizar la ruta del reparto con la furgoneta, he aparcado en El Palmeral y he venido hasta el espigón de los gatos. Este lugar me parece perfecto para inspirarme, pues significa mucho para mí. Gran parte de los veranos de la infancia los viví en esta playa. Intentaré venir todos los días.

Además, es una maravilla poder ver el amanecer desde aquí. La mar está en calma y al fondo puedo ver dos barcos pesqueros que parecen de juguete de lo alejados que están de la orilla. Esta tarde vuelvo a ver a Alma. Nos faltó visitar uno de los monumentos más importantes de Almería: La Alcazaba.

 Notas desde El espigón #2

Continuará…


«Uno, dos,…tres.»


123– ¡Qué nerviosa estoy! No creo que pueda dormir en toda la noche. ¿Vendrán muy tarde?

Estoy con mi hermano en mi habitación del dúplex. Tengo cinco años y mi hermano tiene ya nueve. Esa noche no la quiero pasar sola. Papá me apagaba la luz y eso me da miedo.

– Cómo no te duermas, los Reyes Magos no vendrán y mandarán a los camellos para que nos destrocen la casa, se beban la leche que les hemos dejado y sólo te traerán carbón del malo. Venga, duérmete.

Iker vuelve a taparme por enésima vez con mi edredón del Correcaminos, pero me destapo nuevamente porque me me da mucho calor. Además, hay algo que me tiene intranquila.

– Iker…

– ¿Qué?

– Baltasar no va a venir, ¿verdad?

– Sí vendrá, Marta. Siempre vienen los tres juntos. ¿Es que te sigue dando miedo el rey que le llevó mirra al niño Jesús? Madre mía, con lo grande que eres ya…

Noto entonces que mi hermano quiere disuadirme de mi preocupación, pero encuentro una respuesta que me parece bastante convincente.

– Sí, soy grande y no tengo miedo. Es sólo que me da asco que siempre me manche la cara de negro cuando me besa para darme un regalo. Siendo rey, tiene que tener dinero para poder lavarse o que se bañe en un río. No sé porqué está tan sucio.

Iker empieza a reírse. ¿Se está riendo de mí? ¡Lo que me faltaba! No había nada que me diera mas rabia. Tenía que aguantar que siempre me chinchara para verme enfadada, que me culpara por haber roto cosas que había roto el, que papá me apagara la luz por las noches antes de dormirme y que mamá me obligara a comerme esas lentejas asquerosas porque tengan hierro, por mucho que yo llorase. Pero que Iker se riera de mí, no lo soportaba y no estoy dispuesta a permitírselo ahora. Así que exploto y le suelto:

– ¡Tú eres tonto!- exclamé satisfecha y con enojo. Me destapo del todo para hacerle enfadar más.

– Pues a tí no te van a traer nada los Reyes Magos, por mala y por no quere dormirte.

¡Qué rabia! ¿Por qué siempre tenía una respuesta para todo? Yo también la tengo.

– Pues yo me chivaré a Gaspar de que siempre me chinchas y que me echas la culpa de tus trastadas.

– Pues entonces, no te traerán nada por chivata. Duérmete ya, hazme el favor, que al final vas a vomitar la cena por los nervios que te entran en el estómago; como el año pasado.

– ¡Tonto! ¡A tí no te traerán nada por ser un mal hermano!

No tengo nada que hacer contra el y encima vuelve a reírse. Decido taparme, frustrada por no conseguir hacerle de rabiar. Además, temo que tenga razón con lo de vomitar, porque empiezo a sentir el estómago un poco raro. Me acuesto de lado, mirando a la pared para no ver a mi hermano en la otra cama. El apaga la luz de la mesita de noche que nos separa.

– Buenas noches, Marta. Que sueñes con los angelitos.

A buenas horas me viene con palabras bonitas el tonto este. Antes de quedarme dormida, empiezo a pensar en todo lo que yo haría con Iker si fuese su hermana mayor, me río por dentro y se me ocurre que los magos de oriente quizás puedan leer la mente. ¡Uy! Mejor me pongo a pensar en en las estrellas, la luna y en mi mamá cantándome una canción. Se me cierran los ojitos.

………………………………………………………………………………………..

– MMMMMMAAAAAHHHHHHMMMMGRDFFFF!!!!

– ¡HIJOPUTAS!

PLOM! CLACK! ZAS!

Doy un respingo de la cama y está todo oscuro. Sólo veo el despertador que marca las cuatro de la mañana. Estoy asustada. ¿Esos gritos y ruídos los había soñado o los había oído realmente? Creo que provienen de la planta baja de la casa. Miro hacia la cama de Iker y ese bulto sólo respira bajo aquella horrible manta de cuadros. Por lo visto, el no ha escuchado nada. Pero, ¿papá y mamá están bien? Me levanto y abro la puerta del dormitorio. Veo que hay luz abajo y compruebo que sigue habiendo ruído. Oigo como arrastran cosas y se ríen. Esas risas no me gustan. Me cagan de miedo y no entiendo como empiezo a bajar los escalones. Muy despacio. Con cuidado.

Me asomo al salón de estar y veo, de espaldas a tres hombres muy altos. Visten ropa andrajosa y sucia. Noto que empiezo a temblar, pero cuando veo las garras que tienen por manos, con esos dedos infinitamente largos, me quedo helada. A uno le consigo ver la cara. Me agacho sin dejar de mirar un poco más escondida tras la puerta. Ese hombre sonríe con una boca enorme y una doble hilera de dientes que parecen de tiburón. Los ojos amarillos con pupilas rojas hacen que me mee encima. El calorcito me baja de forma desagradable, manchando mis braguitas y todo el lado derecho de mi pierna hasta formar un pequeño surco en el suelo. No consigo moverme del sitio por mucho que se lo ordene a mis piernas. No puedo. No puedo moverme. Y entonces, lloro y tiemblo. No quiero que esos monstruos tan horribles me vean.

Me quedo en silencio hasta que una voz me pregunta:

-¿Y qué má viste? ¿Tienes algo más que contarme?

– Una cosa muy fea. Muy fea.

– ¿Puedes describirmelo?

– Veo el brazo de papá en el suelo y asoma tras el sillón con mucha sangre alrededor. No se mueve. Miro nuestro árbol de navidad. Hay regalos debajo y la cabeza de mamá está clavada en la copa, donde tenía que estar la estrella. Me despisto y digo en voz alta: «¿Mamá? ¿Papá?».

Me tapo la boca lo más deprisa posible, pero los tres monstruos me miran. Quiero correr, pero al intentarlo, resbalo con mi propio pipí y ya sólo hay oscuridad, silencio y miedo. Mucho miedo.

…………………………………………………………………..

– Estás temblando, Marta. Posiblemente te desmayaste. Cuando cuente hasta tres, depertarás y recordarás claramente todo lo que acabas de relatarme. Ahora tienes veinticinco años y eres madre de un hijo precioso. No dejarás que tus miedos te sigan enfermando más aún. Uno, dos,…tres.

Abrí los ojos algo confundida, pero enseguida distinguí que me encontraba recostada en el diván de la Dra. Morente. Ella estaba a mi lado y la miré. No sé qué estaba apuntando en esa libreta suya, pero no me gustó nada volver a recordar algo que creía haber enterrado en mi mente hacía veinte años. Me dieron escalofríos.

– ¿Cómo estoy, doctora?

– La verdad es que no avanzamos. En todas las sesiones, desde que te ingresaron, insistes en la existencia de unos seres monstruosos que mataron a tus padres aquella madrugada del seis de enero. Tu padre maltrataba a tu madre y tras asesinarla, se suicidó. Probablemente esas tres figuras las asocias a los magos de oriente y por eso odias ese día. No aceptas la verdad ni estando hipnotizada. Te lo has creído tanto que lo has creado como algo real dentro de tí.

Me eché a llorar como una niña pequeña. Como la que una vez fuí. No pretendía que me creyese, pero admito que tenía esperanzas. Intenté decirle algo inteligente, antes de que me volvieran a encerrar en una celda acolchada; como a los otros que estaban locos. Tan locos como yo, supuestamente. Algunos más. Sólo conseguí articular una tontería.

– ¿Mamá?….¿Papá?

………FIN

//


«LA CHICA DE LA CIMITARRA Y EL DRAGÓN AZUL»


Abrí los ojos y solo sirvió para descubrir la negra oscuridad. Me encontré tumbado, rodeado de la nada más absoluta sin saber cómo demonios había llegado a parar ahí. Un leve rugido mezclado con un siseo produjo un eco tal que sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. No parecía provenir de un ser humano, desde luego, pero gracias a ello pude indicar que me hallaba en el interior de alguna cueva.

Sin moverme ni un ápice, me dispuse a hurgar en mi memoria para encontrar el motivo por el cual me hallaba en aquel lugar. ¿Qué estaba haciendo antes? Pensé en la posibilidad de que me había golpeado duramente contra el suelo, pues casi todos los huesos me dolían. Palpé y sentí que estaba encima de un montón de arena. Quizás eso me salvó de no partirme nada. También podía tratarse de que la suerte me acompañaba en el momento de caer…¡caer! ¡Eso es! Caí desde lo alto desde una considerable altura antes de levantar mis párpados. El rugido siseante del ser volvió a hacer acto de presencia. Me quedé helado nuevamente, pues ya lo había olvidado de tan ensimismado que me encontraba con mis propios pensamientos.

Me dí la vuelta y comencé a reptar intentando alejarme de donde provenía aquel sonido tan desagradable. Quizás solo fuera su respiración, pero esta vez lo oí más cerca que la anterior. Mi instinto me decía que debía moverme y así lo hice. Me incorporé un poco, a pesar del dolor que sentía, para desplazarme más rápido usando las cuatro extremidades. ¡Ay! ¡Cuatro! ¡Cuatro extremidades! Recordé que llevaba un perro conmigo. Uno fiel que aún siendo pequeñito era más valiente que yo y me defendía. ¿Pero cómo se llamaba? Algo acabado en «acho»…¿Cacho?¿Macho?¿Lacho?¡Nacho! Su nombre es Nacho. Mi pequeño perrito flacucho y marrón. Pero si iba conmigo, ¿ahora donde estaba? ¿Le habría pasado algo malo? ¡Ya está! ¡Ya sé lo que hacía antes de caer! Recorría el desierto en busca de mi hermano secuestrado por un tal Capitán Krött. El muy hijo de puta había asesinado a sangre fría a mi padre antes de llevárselo y mi madre pudo esconderse en el refugio que teníamos en casa, bajo el suelo de la cocina tan pequeña y humilde. Ahora recuerdo todo con claridad.

CHIKACHIKCHIKCHIK

¿Qué ha sido eso? Algo del tamaño de mi mano me empezó a subir por las piernas. Me detuve para atraparlo y aplastarlo con mis propias manos por el asco que me producía esa sensación. Un bicho, más bien una cucaracha bien alimentada, por el tamaño que tenía. La estrujé y sentí como el líquido de su interior esparcía su calor desde mi puño para chorrear por mi brazo entero. Era repulsivo. Sin darme cuenta, me había sentado y noté como llevaba algo alargado atado bajo mi pierna derecha. Sacudí mi mano y me limpié en mis pantalones bombachos.

Extraje aquello que me abultaba bajo las ropas. Para mi sorpresa pude descubrir que se trataba de mis enseres liados en un trapo desgastado, entre los cuales, recordé que guardaba unas dagas, un mapa casero, pescado ahumado y una gema, que al frotarla, se iluminaba. Saqué esa gema, que fue el regalo de una aguerrida viajera y valiente que me encontré por el camino.

Ella me salvó de unos árboles de belleza letal que atraían con sus flores y hojas rosadas al sediento en mitad del desierto junto a un oasis…para luego alimentarse, extrayendo la sangre del débil que creía haber encontrado esperanza. Eso me ocurrió a mi y si no llega a ser por esa chica que apareció montada en su dragón azulado, yo ya sería historia. Una que jamás se habría contado. Con su cimitarra cercenó las lianas que me atrapaban, mientras que su dragón, de curioso nombre e hizo buenas migas con Nacho, se ocupó de chamuscar el árbol.

Desorientado en aquella inmensa oscuridad, froté esa gema con toda la rapidez que mi fuerza me permitió. La luz que produjo dejaron que viesen una gran mandíbula con dientes afilados que me saludaban. Sin tiempo en el que pensar, cogí una de mis dagas y se la clavé en la barbilla. Aquello se retorció y emitió un desagradable sonido enfurecido. Se trataba de un gusano gigante desprovisto de ojos y que tenía otra hilera de dientes en la comisura de su asquerosa boca. Sus babas me cayeron por la frente y en el pecho. En algún momento de la caída debí perder mis ropajes superiores. Aproveché para levantarme y correr lo más veloz que pude, pisando algo blando. Luego descubrí que se trataba de más de esos gusanos, pero que al pisotearlos, aumentaban de tamaño. Los bichos gigantes me perseguían y yo no encontraba una salida para escapar a mi trágico final, pero debía intentarlo. Cada vez había más y los sentía aún más cerca. Otra cosa más me atacó por encima, arañando mi cabeza e intentando levantarme del suelo para alzarme al vuelo.

Se trataba de los famosos murciélagos arácnidos, de los cuales yo pensaba que solo eran leyendas. Me lo contaba mi padre, pero nunca le creí del todo. Me habló alguna vez de una cueva llena de monstruos y creo que tuve la mala suerte de caer en ella para descubrir su existencia por mí mismo. Seguí corriendo, mientras intentaban atraparme por todas partes cuando de pronto una luz desde lo alto, iluminó la cueva. Era el dragón azul. Había abierto un agujero en la arena para salvarme. La atención de los monstruos fue atraída por el, que bajó volando en picado y fue entonces cuando pude ver a la chica de la cimitarra que montaba encima, con su cimitarra en ristre, preparada para atacar.

El dragón escupió fuego por todas partes. Los gusanos ardían y los murciélagos caían como moscas ante eso, además de los mandobles que les propinaba la chica con su arma. Los partía por la mitad, les cortaba la cabeza. Era una escena horrible, pero yo me veía a salvo, por segunda vez, gracias a ella. El dragón se dirigió hacia mí y me cogió entre sus garras traseras. Salimos disparados hacia arriba y nuevamente pude ver la luz solar en pleno desierto. Dejamos atrás los rugidos siseantes y estertores de esos bichos que se quemaban en el fondo de la cueva.

Lo que más alegría me dio, una vez que pude posar mis pies en la arena, fue ver como Nacho corría hacia mí con sus ladridos y efusivos movimientos de cola. Me agaché a cogerlo y mientras me lamía toda la cara, me dí la vuelta para ver a mi salvadora. Me miraba con un poquito de odio, pero no se lo tuve en cuenta, evidentemente.

-Gracias. Gracias por salvarme nuevamente.- le dije. Ella limpió las manchas de sangre de su cimitarra, aún subida en su dragón.

– Agradéceselo a tu perro, que vino a buscarme y Donald insistió en que debíamos venir a rescatarte. No quería comerse ni una paloma, que es su alimento favorito. Se entienden muy bien entre ellos.

– Gracias de todas formas. Ahora estaría muerto si no fuese por vosotros.-Me acerqué al dragón azul y le acaricié por el hocico- Gracias por insistir, Donald. Os debo la vida.

– ¿Me dijiste tu nombre la otra vez? Es que creo que me dí un buen golpe y olvidé algunas cosas que estoy intentando recordar.- Me miró con desdén.

– Nunca te dije mi nombre. Lo que has de recordar es la misión que te propusiste de encontrar a tu hermano, pero primero me veo en la obligación de alimentaros y de paso, enseñarte algo de defensa. Te fabricaré un arco y aprenderás a manejarlo. Te ayudaré a aprender a defenderte con una espada y luego nuestros caminos volverán a separarse.

Yo asentí y Nacho se bajó de mis brazos para saltar alrededor de Donald. Parecía hacerle fiestas en agradecimiento. Así fue  y me enseñó todo lo que fuí capaz de aprender en los siguientes días. Estuvimos semanas juntos.

Un buen día, apareció Marenna Tuzwei, una mutante de dos metros y pico de alto, con una crin de caballo a modo de cabello y que usaba  también para cortar . Manejaba dos cimitarras en lugar de una. Yo acabé con mi mano izquierda cercenada, pero eso es otra historia que no sé si algún día contaré.

Escrito por Luis M. Sabio

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Este pequeño relato fue inspirado por la lectura del blog de Gissel Escudero. Es su historia y yo soñé que acababa atrapado en ella. Pedí su permiso para usarla en mi página y este ha sido el resultado.


COSAS QUE PASAN


Pleno mes de marzo y el Sol parecía escupir su fuego sobre Almería con sus 38º casi imposibles de soportar al mediodía. La humedad ambiental de la zona tampoco ayudaba demasiado y Jóse, en lugar de irse a la playa o al instituto, se encontraba sentado en soledad, esperando el autobús en la parada. Aquel chico moreno de complexión delgada, pero atlética, tenía la mirada perdida hacia el frente. Parecía observar los vehículos que afluenciaban el tráfico de la Avenida del Mediterráneo. Quizás miraba a esa madre que paseaba dirigiendo con la mano derecha un cochecito de bebé y con la izquierda a un niño de unos tres o cuatro años que no dejaba de llorar.

Cualquiera de esas suposiciones era errónea. Su mente de diecisiete años la ocupaba una desazón y tristeza desoladora, al haber recibido la llamada a horas intempestivas para el. Cuando el teléfono suena tan temprano en una casa, el corazón comienza a palpitar a mil pulsaciones porque no suelen traer buenas noticias. En este caso fue cierto y vaya si le derrumbó aquella voz que le decía que su mejor amigo, Andrés, había tenido un accidente de tráfico junto a su novia Carmen. Maldijo después la hora en que se levantó de la cama para atender el teléfono. Podía haber esperado a que alguno de sus padres lo hubiera hecho antes, pero eso ya no lo podía cambiar.

La voz de la hermana de Andrés le contó, entre sollozos, que su hermano había fallecido en el acto y que Carmen estaba ingresada de gravedad en Torrecárdenas. Apenas comprendió las palabras que siguieron a la información primera, que le describían como ocurrieron los hechos de aquella fatalidad.

«Iba llevando a Carmen a su casa de Huércal y justo en el semáforo antes de la primera rotonda del barrio, un borracho se los llevó por delante con su 4×4. Ya sabes que mi hermano es tonto, bueno, era…y no siempre se ponía el casco, con tal de no despeinarse su «pelo pincho». La policía nos ha dicho que no sufrió, pero yo estoy que me quiero morir. Por favor, en cuanto puedas vete al hospital para decirme como sigue Carmen. Su madre no me coge el teléfono y lo entiendo. Ya te puedes imaginar como están mis padres. Mi madre se desmayó y casi se nos desnuca en el pasillo, pero los reflejos de mi padre pudieron evitarlo. Dime que lo harás. Siento mucho haberte despertado así, pero eso ha pasado a las dos y media de la madrugada  y no nos enteramos hasta casi las cuatro. El cabrón hijo de puta, se largó de allí sin avisar a nadie, pero se arrepintió después e informó de lo que había pasado. Estoy que no me lo creo. Mi hermanito del alma, muerto.¡Ay, Dios mío! ¿Por qué?»

Jóse, en ese momento solo consiguió balbucear un leve «sí». Le temblaban los pies, se había puesto pálido y se asustó cuando su madre lo abrazó desde atrás. Tanto que se le cayó el teléfono y se hizo añicos contra el suelo. Se hinchó de llorar, dejándose consolar por su madre que lo cogía con fuerza y se había enterado solo a medias de lo que había pasado. Andrés estaba muerto y era algo que no podía modificarse de forma alguna. La ansiedad no le dejó relajarse hasta horas más tarde y ahí estaba, esperando el autobús porque sus padres tenían que cumplir con su trabajo y el no tenía otra manera de llegar a ver a Carmen.

Recordaba haber discutido con Andrés, por una tontería, hace dos días y ahora esos remordimientos le carcomían por dentro. La idea de no poder volver a verlo nunca más era difícil de poder asimilar. Demasiado pronto, demasiado real. Mataría usando sus propias manos desnudas a ese borracho con aires de Fernando Alonso en ese mismo instante. No podía creerlo. Pero tampoco conseguía engañarse a sí mismo.

– ¿Qué haces aquí, Jóse? ¿Otra vez vas a hacer peyas en el insti?- El se sobresaltó y luego vio que se trataba de Ángela, una amiga del barrio de Cortijo Grande, además de compañera del IES Maestro Padilla. La conocía desde que eran unos enanos, pero ahí sentado, no quería saber nada de nadie.

– ¿Y a tí que te importa?

– ¡Uy! ¿Qué te pasa? ¿Has estado llorando?¡Estás blanco como el papel!- Ángela hizo ademán de sentarse junto a el, soltando su carpeta sobre el banco y quitándose la mochila verde de Reebook.

– ¡Déjame en paz, tía! ¡Qué asco!- Ángela detuvo todas sus buenas intenciones al pretender preocuparse por su amigo.

– ¡Qué borde!¡Qué mal te has levantado hoy!

– Lárgate.- le espetó Jóse sin mirarla siquiera a la cara y con un tono de repugnancia tal, que a ella no le hicieron faltas más señales de que molestaba, aún sin haber hecho nada para merecer ese vil trato. Puso pies en polvorosa, cogiendo sus pertenencias en dirección al instituto, no sin antes dedicarle una mirada de odio y una frase para el recuerdo a la que Jóse no prestó ni la más mínima atención.

Su mente volvió a divagar mientras miraba su reloj Swatch y no dejaba de menear su pierna derecha del nerviosismo que le corroía. Miró hacia adelante y ahí estaba. ¡Maldita sea! El autobús para llegar al hospital estaba en la parada de enfrente y no en esa. ¡Qué tonto! Sin pensarlo un segundo se levantó y cruzó la carretera agitando las manos en alto mientras gritaba para intentar ser escuchado por el conductor.

Pero a quien no le dio tiempo de reaccionar fue al conductor del taxi 158. El coche hizo que Jóse volase por los aires tras un impacto contra el cristal delantero. El frenazo se escuchó en todo el barrio, pero no todo el mundo se enteraría hasta más tarde de lo que había pasado. Un golpe seco contra el asfalto reventó el interior de Jóse. Sus huesos crujieron al unísono y el dolor para el se convirtió en un pitido sordo en los oídos.

Consiguió escuchar gritos y vio figuras borrosas que se aproximaban. Las miraba desde el suelo, pero solo consiguió distinguir a Ángela por los gritos de desesperación y terror que profería. La sangre que le brotaba del cráneo lo rodeaba velozmente. Ya nada importaba.

– Perdóname. Dile a mis padres que les quiero.

– ¡No nos dejes!- gritaba Ángela y esta miró a su alrededor.-¡Que alguien llame a una ambulancia!¡Ayuda!

Ángela lloraba, pero el cerró sus ojos.

Entonces vió como su mejor amigo le extendía las manos para ayudarle a levantarse. Una sonrisa se dibujó en su rostro y se dejó ayudar. Luego, la oscuridad más absoluta lo envolvió.

FIN

Escrito por Luis M. Sabio

Dedicado a todos aquellos que la leyeron en su momento.

Puri, lo prometido es deuda y está saldada.


LOS NIÑOS PERDIDOS. Capítulo 4º


LA CUEVA TRAS LA CASCADA

Después de correr durante más de veinte minutos por aquellas colinas boscosas junto al río para atrapar a los niños, Jerry se detuvo en seco para tomar aire. Respiraba entrecortadamente, prácticamente al borde de la asfixia. Su sobrepeso lo mataba. Además, llevaban sin ver a los críos un largo rato y decidió comentarselo a su «superior»por si este no se había percatado del detalle.

– Rock…Jefe…hemos perdido la pista de esos mocosos.- Rock se volvió hacia el con una agresividad implacable. El reverso de su mano quedó estampado en el pómulo derecho de Jerry. Éste lo miró mientras se frotaba el lugar golpeado.

– ¡Ya lo sé, idiota! Pero no me pongas de los nervios- le amenazaba con el dedo índice- Tenemos que encontrarlos y eliminarlos. Si no lo hacemos, seremos nosotros quienes desaparezcamos. Así que ya puedes estar corriendo, gordo de mierda, pues si no lo haces, seré yo quien acabe contigo y no quiero oirte rechistar ni una sola vez más si en algo estimas tu mísera vida de seboso. ¿Te ha quedado claro?

Jerry asintió tres veces seguidas con la cabeza, con el miedo en sus ojos y el dolor por culpa del flato, prosiguió la marcha tras Rock sin decir una palabra más.

Más adelante, se encontraban los chicos, que habían parado a descansar para recuperar algo de aire y Joe no dejaba de dar vueltas a su mente para trazar un plan tras haber despistado a esos locos asesinos que les perseguían. No sabía de que tiempo disponían antes de que estos pudierna alcanzarlos, así que sabía que iban a contrarreloj. La muerte de Ed le afectó bastante, pero tenía que mantenerse frío de pensamiento para no intranquilizar al resto del grupo que intentaba proteger.

– Tenemos que encontrar algún lugar que nos sirva como refugio para escondernos de esos psicópatas.-propuso al fin.

– Es verdad. me parece bien escondernos para que no nos maten.- saltó Bobby.

– ¿Y a qué estamos esperando? Mañana es tarde.-dijo Kelly animando a los demás a que se levantasen y prosiguieran su camino.

– Tengo hambre…-comentó Sara un poco ruborizada. Kelly se sorprendió de si misma por haber olvidado algo tan básico como la alimentación y recordó algunas cosas que llevaba en la mochila, la cual desenganchó de sus hombros para hurgar en su interior.

– Bueno, tengo unas latas de conservas de atún, anchoas,sardinas en tomate y albóndigas. También me quedan las peras que me echó mi madre y aunque están un poco pochas, nos servirán igual para el caso.- Ninguno de los presentes se opuso al menú, pues habría que conformarse con lo existente que era mejor que nada, desde luego.

– Vamos a sentarnos allí.-dijo Joe, señalando hacia unas rocas cubiertas por la sombra de árboles.-Descansaremos y comeremos algo, pero debemos dejar provisiones y no podemos abusar de lo que nos queda.

– De eso puedes estar seguro.-contestó la pequeña Sara con su rostro lleno de churretes y un brillo destelló en sus ojos por saber que su hambre sería saciado, al menos en parte. Chris, Jim y Bob observaban ávidamente cada movimiento que Kelly ejercía.

Kelly sacó una lata de anchoas y las abrió con un abridor que tenía su navajita suiza. Repartió las lonchitas de pescado y todos las degustaron como si fuese lo último que comerían en esta tierra. Quedaron con hambre, pero no les quedaba más remedio que conformarse y dar las gracias. A los pocos minutos, cuando Jim aún masticaba su última anchoa, algo que vio le hizo abrir los ojos de tal manera que parecían sobresalir de sus cuencas. Con gestos, llamó la atención de Joe que inmediatamente alzó su vista en la dirección que Jim le indicaba. No podía ser, eran los asesinos acercandose con las armas preparadas. El gordito parecía estar exhausto, pero ya a lo lejos, el cerdo que había matado a Ed mostraba una satisfacción y una maldad en su rostro que a el le gustaría poder cambiarle, arrancándole la cabeza de cuajo por lo que había hecho y lo que se disponía a hacer. Pero un arma ante un puño, no supondría una rivalidad equitativa.

– ¡Ya están aquí, larguémonos!- gritó de forma acelerada.

– ¡Que cerca están!- se alarmó Cristian, levantandose rápidamente al igual que los demás.

Los psicópatas comenzaron a disparar nuevamente y ellos huyeron sin saber a donde ir. Sara se cayó al suelo  y se pringó del verde de la hierba. Unas heridas se le abrieron por las rodillas y ésta sollozó intentando levantarse. Mientras Kelly, Jim, Bob y Cris se adelantaban bajando una colina, Joe se volvió para ayudar a Sara. La cogió en brazos y corrió tras sus amigos. Todo ocurría muy deprisa, entre tiroteos, desesperación y miedo a la muerte.

– ¡Dispara!- gritó Rock.

– ¿A quién?- preguntó Jerry.

– ¡A los niños! ¡A los niños! ¡Joder, maldita sea! ¡Estoy disparando yo solo por los dos!- Perdió a los chicos de vista.-¡Dios, se nos han vuelto a escapar! Todo esto ha sido por tu culpa, imbécil. Tenemos que seguirlos.- dijo bastante cabreado con el tonto que le habían puesto de compañero.

– Sí, tenemos que seguirlos.-respondió Jerry. Rock lo cogió del cuello y casi lo estrangula ahí mismo.

– ¿Que te tengo dicho? Nunca haré lo que tu me digas que haga. Así que, ¡niégalo!

– Pero Rock, ¿eso que es?- consiguió preguntar Jerry.

– ¡Tu niega!-le espetó el otro matón.

-Pues yo…niego lo que he dicho antes.- contestó.

– Muy bien.- dijo Rock antes de soltarle el cuello.- Pues vamos allá y espero que apuntes disparando a matar la próxima vez que los encontremos.

Los chicos no aminoraban su paso. El río a su derecha y las interminables montañas boscosas a su izquierda. Miraban en todas las direcciones posibles, aterrorizados por si los asesinos les sorprendían llegando por otro sitio que no fuera tras ellos.Seguir el curso fluvial había sido la decisión de Joe para que no se perdieran aún más. De pronto, Bob profirió un grito que asustó al resto.

– ¡Joe! ¡Allí parece que hay una cueva!

– ¿Dónde?

– Detrás de esa cascada. ¿La ves tu también o tengo visiones?- Joe observó la cascada que estaban dejando atrás y la cara se le iluminó.

– Si la veo.- contestó.

– Pues, ¿a qué estamos esperando?- preguntó Kelly.- Eso es mejor que nada.

Joe se encontraba exhausto llevando a Sara en brazos. Le pidió a Jimmy que la llevase en su lugar por un rato y este la cogió al hombro como un saco de cemento. Se dirigían hacia la susodicha cascada cuando Cris se detuvo.

– No puedo más.-dijo.-No creo que esto me esté pasando. No estamos aquí, ¿verdad? Tampoco Kelly ha encontrado pareja con un hermano mudo y Bob está en casa con su hermana. Como yo, que estoy durmiendo y soñando toda esta locura. Porque es una locura,¿no? y yo no estoy loco, hablo en serio. En el 95% de los casos tratados  de psicópatas, todas las víctimas resultan muertas y más aún si hemos visto todos esos cadáveres. Han matado a Ed…me estaba llevando muy bien con el- Cris empezó a llorar.- Teníamos gustos similares, pero nuestra amistad ha sido bien corta. Así que esto no está ocurriendo. Dentro de unas horas, despertaré en mi cama con un desayuno horrible preparado en mi mesita. No me gusta comer tanto, aunque ahora no me importaría. A Edgar, en realidad, nunca lo he conocido porque ha sido un sueño. Quizás exista, pero no, no le conozco. Tampoco a Jim, ni a Joe…no están aquí, no les estoy viendo. Este es mi sueño, mi pesadilla y no quiero volver a entrar en el agua porque lo de la cascada de antes ha sido horrible…

– ¿No has dicho que todo era un sueño?- le preguntó Kelly que notaba sus delirios sin sentido.- ¿Como fue tan horrible para tí esa cascada entonces? ¡Casi te ahogas!- Joe se acercó para intervenir.

– Debemos mantenernos unidos. A nosotros también nos gustaría no haber estado aquí, pero nos están siguiendo unos locos que quieren matarnos. ¿Entiendes eso? Tienes que reaccionar ya y no quedarte atrás si no quieres morir.- Jim se acercó y Sara intentó animar a Cris.

– Además, Cristian, tu mismo has dicho que sólo en el 95 % de los casos las víctimas resultan muertas. ¿Y si pertenecemos al 5% que sobrevive? No podemos perder la esperanza y para eso tenemos que luchar hasta el final. Deja ya de ser tan petardo y mueve tu culo. Nos matarán a todos porque no pensamos dejarte aquí solo.

– Tenéis razón. – contestó Cris al fin.- Lo siento, me he perturbado demasiado. Creo que me he descontrolado un poco…me he dejado llevar por el pánico. Sólo…quiero volver a casa.

– Nosotros también.- dijo Kelly.- ¿Verdad, chicos?

Todos hicieron un gesto de afirmación y caminaron después hacia aquella cueva que se ocultaba tras la cascada. Cris pensó que tenía suerte de poder contar con amigos así. Bob se burló un poquito de el, pero no le importó en absoluto en aquel momento. El río era salvaje, pero al llegar, no dudaron en meterse en el por los laterales, agarrándose a las rocas que podían y sin alejarse mucho los unos de los otros. Por fin, tras el remojón de la cascada, pudieron entrar en la cueva. El interior estaba lleno de agua y se subieron a una roca enorme que había en el lado derecho. Era como un lago dentro de la cueva. Kelly abrazó a Joe intentando no derramar lágrimas. Los demás se quedaron sentados, tiritando y observando la caída de la cascada desde dentro. Era como un velo que les separaba del exterior.

– Aquí estaremos a salvo.- dijo Joe.- Al menos por un rato.

– O unos días.- dijo Sara.

Se sentían satisfechos de haber logrado entrar. Aquel lugar les daba protección, así que se calmaron un poco sin olvidar a los locos y aprovecharon para conversar y olvidar el frío que estaban pasando.

– Kelly, ¿Llevas contigo aquel libro de «La puerta maldita» que nos empezaste a leer?- preguntó Cris.

– No, pero me lo leí y conozco el final.- contestó. ¿Queréis saberlo?

– Siiii. -gritaron Cris, Sara y Bob emocionados.

Jim y Joe se miraron mútuamente. Jim se encogió de hombros extendiendo las palmas de sus manos hacia arriba.

– No tengo ni idea de que están hablando, hermano.- le contestó Joe.

– Os lo voy a contar.- decía Kelly.- Mirad, me quedé por donde Hans y Jessica estaban en peligro ante el demonio. Pues la historia termina cuando Hans ofrece su alma a Dios, aparece un ángel que destruye al demonio y cierra la puerta para siempre o hasta que algún listillo vuelva a caer en la trampa.

– ¿Que pasó con Jessica?- Preguntó Sara.

– La enviaron a un manicomio por decir lo que había visto y sentido de cerca.

– ¿Crees que a nosotros nos creerán nuestra historia?- preguntó Bobby.

– Claro que sí.- contestó Cris.- Esto no es lo mismo, no hay nada sobrenatural.

– Excepto tú.- dijo Bob partiendose de la risa.

Todos comenzaron a reír a carcajadas e incluso a Cristian le fue contagiada.


REPLICANTE: PARTE 9


» ¿Puedo ofrecerte un consejo? Lo que te he dicho aquí respecto a la conspiración entre los de arriba y los de abajo tal vez deberías guardártelo para ti. Sus agentes están por todas partes y estoy seguro de que sus medios para rastrear a los herejes y a los impíos son más poderosos que nunca. Es más prudente que no cuentes a nadie lo que sabes, confía en mí. O, si no confías en mí, al menos confía en tu instinto. Ve con cuidado por los lugares oscuros y no te fíes de nadie que te prometa el perdón del Señor o un lugar asegurado en el Paraíso.»

Extracto del libro «Demonio de Libro» de Clive Barker.

UN LUGAR ESPECIAL.

Sandra y Dani ya se estaban agobiando de tantos tumbos que daban con aquella esfera voladora. No conseguían ver nada en concreto por culpa de la velocidad que llevaban, así que cada uno pensaba en sus asuntos y apenas hablaban. Tampoco es que la esfera fuera una suite, pues el espacio era mínimo.La desesperación y el cansancio se denotaba en sus caras.

Dani se movió, llamando así la atención de Sandra, que no dejaba de observarle (¿Qué otra cosa podría hacer allí encerrada?) y este comenzó a palpar las ¨paredes» cóncavas de la esfera. Cuando lo hizo en el lado derecho, una pequeña pantalla con teclas táctiles apareció como por arte de magia. Dani apartó la mano, pues no se lo esperaba para nada en absoluto. Bien fuera por curiosidad o aburrimiento, Sandra no pudo mantenerse callada.

– ¿Qué te crees que estás haciendo? Esa tía nos dijo que no tocaramos nada y vas tu y lo haces.- le regañó. Pero el no le hacía caso. Estaba más pendiente de las palabras que aparecían en esa pantalla.

– ¿PM? ¿Supreme? ¿Gea-Zero?¿Qué querrá decir todo esto?-se preguntaba en voz alta- ¿Extinción humana?

– Eso último si lo entiendo y no me gusta nada. Deja de tocar eso, que la vas a liar y nos meterás en más problemas. Es lo último que necesitamos ahora.

Dani hizo caso omiso y pulsó sobre la opción PM. Se arrepintió de hacerlo, pues la esfera se paró en seco (pudieron ver las nubes por un pequeño instante) y entonces fue cuando cayeron a una velocidad de vértigo. Sus gritos no iban a ningún sitio, pero sentían que ya todo estaba perdido, que su muerte era inminente y cerraron los ojos.

Por suerte, la bola se detuvo a un palmo del suelo y se abrió, lentamente. Sandra se puso en pie y ayudó a Dani a levantarse, dejando que su hombro le sirviera de apoyo para poder mantener el equilibrio. Miraron a su alrededor. Estaban en medio de un poblado en un desierto, que les sonaba familiar. El calor típico del mediodía era terrible.

– ¿Dónde coño estamos?- preguntó Sandra.

– No estoy seguro, pero el caso es que creo que he estado aquí antes. ¿Es Tabernas? Creo que es un poblado de esos del oeste para los rodajes de cine. Lo que no entiendo es qué tiene que ver todo esto con el follón en el que estamos metidos. Robots del futuro, bolas voladoras, ahora esto. Creo que voy a volverme más loco de lo que ya estoy.- dijo Dani.

– Este sitio me da mala espina, escucha.

– No se oye nada.

– Pues eso.- le replicó Sandra.- Tengo un mal rollo en el cuerpo que no puedo con él.- Se dobló de pronto sobre sí misma y vomitó.- Joder, qué asco. No me había dado ni cuenta de la angustia que tenía. Haz algo rápido, que me quiero largar de aquí enseguida.- Este se sacó una pulsera del bolsillo y se la enseñó a Sandra

– ¿Qué es eso? ¿Una pulsera hippy? Déjate de tonterías y de bromas. El cachondo del grupo era Pablo. ¿Vas a ocupar ahora su lugar?

– No. Esta pulsera es la que puede controlar la esfera. Me la dio esa chica robot que nos salvó.

– Pues pulsa. ¿A qué esperas? Éste lugar me produce escalofríos.

Dani lo hizo y volvieron a estar cubiertos por la esfera. La pantalla seguía encendida y el se puso a investigar un poco. Tras dos minutos intensos, con Sandra respirando en su nuca, vio una opción clara. VOLVER A DESTINO ANTERIOR.

– ¡Genial!- exclamó Dani y pulsó.

La esfera volvió a despegar a una velocidad supersónica, desapareciendo aquel desierto de su vista en milésimas de segundos. Tras acurrucarse y quedarse dormidos un largo rato, la esfera se detuvo al mismo tiempo que se abría. Habían llegado a su destino y abrieron los ojos en mitad de lo que parecía una oficina acristalada. Ambos se pusieron en pie y Sandra ayudó a Dani para sentarse en una de esas sillas-puff con ruedas, que jamás había visto antes. Había pantallas de ordenador por doquier. Una mesa blanca alargada llena de trastos y una taza de café humeante en la otra punta. La luz azulada de la habitación les impactó muchísimo y se sintieron intimidados.

– ¿Esto que es? Parece una habitación futurista.- dijo Sandra, tocándose la barriga.

– Creo que es justamente eso.-contestó el.

Los dos se asustaron cuando de repente, al fondo, una puerta se abrió (desde arriba a abajo) y dejó pasar a una mujer bien entrada en la edad adulta. Traía una bandeja con una jarra de leche y pan. Dani se echó un poco hacia atrás con la cómoda silla, pero Sandra quedó también algo perpleja, mirándola boquiabierta. No era posible, si se parecía a…

– Aah!, hola.- dijo la mujer.- Os llevaba ya un tiempo esperando.- dejó la bandeja encima de la mesa, junto al café.- Estábais tardando demasiado y me he puesto a desayunar por cuarta vez.- Les dedicó una agradable sonrisa, pero los chicos no se fiaban de ella ni del lugar en el que se encontraban.

– ¿Dónde estamos y quién es usted?- preguntó Sandra.

– Relajaos. Poneos cómodos, que tenemos tiempo para conversar y muy poco para que lo asimiléis.

La mujer rodeó la mesa por el lado contrario en el que ellos estaban. No le quitaban el ojo de encima y vieron como la señora activó un botón en el lateral de la pared que tenía ella delante. Una especie de persiana se levantaba y dejaba pasar la luz solar de la mañana. Pero, ¿qué era aquello? Sandra se acercó para asomarse y Dani se arrastró con la silla para verlo más de cerca. Era Almería, desde luego, pero estaba destrozada. Edificios enteros derruidos y unos cubos gigantes plateados flotando en el aire. Era una imagen abstracta de la ciudad. Las carreteras estaban agrietadas y levantadas. Veían algunas figuras que salían volando de esos cubos. ¿Este es el futuro que nos espera? No podía ser posible, pensaron ambos.

– Bienvenidos al 2058. Me llamo María y tengo muchas cosas que contaros.- Los dos la miraron con inquietud y escepticismo. La señora que se había presentado como María, les dedicó una amplia sonrisa.- Creedme que os entiendo. Al principio a mí me costó aceptarlo, pero he visto y he aprendido muchas cosas durante este tiempo.

Sandra apoyó sus manos y su frente contra el gran ventanal, observando el futuro convertido en su presente. Parecía tan irreal, aún teniéndolo delante de sus propios ojos.

– ¿Qué son esos cubos que flotan?- preguntó.

– Son captadores de energía solar, que la transforman en Energía-V. Por decirlo de una manera que lo comprendas, es donde los robots se recargan la batería. Lo único que necesitan para seguir en funcionamiento.

– ¿Y dónde está la gente? No pasan coches ni nada. – preguntó Dani, mientras se ponía al lado de Sandra para observar aquello.- ¿Esto es…bueno, era el Centro Comercial Mediterráneo? Dios mío, no hay nada más que edificios destruidos y cubos flotantes.

– Los únicos humanos que existen, están ahora mismo en esta habitación. Es un laboratorio que pertenece a un droide llamado Leafar, pero también es mi taller. Este es el espacio en el que AX-7 me escondió, porque le dí pena o porque se apiadó de la raza humana. Os habréis dado cuenta de que AX-7 es un modelo creado a partir de mi persona, pero eso para mí, pasó hace muchos años.

– La humanidad extinguida…es inconcebible.- decía Sandra.- Siento que me estoy mareando un poco.- se dio la vuelta y se apoyó en la mesa tan alargada de color blanco. Miró a María con angustia.- ¿Tendrías un poco de agua?

No hizo falta que María la contestase, pues en la mesa, se abrió un hueco de donde se elevó una bandeja con un vaso y una jarra llena de agua. Sandra, perpleja, miró a la señora. Ésta reía.

– Esto forma parte del futuro. La mesa la diseñé a mi gusto.- Miró a Dani.- Por cierto, no he podido evitar fijarme en que te falta un pie, eso lo podría arreglar.- Dani frunció el cejo en su dirección.

– ¿Cómo? Si no habrá médicos. No hacen falta aquí.- y se tocó el muñón.

– Mientras esperamos a los demás, nos podemos poner a ello. Tendrás un pie biónico, pero eso es mejor que nada. Después seguiré contestando a vuestras preguntas.

Dani volvió su vista hacia Sandra y de nuevo a la mujer.

– Gracias, ¿de verdad podrías hacer eso? ¡Genial!

– Por supuesto que puedo. Ven conmigo y elegiremos el pie adecuado para tí.

Sandra vio como Dani se arrastraba con su silla tras María hasta la habitación del fondo. Suponía que era el taller que había mencionado, pero su instinto de mujer le decía que había algo extraño en su nueva protectora y no se fiaba ni un pelo. Además, su dolor de estómago había aumentado y unido a una jaqueca horrible. Buscó con la mirada por todos lados y junto a ella encontró una papelera. Volvió a vomitar allí mismo, sólo bilis, pues nada de lo que había comido las últimas horas quedaba en ella.

UNA LUCHA ROBÓTICA.

Joaquín estaba desolado. Su novia había desaparecido ante sus ojos y no sabía cuando ni dónde podría volver a verla. La noche estaba siendo la más oscura y larga de su existencia. En aquel momento era el único pensamiento que ocupaba su mente, pero AX-7 tenía que hacerle volver al mundo real. La pesadilla real que estaba viviendo en aquel bosque.

En el bosque, las pisadas de aquel árbol viviente de gran boca negra y sin ojos, se acercaban cada vez más. No había más tiempo para darle vueltas a los sentimientos. Más que nada, se trataba de vivir o morir.

– Joaquín, tienes que subir a ese árbol inmediatamente- le ordenó AX-7, a la vez que comprobaba la recámara de su arma. Estaba cargada de suficiente Energía- V y lista para ser usada. Ella también estaba preparada.

– ¿A ese árbol? ¡Buf!-  Dijo Joaquín, pero al ver que AX-7 no le prestaba atención, se dispuso a subir a ese árbol tan alto. No le apetecía volver a caer en las ramas del otro árbol. Instinto de supervivencia lo suelen llamar.

Cuando ya se encontró a una altura considerable; unos tres metros, se sentó en una de las ramas más gruesas. Esperaba que desde allí aquella criatura no le viera. Si eso sucedía, podría despedirse de este mundo y de la posiblidad de poder volver a ver a Sandra. Observó la figura de     AX-7, apenas visible desde allí arriba, pero conseguía verla de espaldas, lista para el ataque de defensa. Su cabello ondeó con la leve brisa, la cual se disipó en cuanto aquella cosa se apareció ante ella derribando árboles a su paso.

Permaneció quieta. Esperaba que su oponente la atacara primero. A Joaquín se le heló la sangre. Deseaba gritarle que a qué esperaba, pero esa acción delataría su posición y  eso no resultaba ser una buena opción.

Ese árbol tan enorme abrió sus fauces y arrojó su lengua afilada contra AX-7 cual látigo, pero esta la esquivó con una simple voltereta hacia atrás y disparando contra la bestia. Unas cuantas ramas y hojas se separaron del resto. Unas se convertían en luciérnagas verdosas y brillantes que salían volando, otras se apagaban cayendo al suelo.

Aquello debió de enojar al ser de sobremanera, pues comenzó a rugir y a lanzar sus largas ramas elásticas contra ella como si hubiese enloquecido, peroella  las esquivaba todas con unos saltos impresionantes. Imposibles en un ser humano. Además, por cada golpe fallido, ella aprovechaba para arrancarle  dos o tres ramas más. Parecía un circo de luces verdes volando por todas partes. En uno de esos saltos, se subió hasta la copa, se agarró a ella y empezó a dar vueltas horizontales como una gimnasta, pero a una velocidad demencial. La retorció y arrancó de cuajo, con la diferencia que no eran astillas lo que desprendía. Ella aterrizó de pie sin problemas. Su calma era absoluta.

La bestia golpeaba con todas sus fuerzas, pero ella era demasiado rápida. Volvió a escupir su afilada lengua y AX-7 la cogió, sin cortarse, con las dos manos. El arma se la había enfundado al muslo derecho. Con la lengua en su poder, corrió alrededor del maldito árbol tantas veces, que a este, no le dió tiempo para reaccionar. Quedó atrapado por su propia extensión bucal.

Los rugidos se volvieron más guturales, pero AX-7 no dejaba de rodearlo dando vueltas también por arriba y abajo. Finalmente salió corriendo en dirección a Joaquín tirando aún más fuerte de esa lengua. Ésto hizo que la lengua se aprisonara más contra varios puntos del tronco del monstruo, como si su lengua fuese una boa constrictora. El último tirón hizo que la bestia quedara cortada en tronquitos. Desde luego que habría sido un buen método de enseñanza a un futuro leñador. Rápido e indoloro, por decirlo de alguna forma.

– Chúpate esa, hijo de puta.- dijo Joaquín.

Los pedacitos caían aún, convirtiendose algunas en luciérnagas brillantes, cuando AX-7 se dio la vuelta para volver con el humano , vio como muchas de esas luces se arremolinaban ante ella tomando forma. Una forma humana, hasta convertirse en una copia exacta de Erika con su simpático abrigo fucsia, abotonada de «Smileys». Ésta miró hacia AX-7 dedicando una malévola sonrisa.

No esperó esta vez y  disparó a la enemiga. La nueva Erika extendió su mano a tiempo para crear una barrera invisible. Un escudo para repeler el láser-V.  AX-7 tuvo incluso que agacharse y tirarse por el suelo para no ser alcanzada por sus propios tiros que le estaban siendo devueltos.

«Erika» corrió hacia el árbol donde estaba subido Joaquín y cuando se encontró a escasos metros del mismo, expulsó su lengua talándolo desde la base. El árbol comenzó a inclinarse y se dejó llevar por la ley de la gravedad, Joaquín gritó. Antes de caer al suelo, saltó y cayó rodando. Los golpes le provocaron dolores en las piernas y el costado, pero al menos estaba bien. Con las mismas, se puso en pie y corrió, desapareciendo en la oscuridad y de la vista de AX-7, que se dispuso a atacar a la androide que perseguía a Joaquín.

Al llegar hasta ella, la nueva Erika la sorprendió. Estando de espaldas,  su pierna se dobló hacia atrás, totalmente recta y le dio una patada en los bajos que la lanzó bien lejos. Justo al golpear el suelo, la otra pegó un salto tremendo y quedó encima de ella, agarrando a AX-7 por los brazos. Dejó salir su lengua viperina para atacar su cabeza, pero sus reflejos eran un don que le venían de fábrica y esos lenguetazos punzantes fueron esquivados tres o cuatro veces seguidas. AX-7 le propinó un cabezazo en toda la cara de la otra, la dejó aturdida por la sorpresa por un segundo. Segundo que ella aprovechó para trincarla de los pelos y volearla, cual muñequita, cinco metros más allá. «Erika» fué chocando con varios árboles que iba derribando a su paso, pero nada mas tocar el suelo, volvió al ataque contra AX-7 que también estaba yendo ya a por ella a la carrera.

Cuando se alcanzaron, no dejaban de propinarse puñetazos. AX-7 dio un salto impresionante por encima de los árboles más altos. Pero eso no detuvo a «Erika», que voló hacia ella y siguió con los puñetazos, atacando de nuevo con su lengua afilada. El puño de AX-7 se incrustó en la cabeza de la otra, chapándola un poco en esa zona. Le sacó un ojo, pero aquello no parecía amedrentarla ni un ápice. Ambas alcanzaron el suelo nuevamente y cuando volvió su vista hacia su contrincante (tan mona ella con su abrigo fucsia), vio que de nuevo tenía su ojo y su cabeza bien formada. Ahora su sonrisa y sus ojos se iluminaron de un verde brillante.

– Mierda de nanobots. ¡Acabaré con vosotros, maldita sea!- le gritó a su rival. Desenfundó su extraña arma de color blanco con rayas verdes fluorescentes. Al mismo tiempo, «Erika» dejó salir su lengua y con ella rodeó el brazo de AX-7 que llevaba el arma. Sus reflejos le fallaron esta vez, pero no lo suficiente, se cambió el arma de mano y disparó un rayo de luz tan potente que provocaba incluso espirales luminosas hasta llegar a su agresora. Pero antes de ser alcanzada, «Erika» apretó y tiró bien fuerte con su lengua, consiguiendo arrancarle el brazo de cuajo.

La brillante sonrisa de «Erika» se desintegró junto al resto de su cuerpo, convirtiendose en pequeñas luciérnagas brillosas que se apagaban, fué como una explosión de su cuerpo. AX-7 se miró su brazo cercenado, por donde asomaban unos cablecillos que echaban chispas y apuntaba hacia el lugar donde antes estaba esa bicharraca mala. Abandonó su brazo y fue en busca de Joaquín, pero unos sonidos extraños que provenían a sus espaldas la hicieron detenerse para ponerse a cubierto.

El arma ya no la guardaba, la sostenía con su mano izquierda, la única que le quedaba de momento y quedó agazapada, observando lo que se creaba ante ella. No sabía en que se convertirían todas aquellas pequeñas luciérnagas que se unían, convergiendo en el aire, pero iba a ser algo enorme y tratándose de nanobots, seguro que monstruoso. No se equivocaba en absoluto. Una bestia de casi cinco metros de altura. Cabeza grande con unos dientes como cuchillos. Una fila de ojos grandes y verdes fluorescentes que podrían observar 360º a su alrededor. Tenía dos brazos con unas tremendas garras, siete piernas con forma de raíces que se clavaban en la tierra y salían de un cuerpo deforme, mezcla de madera y musgo. La espalda, además de tener cientos de orejas de conejos, era peluda, del color del cabello de Erika (su cabeza inerte colgaba del lado derecho del cuello), al igual que su barbilla. Por si faltaba poco, aquella criatura comenzó a rugir y sacó, dejando ver, su triple lengua afilada y gigante. Sería difícil acabar con esa monstruosa mezcla nanobótica (de árboles, conejos y Erika) sin la ayuda que esperaba, pero AX-7 miró su brazo ausente, empuñó el arma y salió en su busca.

– ¡Ey, Arbericon! -así fue como llamó al monstruo- ¡Estoy aquí! ¡Ven si te atreves!

El Arbericon dirigió cinco de sus ojos hacia ella y atacó con sus tres lenguas afiladas. El primer disparo de AX-7 le arrancó dos de ellas, pero enseguida volvieron a formarse. AX-7 estaba más segura que nunca que necesitaría el arma secreta que le encomendó traer a AX-8. Ella sola no tendría posibilidades y ahí lo vio más claro, pero lucharía hasta el final dando lo mejor de sí misma. Se lanzó hacia el Arbericon dando un gran salto y disparando a la vez. La bestia esquivó esos tiros e intentó atraparla hundiendo sus piernas-raíces bajo tierra y atacándola desde atrás y de frente. Las raíces eran tan elásticas como sus lenguas, con una increíble fuerza, la agarró con una de ellas, pero se zafó arrancando la raíz que la había sorprendido desde atrás. También intentó aplastarla con sus enormes zarpas con garras delanteras, pero con una voltereta hacia atrás, justo a tiempo consiguió eludirlas.

AX-7 se incorporó y algo detrás del Arbericon llamó su atención. Si fuese humana, diría que se trataba de una expresión entre alegría y esperanza. Era un vórtice que se estaba formando y abriendo para ejecutar su plan, al que había bautizado como MARI-AX.  Su compañero AX-8 había llegado con su invitada especial y ahora era el momento en el que había que darlo todo. El combate no había hecho más que empezar…

Joaquín corría exhausto a través de la oscuridad del bosque y sentía como algo le perseguía, pero las pocas veces que volvía la vista atrás, para no estamparse contra algún árbol (ni tropezarse con obstáculos indeseados), no conseguía ver de que se trataba.Tampoco es que quisiera descubrirlo. De pronto, se encontró delante de un río que debía de atravesar. El Horcajo no es que fuera un río inmenso, pero le pareció una putada muy grande, pues no se fiaba ni del agua ya. Tras de sí escuchó unos ruídos y al volver la vista, vio a la luz de la luna, a unos conejitos como los que habían matado a Eva, pero esta vez les acompañaban otras criaturas del bosque. Consiguió distinguir zorros, tejones, linces, víboras, jabalíes e incluso, gatos y cabras montesas. Como escarpias se le pusieron los pelos. Dejó de mirar a los animales y se metió en el agua. ¡Qué fría! Lo peor es que delante de el, al otro lado del río, también se congregaban más de esos animalitos. No se metían en el agua, pero Joaquín se vio atrapado sin salida. Le castañeaban los dientes cuando algo le mordió la pierna, llevándose un buen trozo de regalo.

– ¡Aaaah! ¿Pero qué…?

Ese algo lo hundió en el río, creía que se ahogaba. El pánico se apoderaba de su ser y el intentaba por todos los medios salir a la superficie para respirar. Allí no había pirañas, ¿qué sería aquello? Se llevó otro bocado en el costado y esa herida le dolió aún más. Joaquín gritó, casi asfixiado al asomar su cabeza para respirar. Pudo ver como saltaban los peces que le atacaban a su alrededor. ¡Eran truchas!  El Horcajo se vio teñido de rojo sangre.

– ¡Joder! ¡Os convertís en cualquier cosa! ¿Qué es lo que queréis? ¡Lo haré, pero no me matéis!

Sus esperanzas de ser salvado por AX-7, desaparecieron a la vez que las truchas, con una fuerza descomunal, le propinaron unos aletazos que lo lanzaron fuera del agua, a unos tres metros de altura. Un pequeño grito le dio tiempo a dar, antes de que un búho bien grande lo trincara con sus garras en el aire, clavándose como púas en los hombros. Joaquín pataleaba inútilmente en el aire. Entonces unos mirlos se le acercaron en bandada y le sacaron de cuajo el ojo izquierdo, le picaron por todo el torso y  la cara. Cada nuevo dolor le parecía más horrible que el anterior. Ahí entendió que iba a morir y antes de creer desvanecerse pronunció sus últimas palabras, aún sabiendo que nadie iba a poder escucharlas.

– Estés donde estés. Te quiero, Sandra. Perdóname.

Otro búho llegó y clavó su pico en la barriga del muchacho, pilló su intestino delgado  y tiró de el.Los mirlos y los otros búhos que llegaron , se peleaban por ver quienes sacaban más entrañas de su interior. La sangre chorreaba a borbotones y eso aún lo pudo sentir; causándole una tremenda impresión, verlo con el ojo que le quedaba. El búho que lo mantenía, incomprensiblemente, en el aire, lo soltó, yendo a caer entre las otras bestias de la fauna transformada de Trévelez. Al estrellarse contra el suelo, se partió el costado y la pierna derecha. Sus propias tripas le cayeron encima. Joaquín murió, pero esos animalitos no tuvieron suficiente y se dedicaron a destrozar cada célula de su cuerpo.

Escrito por Luis M. Sabio


MARIA DE MIS MARRANAS


Había comenzado el verano y ahí estaba Juan subiendo la calle principal de su pueblo, Tántara, que constaba de unos 220 habitantes aproximádamente. Entre montañas y verdes campos. El muchacho de complexión fuerte, pero delgada, no dejaba de sonreír al móvil que llevaba entre las manos mientras andaba. La mochila negra desgastada con el logo de «Rammstein» en color rojo nunca se la olvidaba poner para salir al tranco de la calle. Ahí guardaba sus cosillas, cómo la PSP y los canutos que había comprado el día anterior.

Juan había cumplido dieciocho años y como estudiante se le podría considerar uno del montón. No sobresalía en ninguna asignatura en especial, pero este curso las había aprobado todas habiendo realizado un sacrificio enorme para el: NO FUMAR PORROS en época de exámenes. Desde luego que había merecido la pena el esfuerzo y estaba loco de contento con todos los mensajes que le llegaban por la red social. Felicitaciones por todas partes. Ahora mismo estaba actualizando su muro, avisando a sus amigos de la red que iba a empezar a trabajar. No hacía ni tres días que empezó las vacaciones y su madre le había conseguido un trabajo para cuidar de los perros de Josefa Blanco, la farmacéutica del pueblo, que se iba dos semanas a Ibiza para despejarse.

Llegó a la puerta de la casa y abrió con la copia de la llave que Josefa le había dado. Montxo y Nemo, los dos pequeños chuchos, se abalanzaron hacia Juan con euforia desmedida. Movían el rabo, le saltaban hasta la cintura y ladraban a modo de saludo.

– ¿Y los niños chicos de la casa? ¿Vamos a la calle?- Dijo Juan y la palabra «calle» era un detonante para que los perros se pusieran más nerviosos aún. Como no quería ser tan malo con ellos, no les hizo esperar. Tras la puerta estaban los ganchos donde colgaban las correas de los perros con sus bolsitas correspondientes para recoger los regalitos marrones que dejaban por ahí. Los sacó a pasear y jugó a tirar la pelota con ellos en un descampado que estaba a solo cinco minutos de allí. Montxo las traía todas, pero Nemo iba más bien a lo suyo.

Después volvió para dejarlos en casa de su dueña, que llevaba viuda tres años. Al quitarles las correas, pensó que era buena idea fumarse un porrito por lo bien que lo había hecho. Se adentró en la casa y entró al salón. Era una decoración bastante austera y tenía muchas figuras de porcelana repartidas por los diferentes muebles. La mochila la dejó caer encima del sofá y se sentó frente al televisor de plasma de cuarenta pulgadas. Cogió el mando y programó la MTV para ver los programas absurdos, pero adictivos a nivel cotilleo, mientras se sacaba los materiales para preparar un cigarrillo de la risa (así denominaba su madre al porro).

Al dar la primera calada, se acordó de la sed que tenía y se levantó para ir a la cocina. Cogió una lata de San Miguel de la nevera y del armario contiguo, una lata de sardinas en tomate, a modo de tapa. Montxo estaba atento a sus movimientos desde la puerta de la cocina. Nemo se quedó frito en el sillón. Antes de cerrar ese armario vio en el estante superior unas aceitunas en conserva y como no llegaba, no se le ocurrió una idea mejor que dejar la cerveza y las sardinas en la encimera para intentar cogerlas poniéndose de puntillas. Ya tuvo mala suerte, pues al retirar el primer bote que alcanzó, los botes que había encima de ese, se cayeron y del susto, Juan se agarró de la leja empeorándo la situación aún más. Todos los botes, latas en conserva y pastas, se estrellaron contra las losas de la cocina con un ruído atronador para el. Montxo salió despavorido y se tumbó junto a Nemo en el salón. Los botes de cristal no sobrevivieron a la caída, las latas se abollaron casi todas y la cocina acabó hecha un asco.

Por un momento se quedó quieto y tras barajar mil opciones en su cabeza, que se podían resumir en dos , trincó la cerveza y las sardinas diciendo:

– Primero me fumo el porro y luego limpio todo esto.- y así fue, pero dos horas más tarde, cuando se despertó de sopetón tumbado en el sofá, por un lenguetazo en la cara por parte de Montxo. Tras limpiar volvió a su casa bastante agotado. ¡Qué buen material se había fumado!

Al siguiente día, su madre lo despertó avisando de que tenía otro posible trabajo para el. Juan abrió los ojos de par en par y miró a su madre desde la cama con cara de susto. No se la esperaba tan encima de el, pero debía ser algo importante para entrar así en su habitación. Ya tenía dieciocho años y necesitaba de cierta intimidad.

– Juanico, esta mañana me he enterado por Pura la frutera, que Paco Navarro necesita a alguien para cuidar su pequeña granja. Dice que ya no tiene fuerzas para dedicarle tiempo y que sólo le quedan sus gorrinos.

– ¿Navarro? ¿El viejo forrao ese?- se incorporó con alegría, pues sabía por oídas que cualquier favor que se le hiciera a ese hombre, se pagaba muy bien. – ¿Y cuántos cerdos tiene? ¿Hay que limpiar toda la casa?

– Dicen que le quedan unas veinte hembras y a la granjilla con darle una primera limpieza general y luego mantenerla, le bastaría. Esto sería para varios meses y te puedes sacar un buen dinerillo para el viaje ese que quieres hacer. También puedes acordarte de tu madre cuando cobres.

Ambos se rieron a carcajada limpia y al acabar, Juan le dio las gracias a su madre por el chismorreo tan suculento. Se duchó bajo el agua fresquita de su ducha cantando «Du Hast». Comió unas magdalenas con un vaso de leche, cogió su mochila para salir de casa y casi se le olvidan las llaves de la casa de la farmacéutica.

Se dirigió directamente a la casa de Navarro y habló con el sobre las condiciones. En un pueblo tan pequeño, la ventaja es que prácticamente todos conocen a todo el mundo y a él lo había visto crecer. Le gustó que Juan tuviera iniciativa en ir a buscarle, pues la mayoría no le dirigían mucho la palabra por lo arisco que era. El viejo conocía su defecto, pero en su mente franquista, no tenía ninguna intención de cambiarlo para lo que le quedara de vida.

– Muchacho, si haces bien tu trabajo, podrás hacerlo hasta que consiga vender el terreno o se me mueran las marranas.- Juan no pudo aguantar la risa.- Son mis marranas y las tengo un cariño especial. Más que a algunos vecinos y familiares. Ahora, también te digo que como se mueran por tu culpa, perderás el trabajito y un cuarenta por ciento de las ganancias totales. ¿Aceptas el trato, esmirriao?- y le extendió la mano.

– Trato hecho.- contestó Juan, extendiendo su mano para confirmar su acuerdo. Cuidar de unas marranas no podía ser tan difícil, ¿no?

 

Esa misma tarde, Juan y el Sr. Navarro, quedaron en su pequeña granja. Allí le explicó todo lo que necesitaba saber sobre su trabajo. Le mostró el cobertizo donde guardaba la mayoría de las herramientas y utensilios. Las que eran para el arado ni siquiera iba a tocarlas, pero ahí estaban. Pero por supuesto, lo que más le llamó la atención fueron las veinticuatro cerdas que tenía en la pocilga, donde el hedor de la mierda era puro y difícil de olvidar. Incluso a las horas de salir de allí, ese olor se quedaba incrustado en las fosas nasales. Las cerdas estaban bien criadas, algunas más gordas que otras, pero todas bien hermosas. Una de sus obligaciones sería sacarlas a pasear dentro de un cercado para mantenerlas en forma y el se reía por dentro pensando en que eran jamones caminantes. ¿Serían obedientes estas marranas? Ni idea, aún quedaba tiempo para descubrirlo.

Cuando el viejo terminó de darle las instrucciones sobre las tareas que le encomendaba, introdujo su mano en el bolsillo del pantalón y le sacó un juego de llaves que llevaba una oveja naranja como llavero para distinguirlas.

– Aquí tienes, chico. Las llaves de lo que me queda de granja.- Juan las cogió y guardó en el vaquero.- Creo que me he explicado con suficiente claridad sobre todo lo que quiero que hagas aquí. Si te surge alguna duda, puedes llamarme al mismo número que te dí esta mañana. No te molestes en mandarme mensajes. No se abrirlos, contestarlos ni borrarlos.

– Nunca he cuidado de ninguna granja y menos de unas cerdas, pero le prometo, Sr. Navarro, que lo haré lo mejor posible. No le defraudaré.

El Sr. Navarro le miró enarcando la ceja derecha y dejó escapar una sonrisa.

– Espero no haberme equivocado al depositar mi confianza en tí. No sabes cuan importantes son estas marranas para mí. Son las últimas que mi señora crió antes de fallecer. No hará falta que te vuelva a repetir lo que sucederá si a mis animales les pasa algo por tu culpa.

– No, señor. Todo me quedó clarísimo. Más claro que el agua del río del que bebemos para saciar nuestra sed. (Ni el mismo se creyó esta cursilada)

– Bueno, chico, me marcho.- El viejo salió por la puerta principal y Juan se quedó atento para escuchar el arranque del motor del Land Rover. Cuando el sonido del vehículo se perdió en la distancia, lo primero que hizo fue acordarse de su colega Pedro. Le envió un mensaje con la buena nueva del trabajo conseguido y el otro no tardó en contestarle.

CONTINUARÁ…

Escrito por Luis M. Sabio


CALOR


¡Que me aspen si sé lo que pasó! No tengo ni idea, lo juro.

23 de agosto de 2012.

Hoy he tenido turno de mañana en el trabajo. Ser el encargado de la sección de ultramarinos de un gran centro comercial puede resultar agotador, pero claro, cada puesto tiene su propia cruz y hay que llevarla a cuestas con orgullo y ahínco. hay que ser constante y no te puede fallar la memoria (ni la calculadora).

Estar a punto de casarse es como subirse a una montaña rusa por más de un año y todo esto se mezcla con las obligaciones que uno ya lleva a diario. Silvia está muy nerviosa con los preparativos y a falta de dos meses para nuestro enlace, resulta que ahora le tienen que arreglar el vestido elegido porque, por muy supersticiosa que sea, la dieta Dukan le ha funcionado de maravilla. La verdad es que se me ha quedado muy estilizada y le he regañado para que no pierda más peso, no por su vestido, sino por su salud. Que yo la amo y amaré igual, pero cuando la abrace, quiero sentirla. ¡Qué seca se me ha quedado! Ese problema lo arreglaremos con nuestro viaje a Nueva York. Allí hay mucha comida basura y encontraremos el equilibrio. Yo también estoy algo histérico, pero no quiero agobiarla con esas cosillas.

Nunca me he preguntado si ella leerá mi diario, pero si lo hace, sólo verá amor. El amor que siento por ella. Todo mi corazón, relleno de ella y con eso me basta. Siete años de noviazgo es un tiempo en el que conoces bien al otro, pero Silvia siempre consigue sorprenderme.

Llegué a nuestra casa de Aguadulce y me encontré su nota en la nevera (como sabe que me gusta una cervecita al volver de la jornada). Ha salido con su hermana Inés  a comprar unas cosas y a que le tomen las nuevas medidas del vestido, así que tardará en llegar a casa porque su hermana la lía y ella se deja.  Prepararé la cena para cuando llegue y que repose esos pies en alto mientras nos reímos con los vecinos de la tele.

Nunca he querido…¡Vaya! Han tocado al timbre.No puede ser ella tan pronto, que sólo son las 17:30.

25 de agosto de 2012.

No sé ni por dónde empezar, ésto es lo más extraño que me ha pasado en la vida. Aún tiemblo al recordar y ni siquiera sé si quiero hacerlo. Anteayer quién tocó al timbre de casa fue mi prima Irina. Prima política en realidad, pues es la esposa de mi primo Luis, con la que tiene dos hijas preciosas.

Bueno, el caso es que cuando le abrí, me sorprendí en demasía. No solía visitarnos aquí por eso de que da pereza coger el coche y venir desde Almería. Venía llorando y agarrándose de los pelos con tanta fuerza que parecía que iba a arrancárselos. Entró al portal, pero no  entró en casa, se quedaba en la puerta. La invitaba a entrar y ella se negaba. Los nervios se la comían. Le pregunté que qué era lo que pasaba, pues yo me imaginaba algo horrible y esta vez odié mi imaginación hasta tal punto de querer enterrarla a pisotones.

Primero me dijo que tenía mucha prisa y luego que alguien se había llevado a sus niñas mientras estaban en el parque que hay junto a su urbanización. Me quedé muerto. Pero mis preguntas ininteligibles de descifrar se unían a su desesperación de querer explicar algo que yo no entendía.

Me dijo que quienes se las llevaron, me querían a mí. Que tenía que irme con ella y que no podía hablar con su marido, ni la policía, ni  con nadie más que conmigo. Que no le dieron explicaciones de por qué a mí, pero que si no lo hacía, jamás volvería a ver a sus hijas. Sin pensarlo, cogí las llaves de casa y seguí a mi prima hasta la calle. Del móvil me acordé más tarde…

A partir de ahí, no tengo claro que me sea fácil volver a conciliar el sueño. Corría tras ella hacia la calle y se dirigió a una furgoneta blanca que tenía los cristales tintados. Irina abrió la puerta lateral, que era de estas correderas y se dio la vuelta para indicarme que entrara tras ella. Su cara seguía desencajada mientras subía y yo, sin dudar, entré tras ella  y la puerta se cerró automáticamente. El susto que me dí fue épico.

Por fuera, la furgoneta parecía estar limpia, pero por dentro era un estercolero. No había asientos,la cabina del conductor y copiloto no se podían ver, pues estaba sellada. El suelo metálico estaba sucio, lleno de tierra, arena y otras porquerías. En el techo había unas barras transversales de dónde colgaban algunos ganchos y dos o tres huesos de jamón con moscas. El olor era petulante y horroroso, pero en ese instante me acuciaban otros problemas más grandes y me senté de culo al lado de mi prima cuando arrancaron la furgoneta de golpe.

Casi me gano una hostia de Irina, pues entre su nerviosismo y el mío disparándola con preguntas que no podía ni sabía contestar, le estaba dando un síncope como mínimo. En resumen, no sabíamos a dónde íbamos. Más bien a dónde nos llevaban, era un sin vivir el no saberlo y desconocer el estado de mis sobrinas. Pero, ¿qué querían de mí esa gente? Eso me estaba matando y cuando fui a echar mano del móvil, me dí cuenta de que lo había olvidado. Silvia quedaría preocupada si no estaba en casa  al regresar de las compras. Tampoco tendría forma de localizarme. Nos estaban secuestrando «voluntariamente».

Después de casi una hora de viaje aguantando baches y curvas, el calor se estaba haciendo insoportable. Aquello era peor que un tíovivo escacharrado que no pudiera detenerse. Algunas veces, las curvas eran tan pronunciadas, que nos golpeábamos contra las paredes del coche y entre nosotros mismos. Ayudé a mi prima a levantarse con dificultad, para agarrarnos de las barras metálicas del techo. Jamás había pasado tanta sed en mi vida. Irina parecía estar a punto de desmayarse, pero yo la sostenía con mi brazo derecho mientras me agarraba a una de las barras con la otra.

El caso es que no recuerdo nada más de ese viaje tan agobiante. Lo siguiente fue encontrarme en una habitación de hormigón, atado con cadenas a la pared, el suelo completo de arena y completamente desnudo. Irina estaba en mi misma situación, pero en la pared de mi izquierda. Por un momento recordé aquella película tan terrorífica en la que salía una marioneta por una pantalla invitándoles a participar en un macabro juego sin tener otras opciones.

Llamé a mi prima mil veces hasta casi quedarme sin voz. Pedí auxilio y preguntaba con el poco aire que había: «¿Qué queréis de mí? «»Dejad que ella se marche con las niñas», pero no obtenía respuesta alguna. Lo intentaba todo; tirar de la cadena, golpearla con mis pies desnudos hasta ensangrentarme con los grilletes que tenía puestos en mis muñecas y tobillos. No alcanzaba a llegar hasta Irina, pero al menos se movía al son de una respiración. Estaba viva.

En uno de los momentos, creo que perdí el conocimento, pues desperté sobresaltado con un sonido familiar. Miré a mi alrededor y frente a mí había una pequeña ventana. No era posible lo que mis oídos escuchaban. Miré a mi izquierda y mi prima ya no estaba. ¿Qué estaba pasando? Me levanté con mucho esfuerzo, pues estaba agotado, el sudor me corría por todo el cuerpo y la arena se me pegaba por todas partes. Y se metía por donde se le antojaba, claro. Incómodo al máximo y mi garganta estaba más seca que un desierto en pleno verano. ¡Qué sed, por favor! Me intentaba apartar el flequillo de la cara y me la llenaba de arena. Conseguí llegar hasta la mitad de aquella habitación, un zulo especial, diría yo. El sonido familiar no dejaba de oírse, así que no era producto de mi imaginación, ¿o sí?

A duras penas pude ver por esa pequeña ventanilla, una cocina antigua y a una señora haciendo un puchero mientras cantaba «Fumando espero». Esa señora era mi abuela…mi abuela muerta desde hacía cinco años. Quedé estupefacto, pero mi voz cambiada la llamaba pidiendo auxilio. No podía ser real, pero tenía que intentarlo. Al agacharme para coger arena y lanzar un poco hacia el cristal para llamar su atención fue todo cuanto se me ocurrió. Al hacerlo, ví que tenía el brazo lleno de agujeritos. Me habían pinchado y el otro brazo estaba igual. ¿Qué estaban haciendo conmigo? Quizás me estaban drogando, pero aún no lo sé y mi abuela seguía cocinando alegremente sin percatarse de mí.

Por lo visto, volví a dormirme…o a desmayarme. Tenía un hambre y una sed terribles. Mi abuela había dejado de cantar. El calor se estaba haciendo cada vez más insoportable.  Pensé seriamente en arrancarme una  muñeca a mordiscos para soltarme, pero pensé en que luego no podría hacer nada más para poder liberarme. No había puertas, sólo esa ventana pequeña, un cuadrado enrejado en el techo y un agujerito en la pared derecha. Antes de percatarme de él por el haz de luz que dejaba entrar, alumbrando el lugar donde antes estuvo Irina…mi cuerpo se descompuso y prefiero no entrar en detalles. Sólo de recordarlo, me vuelven las arcadas por el olor tan peculiar que provoqué y ni siquiera yo mismo me podía limpiar. La puta arena seguía pegándose aún más a mi cuerpo y yo mismo me recordaba ya a los huesos de jamón que había colgados en la furgoneta: Echando peste y lleno de moscas. No sabía cuanto tiempo llevaba allí, pero parecía toda una vida. ¿Estaría muerto y no me habían informado aún?

Eché un vistazo por aquel agujerito de la pared y parecía un poblado del oeste en mitad del desierto almeriense. ¿Estaba en Tabernas? Podía ver la fachada del Saloon con el bebedero para caballos en la entrada. De pronto, aparecieron una joven pareja al lado de un poste. Yo grité pidiendo ayuda, pero ellos debieron de asustarse, pues mi grito parecía más bien un rugido de palabras inconexas y sin sentido. Miraron a su alrededor y la chica parecía decirle algo al muchacho. Con las mismas, éstos volvieron a desaparecer…

Tenía que ser la sed. Estaba delirando, pues no encuentro otra explicación a esto. La siguiente vez que desperté,fue por culpa de una ola. Me encontré en la orilla de la  playa de El Mónsul. Me metí en el agua para refrescarme un poco. Para volver a casa, pasé toda una odisea, pero conseguí una toalla prestada por unos turistas y me acerqué andando hasta el pueblo de San José. En un chiringuito, me dejaron hacer una llamada y lo hice. Llamé a Silvia, que vino a por mí. Decía que llevaba más de veinticuatro horas fuera.  A mi me parecieron muchas, muchas más.

Me llevó a urgencias, pues Silvia me decía que tenía heridas hasta por las espaldas y allí no supieron decirme de qué se trataba exactamente. Le pedí el móvil a mi futura esposa para llamar a mi prima, para saber como estaban ella y sus hijas. Cuando me contestó que estaban muy bien y me dio las gracias por llamar después de tanto tiempo, me quedé de piedra. Le pregunté si no había venido ella a mi casa hace unos días y me dijo que yo me había fumado algo. Que no nos veíamos de hacía por lo menos dos semanas en casa de mi tía. Su suegra, vamos. Cuando colgué, no supe reaccionar y Silvia me trajo como si fuera yo un zombi a casa.

Me he hinchado de comer y beber todo lo que se me ha antojado. He arrasado con la nevera y me he puesto con mi diario personal…pero esto no puedo contárselo a nadie. Al fin y al cabo, mi prima está bien, mis sobrinas también y yo…bueno, yo sigo vivo.

No volveré a hablar de esto con nadie, pero tras hablar con Irina por teléfono, cada vez que Silvia me pregunte por lo que pasó le diré:

¡Que me aspen si sé lo que pasó! No tengo ni idea, lo juro.

>>>>FIN<<<<

Escrito por Luis M. Sabio


LOS NIÑOS PERDIDOS: Capítulo 2º


EL PERMISO

Siguieron cantando todo el camino de regreso y poco faltó para que Cristian se cayera de la bicicleta de Kelly, por culpa de un bache en el asfalto.

– ¡Qué nervios! Quiero saber ya lo que me dirán mis padres.- dijo Sara.

– Bueno…pues yo no creo que me dejen ir.-le contestó Kelly con cara de tristeza.

– ¿Por qué?- preguntó Cristian a sus espaldas.

– No sé, nunca tengo recursos económicos.

Cristian la observó desde su perspectiva, mirando su cabello rubio, recogido en dos trenzas. Entonces frunció el entrecejo.

– Eres muy pesimista, ¿sabes?

– Sí, quizás…¡Eh! Bob y Sara nos están dejando atrás. ¡Vamos a por ellos!- Kelly al decir esto, comenzó a pedalear más fuerte y los adelantó a todos, llegando juntos al pueblo. Tan apartado de la civilización, que nadie tenía un teléfono móvil, tablet, portátil, computadora o cualquier aparato electrónico, exceptuando algunos habitantes (total de población: 155) que disfrutaban de TV y teléfono fijo.

Cristian entró en su casa, donde solo le esperaba su madre. Le echó valor y le preguntó si podía ir mientras le extendía el folleto con el anuncio. Esta lo cogió y se sentó en el sofá para leerlo mejor. Cristian jamás había visto a su madre tan interesada por algo que el le pidiera o dijera, así que le pareció una situación extraña. Pero sin duda, le gustó. Dolly dejó el anuncio encima de la mesa y miró a su hijo, con unas enormes ojeras de cansancio.

– Espero que allí te den bien de comer.- le dijo.

– ¿Cómo?- preguntó Cristian estupefacto.- ¿Entonces puedo ir?

La reacción de su madre fue irse a la entrada de la casa para coger el bolso que tenía colgado, sacó su billetera y se acercó a su hijo para darselo. La mirada de Cristian se debatía entre su madre y el fajo de billetes que había en su mano. Una gran sonrisa se dibujó en su rostro y grito de alegría se le escapó al coger el dinero para su excursión.

– El autocar sale de sobre las diez de la noche, tendrás que preparar la maleta que no se hace sola. Que no se te olvide nada y llévate solo lo importante e imprescindible.

– ¡Wow!, gracias mamá.- le dio un abrazo y entre brincos dijo- Voy a ir a decírselo a los demás, no puedo esperar. Pero primero haré las maletas.- con esto, subió las escaleras hacia su habitación.

Mientras, en casa de Sara. Los dos hermanos no sabían como decírselo a su madre, que estaba fregando unos platos en esa cocina empapelada de flores, pero de alguna manera tenían que hacerlo.

-¿Mamá?- empezó Bob.

– ¿Qué quieres, hijo?- preguntó Kate desinteresadamente.

– ¡Mamá! Es que…mira.- le dijo extendiéndole el anuncio, extendiendo su mano y poniéndose de puntillas hasta casi pegarselo en la cara a su madre. Ella cerró el grifo y cogió el papel,  ni siquiera se preocupó por secarse las manos. Lo leyó. Vaya que si lo leyó ahí de pie con una mano apoyada en el fregadero. Sus ojos parecían encender las llamas de la furia cada vez más incontenida  y al final explotó.

– Ah, no puedo creerlo. Tú, tú, tú y tú. ¿A un campamento de verano vas a ir? Con la crisis que hay montada en casa, sólo piensas en tí. ¡Fantástico! Es una idea estupen…

– ¡Mamá!- gritó Sara para hacerse de notar que también estaba ahí.

– ¿Qué quieres? Estaba hablando con tu hermano muy seriamente. Es intolerable…

– ¡Yo también quiero ir al campamento!- la volvió a interrumpir Sara.

– ¿Al campamento? ¿Para qué?

– Sí, para pasarlo bien. Desconectar un poco con todo, conocer nuevos amigos, disfrutar de la naturaleza, aprender y esas cosas.

– Pero, Sara,..- comenzó a decir Kate. Pero su hija estalló.Algo maleducada hacia ella si que era, pues la interrumpía casi cada vez que hablaba.

– ¿Pero? Siempre hay «peros», mamá. Estoy harta, cansada de siempre lo mismo.¿No sabes decir otra cosa? Hemos aprobado, ¿no nos merecemos unas mini vacaciones?

– Pues entonces mejor unas peras.-le contestó Kate.

– Tampoco quiero peras, solo quiero «pelas».

– Si lo que quiero decir es si quieres unas peras para llevaroslas para el viaje en autocar. Siempre entra hambre en esos viajes.- su madre le dedicó una sonrisa y a ella le dio una vergüenza tremenda no haberse dado cuenta que su madre estaba interpretando un papel para engañarle y darles la sorpresa. Aquello alegró el corazón de los hermanos. Se fundieron los tres en un abrazo lleno de besos de agradecimiento y cariño.

– Gracias, mamá.¡Olvidé lo buena actriz que eres! Gracias.

Su madre le besó la frente a su hija. Bob y Sara subieron entusiasmados las escaleras para preparar las maletas del viaje. Qué ilusión.

En cambio, en casa de Kelly, las cosas no iban tan bien con la autorización de la excursión.

– Pero mamá, yo quiero ir.- le decía Kelly a su madre- ¿No tendrías algo para darme de lo que ahorras para más alcohol?

– Mira, nena. Ni quiero dártelo, (¡Ups!) ni me queda nada ya.- se rió y volvió a eructar. Así es como hablaba Sue a su hija y esta, claro, no pudo más y entró en cólera.

– ¡Eres una borracha!¡Nunca me prestas atención!¡Siempre te ha dado igual donde vaya! Y ahora…que es la única vez que te pido dinero para ello, no me lo das.- gritaba enojada, pero su rabia también hizo que unas lágrimas cayeran en cascada por su rostro. Esas lágrimas no producían ningún efecto en sentir lástima hacia ella por parte de Sue. En vez de eso, se enzarazaron en una larga discusión que parecía infinita. En ella se mezclaron asuntos como la muerte de su padre, que nada o todo tenían que ver con el asunto. Desde luego, lo que estaba claro es que su madre no le iba a dar ni un duro. Se lo gastaría ella en sus botellas quitapenas. , encerrada en casa y comiendo nachos. Con la paga, Sue solo compraba alcohol y latas de conserva. Decía no tener ganas de cocinar y eso es lo que comía Kelly. Se indignó muchísimo, así que decidió largarse por un momento de casa y llevarse sus lágrimas a otro sitio. Se encontró de frente con sus amigos, que al parecer iban en su busca.

– ¿Qué te pasa, Kel?- preguntó Bobby, preocupado por la cara que esta tenía. Ella se limitó a mirarles y decir:

– Dejadme en paz. No estoy de humor ahora…no puedo ir al campamento.

– ¿Cómo que no vas a ir?- preguntó Cristian con una sonrisa. Kelly no entendía nada, a veces los niños la desquiciaban con sus explicaciones, pero lo sobrellevaba muy bien.- Sabíamos que tu madre no te iba a dar dinero y menos para un viaje si no te lo da para comprarte una pulsera. Así que…

–  Pedimos el doble de dinero para pagar entre todos tu parte del viaje y no te lo pierdas.- terminó diciendo Sara.

– ¿Que vosotros, qué?- alucinó Kelly.

– Que pedimos el doble de dinero.- dijo Bob con entusiasmo.- Les dijimos que costaba casi el doble de lo que ponía en el folleto y nos lo han dado. Tenemos para pagar tu alojamiento y tu viaje. El resto del dinero que sobre, será para helados.

– ¿Habéis hecho todo eso por mí?- preguntó sorprendida.

– ¿Quién nos iba a contar las historietas mejor que tú?- preguntó Cristian.

Juntos se rieron a carcajadas y después Kelly se marchó a su casa para preparar su equipaje, que la hora se les echaba encima, pues estaba a punto de anochecer. Era una oportunidad de «Lo tomas o lo dejas», superoferta de último minuto,…estaba deseosa, necesitaba relax. La tristeza que sintió se había esfumado totalmente de su mente.

UN VIAJE ACCIDENTADO

El momento de partir llegó y Kelly se despidió de su madre pidiendo que se cuidara. Cristian también se despidió de sus padres regalando un abrazo a cada uno, pero no pudo reprimir su ansiedad por el viaje. Tom, el padre de Bob y Sara había decidido llevar a los chicos hasta la estación de autobuses de dónde partirían hasta el campamento. Los dos hermanos besaron a su madre y corrieron hasta el coche con un entusiasmo tremendo.

La verdad es que Kate, aprovechando la marcha de sus hijos, había planeado de ir con Tom a un lugar de playas exóticas, pues desde su luna de miel, no habían realizado ningún viaje ellos dos solos. Vio la oportunidad y no pensaba desaprovecharla.

– ¿No os habéis olvidado de nada?- preguntó.

– No.- contestó Sara desde la ventanilla del coche.

– ¡Os echaré de menos!- exclamó su madre.- ¡No os peleéis!

– Nosotros también te echaremos de menos. ¡Adiós, mamá!

– ¡Adiós! ¡Pasadlo bien!

Con estas palabras, el coche se puso en marcha. Kelly iba sentada en el asiento copiloto, junto a Tom y los chicos con Sara detrás. Kelly se había puesto una indumentaria cómoda, unos pantalones vaqueros, una camiseta pegada de manga corta con un chaleco negro encima y unas botas negras. Cristian llevaba unas bermudas de color caqui, una camiseta verde oscura y una riñonera marrón a la cintura. Bobby con camiseta blanca de propaganda con una camisa roja desabrochada encima y unos pantalones de verano color caqui también. Sara parecía que iba a alguna fiesta con un vestidito fresco de color blanco con unas botitas a juego, pero tenía pensado cambiarse en cuanto llegasen a su destino. No llevaban ni cinco minutos de trayecto, cuando Bob empezó a chinchar a su hermana.

– ¡Vaya coleta que te has hecho hoy! Jajaja- y le dio un tirón de la misma mientras lo decía.

– ¡Déjame Bob! ¡Ay! ¡No me tires más de la coleta! Me estás haciendo daño.- se quejó Sara.

Tom miró hacia atrás por un momento y les regañó.

– ¡Niños, estaos quietos! ¿No os da vergüenza pelearos tanto siendo hermanos? Me parece increíble. Y Bob, juega a otra cosa, anda.

Cristian y Kelly no pudieron evitar reírse un poco de aquello. Para quitarle hierro al asunto, Kelly propuso cantar unas canciones, no sin antes preguntárselo a Tom. Lo último que quería era provocar ira o distracción al conductor. El repertorio de los últimos éxitos del mundo de la música empezó a ser la banda sonora dentro del vehículo. Tom conducía mirando atentamente a la carretera, siempre lo hacía, pero con tantos críos bajo su responsabilidad, aún más. Así fue durante media hora, turnándose para elegir canciones, hasta que acabaron la última.

– Venga Cristian, ahora te toca a tí de nuevo elegir.- dijo Bob.

– No.- replicó Tom.- Ya hemos llegado (y qué gusto le dio decir eso).

– Guachi.- dijo Sara.

– ¡Qué guay!- gritó Cristian.- ¡Por fin!

La euforia estalló dentro del «cuatro ruedas». Se detuvieron y los amigos bajaron para coger sus cosas del maletero. Antes de marchars, Tom le dio algo de dinero a Kelly para que se compraran algo para el viaje en la cafetería de la estación. Después de eso, se despidió y se marchó desapareciendo por la carretera.

Compraron los billetes, unos dulces y agua para el camino. Luego buscaron el dársena 7, que era el de su autocar. Al llegar, los niños se quedaron contemplando al que iba a ser su conductor. Era fuerte, robusto, alto e iba vestido con su uniforme de colores azul marino oscuro y camisa blanca. El logotipo de su empresa sobre su pecho izquierdo,el cigarrillo en su mano derecha y el humo casi ocultando su rostro que portaba unas gafas de sol de las buenas. Aún no era su hora, pero quedaba poco y el conductor, con una gran sonrisa, tiró su cigarrillo y abrió el compartimento para que los viajeros guardasen sus equipajes. Cristian sacó unos trompos de su riñonera y se puso a jugar con Bob ahí mismo. Había mas chicos esperando. Tanto sentados como de pie dando vueltas por los nervios.

– ¡Todos al autocar!- llamó el conductor a sus pasajeros.

Todos se pusieron en fila para subir por orden. Kelly no soltaba su mochila por nada. El autocar era muy amplio y habiendo tan poca gente, la comodidad iba a ser suprema pudiendo ir cambiándose de sitio durante el trayecto. Las puertas del autocar se cerraron.

Un chico rubio, alto y guapo que ocultaba sus ojos tras unas gafas de sol, se acercó a Kelly.

– ¿Cómo te llamas, guapa?- le preguntó quitándose las gafas para deslumbrar a la chica con unos enormes y bellos ojos azules.

– Y..yo?- preguntó ella, asombrándose de su timidez.

– Si, tú.- y le dedicó una sonrisa de dentadura perfecta. Sólo le faltó el típico destello en los dientes, como en los anuncios de pasta dental.

– Me llamo Kelly.- contestó más firmemente.- ¿Y tú?

– Kelly…¡qué nombre más bonito! Mi nombre es Joe. Encantado.- y se dieron los dos besos de presentación en las mejillas.

Ahí quedaron los dos conversando un poco más. Cristian no perdía el tiempo y hablaba con un chico que se llamaba Edgar, pero le gustaba más que le llamaran Ed, para abreviar. Morenito de piel y cabello, parecían tener muchos gustos en común y serían más o menos de la misma edad.

– ¿Te gustan las películas?- preguntó Ed.

– La verdad es que no he visto muchas, apenas veo alguna porque cuando no hay colegio, estoy todo el día fuera en la calle. Te aseguro que estar en mi casa es un auténtico infierno.

– Pues mi casa es todo lo contrario. Estoy todo el día dándole al ordenador y haciendo gimnasia para mantenerme en forma.Soy adoptado, ¿sabes? Mis padres murieron en un accidente de tráfico y una familia rica me acogieron en su casa. Pero antes de eso, tuve que pasarme dos años en un orfanato horroroso y asqueroso.

– ¡Wow! Si que te ha jodido la vida.- interrumpió Bobby, como casi siempre.

– ¿Quién es este?- preguntó Ed mirando a Cristian con la ceja izquierda levantada hasta la frente.

– Éste es mi pequeño amigo Bob.- contestó tranquilamente.

– ¿Sólo tienes a este como amigo?

– Sí, es el mejor. Pero tengo otras dos amigas que son buenísimas.

–  ¿Y cómo se llaman?

– Sara, que es la hermana de Bob y Kelly. Están sentadas por ahí delante.

-¿Cuántos años tienen?

– Sara, 14 y Kelly, 16.

– Qué raro, ¿no? Tú con 13 años y tienes amigos con esas edades.

Edgar se extrañó muchísimo, pero Cristian se rió y le contestó mirando a Bobby.

– Lo mismo que dicen que el amor no tiene barreras, la amistad tampoco entiende de edades.

Un niño se acercó, sentándose cerca de Ed y miraba fijamente a los dos amigos.

– ¿Quién es?- preguntó Bob.- Me da miedo su mirada.

– Es un amigo.- contestó Edgar- No puede hablar, es mudo.

– ¿De nacimiento?- preguntó Cristian.

– No, lo cierto es que lo traían mis padres para que durmiese en casa aquella noche…

– O sea, que el estuvo dentro del coche cuando ocurrió el accidente.- dijo Cristian.

– Así es. Yo creo que por el miedo que pasó con los golpes y vueltas del coche, no recuperó el habla.- contestó Ed muy triste.

– ¿Por qué no hablamos de otra cosa?- preguntó Bob.

-¿De qué quieres hablar Bibi?- preguntó Ed con algo de sorna.

– No me llames así. Me llamo Bob.

– Vale, perdón., Bob Bobby.- le contestó Ed con una sonrisa, mirando a Cris. Bob le miró con furia, pero nadie se dio cuenta que Jim, el mudo, también se le escapó una sonrisa.

– Ya en serio.- dijo Ed.- ¿Qué películas os gustan?

Todos se quedaron pensativos, pero cada uno dijo una película y así descubrieron sus gustos. A Bob le gustaba Parque Jurásico, a Cristian las de superhéroes y a Ed las de acción.

– Y a Jimmy, le gustan las película en blanco y negro del cine mudo. Ja ja ja.- bromeó Ed.

A Jim no le gustó esa broma, se le saltó una lágrima y agarró con furia a Edgar por el cuello de la camiseta. Le amenazó con su mirada, pero decidió dejarlo así y se sentó junto a Sara, a la ni siquiera conocía.

– ¡Te has pasado mogollón, tío!- le gritó Joe. Éste tragó saliva del susto, pero Kelly lo salvó de una reprimenda. Lo cogió de la mano y le dio un beso en la boca.

– ¡Vaya morreo!- saltó Bob.

– Eso os aseguro que no lo hace todos los días.- dijo Cristian. Los tres empezaron a reírse.

Sara miraba por la ventana los árboles y montañas, pero no perdía ojo del chico que se había sentado a su lado con cara de amargado. Tras pensarlo, decidió preguntar.

– ¿Cómo te llamas?

No tuvo éxito su intento de iniciar una conversación, ya que el niño la miró e intentó deletrear su nombre con la boca y gesticulando con las manos. Ella no entendió nada, así que volvió a mirar por la ventana. Jim quedó cabizbajo y frustrado.

A pesar de eso, al rato todos los chicos ( y las dos chicas) ,se conocieron. Hablaron incluso con el conductor, pero lo único que le sonsacaron fue su nombre. Bruce, se llamaba así. Todos volvieron a sentarse cuando este se hartó de preguntas y los mandó a tomar asiento.

Estaban cada cual a lo suyo, hablando tranquilamente cuando al conductor, por el cansancio, se le cerraron los ojos. El autocar perdió el control. La velocidad aumentó considerablemente al encontrarse en pendiente por una montaña. Todo iba cuesta abajo. Los gritos de los niños no tardaron en florecer. El autocar detuvo su marcha en seco, quedando al borde de una pendiente pronunciada. El pánico cundió.

– ¡Joe! ¿Qué vamos a hacer?- decía Sara desconcertada.

– ¡Calmaos! No os asustéis. No pasará nada. Intentaré abrir la puerta.- Se acercó, pero el conductor parecía desmayado más que dormido.  Habría sido un golpe de calor.

– Cuidado a ver si esto va a hacer que perdamos el equilibrio y caigamos.- la parte delantera del vehículo se inclinó hacia adelante.

– ¡Estamos perdido! ¡Acabados! ¡Adiós, vida!- Kelly hablaba sinsentido, estaba muy asustada. Joe se le acercó.

– Cariño, no te asustes. Yo te cuidaré hasta el final.- y la abrazó. De alguna manera tenía que simular que estaba aterrado también.

De pronto, Jimmy parecía haberse vuelto loco, se movía compulsivamente y señalaba al conductor. Joe corrió a ver lo que Jimmy le quería decir. Bruce se había puesto morado por momentos, estaba muerto, eso es lo que Jim le intentaba decir. El autocar comenzó a balancearse peligrosamente. Todos fueron corriendo a la parte trasera, pero ya era demasiado tarde.

El autocar finalmente cayó y empezó a dar vueltas cuesta abajo derribando los delgados árboles de la pendiente. En el interior todos gritaban. Los cristales se rompieron, los niños se cortaban y los asientos se salpicaban de sangre. El cadáver de Bruce cayó encima de Bob en una de las vueltas y el gritó aún más intentando apartarlo. Todo sucedió muy deprisa. El autocar se hacía pedazos por cada vuelta que daban y el mareo provocó los vómitos de algunos de ellos. Alguna rueda se desprendió adelantando al autocar y los chicos perdieron el conocimiento.

Por fin el autocar se detuvo bocabajo al chocar contra un árbol más robusto.  Los chicos quedaron tumbados de inconsciencia sobre el techo entre cristales y sangre.

Pasaron varios minutos hasta que Bob se reanimó. Tenía una herida muy fea encima de la ceja y varios arañazos y hematomas por el resto del cuerpo, pero no se había fracturado nada, lo importante es que seguía vivo. Buscó a los demás, que fueron despertando poco a poco.

– ¿Ed? ¿Te encuentras bien?- le preguntó Cristian, al que se le habían partido algunos dientes contra algún asiento. Por supuesto, todos estaban heridos, pero Edgar presentaba unas heridas horribles, cortes profundos, pero sobre todo en su muslo derecho. Ahí tenía una enorme raja de la que brotaba sangre sin parar inundando todo a su alrededor. A Cristian le entró el pánico nuevamente.

– ¡Edgar!- insistió en llamarlo, hasta que por fin este contestó (con una voz muy débil).

– Qué…

– Vamos, tenemos que salir de aquí.

Jimmy le miró negando con la cabeza .

-¿Por qué?- le preguntó Joe desesperado.1

En ese momento, Kelly, Sara, Bob,Ed y Cristian, se dieron cuenta de lo que Jim les pretendía decir. Empezaron a gritar al ver como un oso enorme se acercaba a ellos. Al escucharlos, el animal hizo un ruído extraño y se puso en pie delante del autocar volcado. Joe no tardó en cagarse de miedo y echarse atrás para alejarse de ese bicho. El oso comenzó a golpear el vehículo y todos volvieron a gritar de espanto.

– ¡Vamos a salir por las ventanas!- les gritó Joe.

Todos le hicieron caso y Joe ayudó a Ed a salir de allí para después echárselo al hombro. Esa pierna lo estaba poniendo perdido, pero en ese momento, lo único que importaba era huir de aquel oso. Corrieron mirando hacia atrás y vieron como el oso perdió el interés en ellos. A pesar de eso, vieron unas enormes rocas y se escondieron tras ellas.

Kelly ayudó a Joe con la herida de Edgar. Lo tumbaron en el suelo y Joe se sacó un pañuelo rojo que llevaba en el bolsillo trasero del pantalón para presionar la herida. Ella se quitó el cinturón y le hizo un torniquete por encima del muslo. Bob se quitó la camisa que llevaba desabrochada a petición de Joe para taparle la herida. A Sara pareció darle un ataque al presenciarlo.

– ¡No estamos aquí! ¡Estoy en casa, estoy en casa! ¡Nunca subí al autocar! ¡Quiero a mi mamá!

Joe se levantó y la cogió por los hombros para tratar de tranquilizarla. Su vestido estaba lleno de sangre y tierra. También había sufrido varios cortes y arañazos, pero ninguno de gravedad.

– Mamá me va a matar…-decía la niña.- No debí ponerme el vestido nuevo. ¡No!- Sara no conseguía tranquilizarse, los nervios no la dejaban. Su hermano se arrimó a ella.

– No creo que eso le importe a mamá.- le dijo Bob, que le corrían unos surcos de lágrimas mezclados con tierra y sangre por las mejillas.Además de la frente sudada y llena de porquería.- A ella lo único que le interesa es que volvamos a casa sanos y salvos.

Kelly volvió junto a Joe al autocar con cuidado para buscar su mochila y (¡gracias!) no tardaron en encontrarla. Regresaron detrás de las rocas con los demás y ella sacó su botiquín personal de la mochila. Curó como pudo a Ed y luego entre ella y Joe hicieron lo mismo con los demás y ellos mismos.

– También tengo unas agujas de costura e hilo.- dijo Kelly mirando a Joe.

– ¿Qué quieres decir con eso?

– Que le podriamos hacer unos puntos a Ed en el muslo para cerrar la herida.

– ¿Sabes hacer eso?

– Bueno, sólo lo he hecho sobre telas y ropa, pero creo que no tenemos más opciones por aquí.

– Bueno, dime qué quieres que haga.

– Desinfectaré la aguja con el alcohol, mientras tu le limpias la herida, ¿vale? Luego le agarras fuerte la pierna para que yo pueda intervenir.- Joe la miraba como un tonto embobado y asustado, pero reaccionaba rápido.- y tú Cristian sostendrás esta linterna (la sacó de su mochila) para alumbrar el muslo.

– De acuerdo.

Todos estuvieron atentos y nerviosos ante la «operación». Sara se comía las uñas, Bob se rascaba la cabeza, Cristian se quedó inmóvil y Jim se dedicó a romper ramitas mientras observaba igual que el resto, con los ojos desorbitados.

Ed se quedó durmiendo, bueno, en realidad se desmayó al ver la aguja que sostenía Kelly en la mano con un hilo negro enebrado. Empezó a coser  el muslo y cuando acabó pareció no haberlo hecho nada mal. Se levantó.

– Hemos terminado, Joe.

– Lo has hecho muy bien, doctora.- le contestó.

Todos se pusieron muy contentos al ver que Ed abría los ojos tras dos horas de espera. Serían aproximadamente las cinco y media de la mañana.

– Gracias.- fue lo primero que dijo Ed mirando a Kelly.

– No hay de qué, tontín  Los amigos están para eso.

Rieron un largo rato, pero en algún momento, el sueño les venció a todos. Cristian se levantó de golpe.

– ¡Despertad! ¡Ya está amaneciendo!- con ese grito despertaron los demás.- Nos hemos dormido. Deberíamos buscar algún refugio para escondernos de los animales salvajes.

– Cristian tiene razón.-afirmó Joe.- Hay que encontrar algún refugio o algo buscando protección y ver si tienen teléfono. Tenemos que pedir ayuda y avisar del accidente por lo de Bruce y Ed.  Se levantaron todos y comenzaron la caminata por el bosque. No estaba muy verde ese bosque, parecía mas bien como si hubiera sufrido algún incendio no hace mucho. Caminaron en una dirección que desconocían, pues no sabían ni donde estaban.  Joe y Kelly mantenían la esperanza de poder descubrirlo pronto.

– Estoy cansado.- dijo Bobby.

– ¿Estás muy cansado?- le preguntó Joe detrás de el.- Qué lástima, yoo llevo a Ed a mis espaldas tres horas seguidas ya y…

Kelly cortó a  Joe en mitad de la frase.

-¡Mirad! ¡Ahí delante hay unas tiendas de campaña de color verde…¿Qué hora es?

– Son las ocho y cuarto de la mañana.- contestó Cristian. Sara les miró como una zombi.

– Bien chicos, ¡estamos salvados!- dijo Joe.

– ¡Bieeeeen!- gritaron todos a la vez y corrieron hacia el campamento. A Jim se le iluminó el rostro de felicidad. Al final llegaron y lo primero que hizo Joe fue dejar a Ed en el suelo. Éste se apoyó en su hombro, manteniéndose  con su pierna sana. Estaban todos muy agotados, pero se quedaron boquiabiertos cuando vieron el letrero de la entrada del campamento.

CAMPAMENTO DE VERANO

«LOS * PERDIDOS»

Escrito por Luis M. Sabio


REPLICANTE: PARTE 8


Los tres amigos se miraban mútuamente y luego hacia el arbusto con una tensión que parecía poder rasgarse con un simple susurro. Se encontraban temerosos por desconocer lo que se ocultaba tras esos matorrales y de pronto la incógnita se dejó ver.

– ¡Es un conejo!- exclamó Sandra; así que suspiraron aliviados mientras veían al animalito de color marrón claro que les observaba con su simpática forma de olisquear a su alrededor.

– Qué susto que nos ha dado el jodido.-dijo Joaquín.

– Con lo bonito que es. Mirad qué orejitas más graciosas tiene, como las tensa para escucharnos.- decía Eva mientras se acercaba al animal.- Ven, bonito.-dijo extendiendo el brazo, pero el conejo no se movió del sitio.- Es que mis abuelos antiguamente criaban a sus animales de corral en el pueblo. Así que crecí con ellos…los conejos y las gallinas eran mis animales favoritos. Me encantan, son adorables por mucha peste que luego huelan.

Joaquín y Sandra la observaban, pero él no dejaba de mirar de un lado a otro, pues no olvidaba el motivo por el que se encontraban en mitad del bosque de Trévelez a esas horas de la noche. Los pájaros no cantaban, el silencio reinaba y menos mal que la lluvia había cesado con su húmedo incordio. A todo esto, Eva estaba cada vez más cerca del conejo y a Sandra le asaltó una duda repentina.

– Que cosa más rara.- le comentó a Joaquín- Lo lógico sería que el animal huyese de ella, no que se acerque y se quede ahí mirandonos. ¿No?

– Pues ahora que lo dices, si que es extraño…-comenzó a decir él. Pero justo en el instante que Eva se agachaba ante la criatura para intentar acariciarla, otros ocho conejos aparecieron de la nada para rodearla. De esto ella no se había dado ni cuenta y sus amigos vieron a esos conejos acorralandola cada vez más sin dejar el ritmo compulsivo de sus hociquillos.

– ¡Cuidado Eva! ¡Ésto tiene que ser una trampa!- gritó Sandra.

Eva, al escucharla, dejó de prestar atención al conejo para incorporarse bruscamente y con las mismas darse la vuelta y contemplar lo que a su amiga había alarmado tanto. Se quedó atónita, pues jamás había visto nada igual desde Blancanieves y estos no parecían venir para bailar y cantar. En segundos, mientras le pasaba esa chorrada por la mente, más conejos salieron de sus escondites y ya se podían contar más de veinte. No supo reaccionar, quedando paralizada y observando a esos bichejos como la miraban a ella…con lo bonitos que eran, ahora de estos no tenía la misma opinión.

Joaquín miró al suelo buscando desesperadamente algo para arrojarles y espantarles. Vio unas piedras de mediano tamaño, que no dudó en recoger y lanzar. Acertó de pleno contra el cráneo de uno, que lejos de salir huyendo o caer abatido por el golpe, se convirtió en una nube de luciérnagas verdosas y luminiscentes. Cual enjambre de abejas, salieron volando en dirección a su agresor y al estar Sandra a su lado, también se convertía en su objetivo. Ambos, de forma instintiva, se dispusieron a salir corriendo para proteger sus vidas, pero unas raíces brotaron de la tierra y les sujetaron los pies firmemente impidiendo su avance. Cayeron al barro  escuchando los llantos de Eva.

Eva se había orinado encima por la situación y por si no había tenido bastante, aquellos conejos, ahora incontables para ella, iluminaron sus ojos del mismo color de las luciérnagas que estaban atacando a sus amigos. Uno de ellos saltó hacia su rostro y antes de propinarle un manotazo para apartarlo, consiguió ver unos dientes afilados de color metal. Definitivamente, no eran conejos normales…Luego se le complicó más, no paraban de atacarla ,así que ella repartía patadas, pisotones y manotazos a diestro y siniestro. Luchaba por sobrevivir, pero consiguieron morderle las piernas, desgarrando sus músculos y tendones. Sintió un tremendo dolor,  pero no le dio tiempo a quejarse por el cuando otros tres o cuatro le atacaron los brazos y quedaban enganchados a ellos. Le vencieron las piernas y perdió el equilibrio cayendo de lado entre la masa de conejos. Ella gritaba, pero nadie podía ayudarla ya, pues lo último que sintió es que le arrancaban las orejas y cada vez más partes de su cuerpo. Se desmayó y cerró el ojo que le quedaba por última vez en su existencia, pensando que estaba siendo devorada por extraños conejos híbridos o algo parecido. Estuvo equivocada, pues no estaba siendo devorada, sino que estaba siendo descuartizada en pedacitos por «destructores» con la apariencia de esos animalitos que despertaban bellos recuerdos de su infancia. Pero claro, ella desconocía ese dato, poco importaba ya si su luz se había apagado y lo último que pudo presenciar fueron sus propias entrañas escapando de su interior. Y los conejos jugaban y parecían burlarse. Disfrutaban.

Sandra quiso morirse cuando esas raíces (¡vivas!) se enredaron por sus tobillos, levantándola al vuelo y dejándola cabeza abajo a más de tres metros de altura. Veía como su novio corría la misma suerte a escasa distancia la una del otro. Por un momento se sintió como un murciélago.

Raíces que emergían de la tierra para atraparte y colgarte, era una locura, ¿estaba volviéndose loca?- pensaba Sandra. No pudo más que gritar, agitando los brazos e intentando tomar impulso para poder agarrarse a la raíz que la sujetaba. No quería que la sangre se le subiera a la cabeza, pero parecía más que complicado, algo imposible.

Al fin lo consiguió, creo que pasaron segundos, pero a ella le parecieron horas. Se enganchó y se arrepintió de momento, pues ahora podía ver de dónde procedían realmente aquellas raíces tan monstruosas. Miró hacia Joaquín, que no aún seguía con sus movimientos convulsivos, boca abajo y ella le gritó, pues no podía ser real lo que sus ojos le hacían ver.

– ¡Nene! ¡Mira! ¡Por lo que más quieras! ¡Mira!

Joaquín detuvo sus pasmódicos intentos de huída y miró. Entonces fue cuando lo vio. El árbol con dientes afilados, la bestia que Dani les había descrito cuando apareció de regreso…sin Erika.

– Mierda, estamos muertos.- lo dijo en voz alta de forma involuntaria.

A pesar de sus palabras, Sandra estaba decidida a escapar y comenzó a morder la raíz, aunque sus dientes no consiguieron siquiera arañar la superficie. Aquello estaba más duro que el metal y tampoco es que ella fuera un castor, pero la desesperación, a veces, nos hace realizar actos que jamás habríamos imaginado. Miró hacia la boca oscura con dientes deformes y brillantes en mitad del tronco. Volvió su mirada a su querido y vio que este se había rendido quedando paralizado por el pánico.

– ¡Joaquín, por dios, haz algo! ¡ Que nos va a comer vivos!- le regañó ella. El levantó la cabeza para mirarla a los ojos, estaba algo mareado y contestó mientras las raíces los acercaban más a las fauces del monstruo.

– ¿Y qué quieres que haga?

–  ¡Alto chatarra inmunda! ¡Ha llegado el alma de la fiesta!

Como pudieron, la pareja miró atrás, de donde procedió aquella voz. La bestia se detuvo en eso de abrir y cerrar su boca (si así se le podía llamar) para hacerles sudar del miedo.

Era una chica. Iba vestida con un mono ceñido de color negro. Portaba un arma un tanto singular entre sus manos y esta no dudó en disparar unos rayos verdes con ondas eléctricas del mismo tono a los conejos que estaban bañados en la sangre de Eva. Fue defensa propia, pues esos bichos comenzaron a atacarla. Con los disparos, estos se disolvían en un enjambre de luciérnagas brillantes y verdosas que se dispersaron en varias direcciones. Otras se apagaban de momento, cayendo eliminadas.

– ¡Socorro! ¡Ayúdanos!- gritaron los dos, casi al unísono. La chica disparó primero a las raíces que los tenían atrapados por los pies y luego a la dentadura metálica del gigante. Los novios caían por la ley de la gravedad, pero esa chica los cazó al vuelo con un salto asombroso y se los echó a los hombros. No podía ser humana, pero era buena. Por poco, el monstruo los aplasta a los tres con una de sus ramas más gruesas e increíblemente extensibles. Menos mal que los reflejos de AX-7 eran excelentes.

Dani, que flotaba en la esfera por encima de ella e invisible para los del exterior, se quedó atónito y dejó de quitarse algunas astillas que aún le quedaban clavadas por el cuerpo. En su muñón no quería ni pensar, ya tendría tiempo para ello. Ahora solo le mportaba seguir con vida.

AX-7 , con dos humanos a los hombros y otro sobrevolando su cabeza, corría velozmente para alejarse de aquel árbol grotesco formado por un conjunto de nanobots. Era asombroso lo que disfrutaban con producir terror y sufrimiento a los seres humanos. Tenía que salvar a estos humanos. Tomó una decisión rápida y se detuvo, posando a Joaquín y a Sandra en el suelo. Ambos se fusionaron en un abrazo y se dieron un beso. De esos besos cuando ves a tu pareja tras una semana esperándola.

– Bien.-les dijo- Escuchadme, tengo que elegir a uno de vosotros para enviaros lejos del peligro. No hagáis preguntas ahora. Tendréis respuestas más adelante, si se estiman oportunas.- Los observó por un instante con detenimiento.  Ambos tenían una cara tan estúpida que estaba segura de que si ella fuese humana, se habría reído.-Tú- dijo señalando a la chica.- Tú irás con tu amigo herido, después me ocuparé de tu chico.

– Soy Joaquín,. Me llamo así, gracias por ayudarnos, seas quien seas.- y quedó callado cogiéndole la mano a su novia.

– Eso, gracias.- dijo Sandra.- Gracias por salvarnos. Yo soy Sandra. Encantada de haberte conocido. ¡Ese árbol se movía, era fuerte y tenía una boca enorme con dientes afilados!

-…Sí, ya lo he visto.- contestó AX-7.

– Perdóname, es que estoy un poco alterada.- y le dio un escalofrío.

– Es lógico. Esta situación sobrepasa tu entendimiento humano, lo cual te provoca ese horror.

– Entonces tu no eres humana. vale, te creo, pero, ¿qué eres?

– Dije que nada de preguntas por el momento.- AX-7 levantó su brazo apuntando al cielo y luego lo bajó lentamente.

De pronto, ahí estaba Dani. Le faltaba un pie, pero aún estaba ahí. Los dos se soltaron las manos para agacharse y abrazar a su amigo.

– ¡Estás vivo!- gritaron ambos . Sandra le tocaba el pelo y el rostro para comprobar que realmente Dani estaba ahí.

– Aparta, Joaquín, levanta, que se nos echan encima.- ordenó AX-7.

Este obedeció la orden de su salvadora y tanto Sandra como Dani, desaparecieron de su vista. Lloró ante la posibilidad de que aquella hubiese sido la última mirada que le había dedicado a su novia y eso lo desolaba por dentro.

Esta en cambio, se vio encerrada de repente dentro de una especie de burbuja transparente. Palpó lo que delimitaba su espacio y gritaba el nombre de Joaquín, pero este no la escuchaba y le vio llorar, lo cual la contagió.

– Pero, ¿qué es esto?- preguntó de rodillas frente a Dani.

– Es una esfera teletransportadora.- contestó este.- No te preocupes, aquí estaremos a salvo.- Ella le miró con esos ojos de rimmel corrido y le preguntó, mientras se sorbía los mocos.

– Ésto es una locura, ¿verdad? No es que yo esté loca ni me imagine cosas que no están ocurriendo, ¿no?-

Dani la abrazó. La esfera se movió, elevándose velozmente de tierra firme.

–  No estás loca. Ya nos gustaría estarlo en estos momentos.- dijo Dani, acariciando involuntariamente su muñón.

– ¿Y a dónde nos llevará esta bola?

– No lo sé, supongo que a algún lugar seguro. No sé mucho más que tu, creo. Te haré un resumen por el camino.

– Vamos muy rápido. Me estoy mareando viendo el bosque y las montañas tan debajo de nosotros a la luz de la luna. Pero no noto la velocidad que llevamos. Es raro, ¿tú crees que son extraterrestres?

– No, no lo son.

En ese momento, Dani le contó con detalle lo que le había sucedido esa noche, que tan larga se le estaba haciendo. Comenzó por cuando salió en busca de leña junto a Erika hasta acabar metido en la esfera con ella, volando através de la oscuridad nocturna y adornada de estrellas. Acabando su versión, Sandra hizo lo mismo por su parte, omitiendo detalles íntimos e innecesarios de contar. Acabó llorando por Eva. Recordaba sus gritos. El horror atrapado entre sus amigdalas.

– Espero poder volver a ver a mi media costilla.- dijo.

– No te preocupes por Joaquín. Esa tía es fuerte y conseguirá protegerle.- dijo Dani, muy convencido de sus palabras.

– Eso espero. Eso espero.- suspiró Sandra.

 

 

Escrito por Luis M. Sabio


LOS NIÑOS PERDIDOS. Capítulo 1º


Bueno, primero he de decir que esta «novela» la escribí hace más de 14 años y no se si en la actualidad podría gustar. Haré leves cambios en la misma, pero la narración será diferente a mi anterior historieta. Espero que os gusten las aventuras y disfrutéis como yo lo hice cuando la escribí siendo un niño. Gracias por vuestras visitas, siempre reconfortan y te hacen sentir que escribir este blog merece la pena.

Introducción

Un día, un grupo de amigos salieron de sus casas situadas en un pueblo, para jugar a la pelota. Eran cuatro; dos chicos y dos chicas. Tenían edades comprendidas entre los 11 y 16 años.

Ellos se llamaban Bob y Cristian. Bob tenía 11 años, siendo el menor del grupo y Cristian tenía 13 y era bastante listo, a veces. Ellas se llamaban Kelly, que era la mayor y después Sara, que tenía 14.

Si, tenían una diferencia de edad, pero si me preguntan cómo podrían tener tanta amistad, no lo sé. Quizás la personalidad de cada uno y que en un pueblo, pues eso, que es muy pequeño y casi todos se llevan bien.

Bob y Sara eran hermanos. Su padre se llamaba Tom, que era un hombre muy ocupado, abogado y carente de sentido del humor. Su madre, Kate era una mujer atractiva, simpática y graciosa, pero sobre todo una buena madre y ama de casa.

Cristian tenía unos padres aburridos en su opinión. Su padre, Bill, trabajaba en un taller mecánico. Los fines de semana iba con él para hacerle compañía. A su madre, Dolly, la veía como una gorda que no paraba de tragar, no le gustaba la limpieza en absoluto. Lo único que se le daba realmente bien era preparar comidas, desayunos abundantes y cenas deliciosas. Ellos nunca solían escuchar a su hijo y se evadían de los problemas personales de su hijo único.

Kelly sólo tenía una madre que se llamaba Sue. Sus padres se divoriciaron y a los dos meses, George, su padre, decidió suicidarse a base de píldoras y cayó por el balcón de un octavo piso. Aquella fue una época terrible para ella. Después, su madre comenzó a sentirse culpable y ahogaba sus penas en el alcohol. Kelly ya sabía las situaciones de la vida, que no siempre eran de color de rosa. Hacía todo lo posible por estudiar para en un futuro, poder optar a un trabajo digno. En el instituto, la odiaban por ser la empollona y en realidad, lo único que hacía era dedicar dos horas diarias al estudio y luego demostrar lo aprendido.
En fin, creo que ya he explicado de forma breve, suficiente información sobre sus familias y parte de sus vidas.
Bob, como ya dije, era el menor del grupo y le caracterizaban su timidez y su gran imaginación. Le llamaban Bobby. Su hermana Sara, en cambio, no era para nada tímida, participaba en el taller de teatro de su colegio, le gustaba cantar y bailaba en las fiestas del pueblo.

En este pequeño grupo, también se encontraba Cristian, un chico inteligente que aportaba sus opiniones y aceptaba consejos de la mano de Kelly. Tenía un carácter algo pesimista, pero por lo demás era un chico estupendo.

LA CASA DE CRISTIAN

Cada cual volvió a su casa, quedando a las tres de la tarde para volver a encontrarse. Sólo faltaba una hora y así podían seguir jugando, conversando y pasando un rato agradable en vez de acartonarse en el sofá ante la caja tonta. Cristian entró angustiado a su casa con ese olor a pescado frito que tan poca gracia le hacía. El era un chico muy delgado, por lo que su oronda madre le obligaba a comer y siempre que podía, le echaba el pescado al perro.

Su padre estaba sentado en la mesa, bastante sudoroso y sucio, comiendo con ansias, como si se tratase del último almuerzo. No es que tuviera ninguna prisa, sólo era una costumbre fea y desagradable de presenciar. Su madre se tragaba literalmente el pescado sin hacer aspavientos con las raspas (lo que entra ya saldrá, era su lema).

– Hijo, ¿qué piensas hacer cuando seas mayor?- le preguntó su padre con la boca llena de comida que se desbordaba y visitaba de nuevo la mesa. Él con algo de asco y congoja, le contestó:

– No lo sé. Aún no he pensado en ello.- y su madre le replicó.

– ¡¿Qué quieres que haga este desgraciado hijo mío?! Lo único que hace son tonterías. Porque mira, seguro que lo ponemos junto a un palillo y ni siquiera se le ve de lado. Además, no se notará la diferencia y en tan poco sitio no hay cabida para un buen cerebro que le deje pensar.- Cristian no conseguía enlazar qué tenía que ver su mente con su peso, pero era mejor no contestarle para llevarse un azote.

– Es verdad, hijo.-contestó su padre, pero le hizo un leve guiño de ojo a su hijo y éste le sonrió.- Debes comer algo más, pues el estrés del cole no debe quitarte el hambre.

Así fue como su padre detuvo aquella conversación tan estúpida que no habría soportado por mucho más tiempo. Sólo tenía 13 años y aún no tenía prisa por descubrir lo que iba a ser en el futuro. Miró al reloj que marcaba las tres y salió corriendo de la casa sin recoger su plato.  Dolly miró a su marido con enojo y dijo:

– ¿Cuándo aprenderá este niño?…¡Ay! ¡Me he quemado! -«Eso le pasa por tragona», pensó su marido, y le entró la risa floja delante de su esposa…o ballena, Dolly.

-¿De qué te ríes? No le veo la gracia. – dijo esta.

– Pues yo sí.- contestó Bill sin poder dejar de reír.- Es que podrías soplar antes de engullir.

-¡No te burles de mí!- gritó Dolly bastante furiosa y se levantó para coger la tapa de la olla y golpear a su marido en un hombro.

– ¡Aaah! Me has hecho daño, ¡gordita!

– ¿Gorda yo? ¿A mi me dices eso? ¡No te lo consiento! ¡Eso no!

PLOF!

Le volvió a golpear el otro hombro a su marido.

– ¡Estás loca! ¡Asquerosa, gorda, foca! ¡Quiero el divorcio!- gritaba Bill.

– ¿El divorcio? ¡Yo si que te voy a dar divorcio, capullo ignorante!

Dentro de la casa de Cristian se formó un alboroto que se escuchaba en casi todo el vecindario, el cual, por supuesto ya estaba curado de espanto con esta familia, pues era el pan de cada día. La comidilla de las «marichachis», la prensa rosa del barrio.

EL CAMPO Y LA CIUDAD

Cristian corrió mirando hacia atrás y chocó con Sara, que estaba hablando con su hermano Bob. Iban caminando hacia la casa de Cristian para recogerlo. Hablaban de comercio, una conversación un tanto extraña, pero para ellos no lo era.

– Perdón.-dijo Cristian

-No pasa nada, pero tienes que mirar más por dónde vas.- dijjo Sara.

– Oye.-dijo Bob- ¿Por qué no llamamos a Kelly y nos vamos al campo?- Bob y sus ideas de crío.

– ¿Qué campo?- preguntó Sara.

– Pues el que hay detrás de aquellos árboles que se ven al fondo,¿Verdad, Cristian?

– Sí, es cierto, pero me extraña que nunca lo hayas visitado.- contestó este.

– Pues no. Nunca he ido, así que no lo he visto. ¿Os parece buena idea?

– ¡Es increíble!- contestó Cristian entre risas.

– ¡Parad de reíros!- dijo Sara- Vamos a llamar a Kelly, que me habéis hecho sentir curiosidad por visitar el lugar.

Los tres seguían hablando mientras caminaban hacia la casa de Kelly. Cuando llegaron a ella, Bob subió las escaleras para tocar a la puerta, pero ésta se abrió antes para mostrar a Kelly preparada con una mochila.

– ¡Qué! ¿Nos vamos a dar una vuelta por ahí?- Bobby se quedó casi sin habla.

– Bueno, nosotros veníamos a preguntarte si nos íbamos al campo aquél.-dijo el peque señalando en dirección a su deseo.

– ¡Pues vamos allá!- exclamó Sara emocionada- ¿Llevas las cosas para comer y algo de lectura?- le preguntó a Kelly.

– Por supuesto, ¿Cómo no iba a llevar yo las cosas?- dijo Kelly con una radiante sonrisa y una pizca de burla.

Mientras caminaban hacia el campo, Kelly hablaba con Sara sobre problemas de chicos…

– Bueno, tu no tienes que preocuparte por nada de eso, aún eres joven, son unos estúpido incontrolables, ¿sabes? En verdad yo tampoco los entiendo muy bien. En el instituto todos me insultan sólo por ser más lista que ellos. Son unos envidiosos.

– Sí, pero tu misma dices que son estúpidos.- Cristian las  miró con enfado.- Bueno, algunos chicos, pero como digo, algunos. No todos tienen porqué serlo. Ni el chico que me gusta, ¿no?

– No tiene que ser estúpido ese chico precisamente, pero si quieres una relación seria, tienes que andarte con cuidado porque se te das la vuelta, los toros se pueden asomar.- contestó Kelly.

-¿Los toros? ¿Qué tienen que ver en el amor?

– Me refiero a los cuernos, a la infidelidad, que más da como lo expreses.

– ¡Ah,vale! Ya sé lo que quieres decir. Lo de que mientras sale conmigo, se va también con otra chica a mis espaldas.

– ¡Exacto! De tonta no tienes ni un pelo. Eso es más normal de lo que puedas suponer, pero ya tendrás tiempo de averiguarlo.

Los chicos, en vez de eso, iban a otro rollo totalmente distinto.

– ¿Hacemos una carrera?- preguntó Cristian.

– Vale, pero llegaré al campo antes que tu, seguro.- le contestó Bobby.

– No estés tan seguro, pequeñajo..- y Bob comenzó a correr- ¡Eh! ¡Eso no vale!- y corrió tras él.

– ¡Todo vale en esta vida, Crisi!

-¡No vuelvas a llamarme así!- le gritaba Cristian, que apenas podía alcanzarlo. Bob era como una mini-avestruz.

Las chicas también se apuntaron a la pequeña carrera y cuando llegaron, Kelly sacó de su mochila  un mantel bastante grande que extendió sobre la hierba bañada de rocío. Cristian la ayudó a extenderlo y a poner las cosas de la merienda en medio. Cerca de ahí había un pequeño lago y Bobby se entretuvo en tirar piedras planas  sobre el agua.

– ¿Qué libro has traído hoy?- preguntó Sara con algo de impaciencia.

– Uno con historias de miedo. Se titula «La puerta de Mal».- contestó Kelly.

– Yupiii, tiene que ser una historia de pu…- comenzó Bob.

– ¡Calla! No hace falta que digas palabrotas.- le cortó Cristian.

– Perdón, se me escapaba. A veces no puedo evitarlo, me vienen solas.- se avergonzó un poquito.- ¿Y si luego nos bañamos en el lago? Hace mucho calor y podemos bucear y nadar y jugar.

-¡Bob!- le gritó Sarita.

– ¿Qué?- contestó Bob algo asustado.

– Déjate de fantasías ahora y vamos a escuchar la historia que ha traído Kelly.

Su hermano le hizo caso y Kelly tomó la palabra empezando a leer el libro de miedo en voz alta poniendo cara de situación entreteniendo a su fervoroso «público».

– (…) y Hans cogió la cruz y se la puso en la cara a aquel demonio nocturno. Jessica lloraba y gritaba buscando alguna solución para cerrar esa maldita puerta. Hans hizo retroceder al ser demoníaco. Sus dientes eran afilados y seguro que le desgarrarían la piel si se decidiera…

– ¿Cómo?- Preguntó Bob bastante inquieto.

– Que no voy a seguir, ya he leído bastante por hoy. Dejaremos algo para otro día.

– ¿Por qué?- preguntaron sus amiguitos al unísono. En realidad ella se sentía como una canguro, pero estaba encantada con ello.

– Pues porque el libro es mío y ahora me apetece ir en bici a la ciudad. Además, ya ha pasado casi media hora y tenemos que comernos todos estos deliciosos sándwiches.

– Bueno, genial.- comenzó a decir Bobby- Pero mañana nos sigues contando esta historia que está de put…

– ¿Otra vez, Bob?- le regañó su hermana- ¿Otra vez tengo que decirte que no digas palabrotas?

– ÑAM, ÑAM. Perdona, pero es que no tengo otra cosa que decir.

Todos comenzaron a reír a carcajada limpia. Acabaron de tomarse la merienda y recogieron sus bártulos con emoción por la excursión en bicicleta que Kelly había planeado improvisadamente. Cristian no tenía bicicleta, pero iría de paquete con Kelly.

Fueron a sus casas para pedirles permiso a sus respectivos padres y tras recibir su bendición con el típico «tened cuidado», salieron con sus bicicletas a realizar su pequeño viaje.

– ¡Vamos allá!- gritaba Bob- ¡A la gran ciudad!

– Y porque es tímido, si no llega a serlo, vete a saber…se ha enterado medio pueblo.-se burló Cristian.

– ¡Calla ya, Crisi!- le espetó el pequeño. Cristian se rió.

Iban por el camino cantando y gritando de alegría hasta llegar a la ciudad. No todos los días iban hasta allí y tenían la tranquilidad de que al día siguiente no había obligaciones con los estudios, pues las vacaciones habían comenzado y las notas del curso ya no les preocupaban porque habían sacado unas notas estupendas. Todos «sobresalían», aunque Kelly había sacado un Bien en Matemáticas, pero estaba más que aprobada. Ya tendría tiempo de subir la nota.

Llegaron a la ciudad y se relamieron los labios con las golosinas de los escaparates con sus chocolates, bollerías, pasteles y caramelos. Lo cierto es que aquel día no había apenas tráfico, así que pedaleaban por mitad de las carreteras cuando de pronto les llamó la atención un hombre ataviado con una gabardina que estaba repartiendo unos folletos a los viandantes. La curiosidad les pudo y decidieron acercarse para obtener uno de esos anuncios.

Aparcaron sus bicis un poco más adelante y Cristian empezó a leerlo para que los demás lo oyesen (Como si no supieran leer los demás)

– Campamento de verano «Los * Perdidos». Éste verano vais a pasarlo bien. Dejad viajar a vuestros hijos e hijas y jamás volverán igual. Una experiencia única de diversión y conocer nuevos amigos que nunca olvidarás. Éste precio incluye alojamiento y todo el equipamiento necesario para las sorprendentes actividades que se realizarán. Excursiones de senderismo, aventuras sin igual, deportes, acampadas en la montaña. Diversión total garantizada. Vengan a «Los * Perdidos» y nunca lo olvidarán. Estancia para esta temporada de verano. Proyecto con novedades sin precedentes…- Cristian levantó su mirada del folleto.- ¡Ésto es genial!

Los cuatro se miraron sorprendidos con unas sonrisas que delataban sus ilusiones, así  que cogieron sus bicicletas y regresaron al pueblo.

– ¡Al campamento de verano «Los * Perdidos»!- gritó Bobby. Los demás le miraron y Kelly movió su cabeza de un lado a otro sin perder su bella sonrisa.

– No tenéis remedio, chicos.- dijo.

Pedalearon entonando una canción: ¡Al campamento! ¡Al campamento! ¡Oe, oe, oe! ¡Al campamento, al campamento, oe, oe, oe!- agitaban una mano con el puño al aire y toda la gente que se cruzaban se les quedaban mirando como si fueran bichos raros, pero a ellos no les importaba, pues estaban en su mundo, con la esperanza de poder disfrutar de aquella experiencia única y Kelly disfrutaba con verlos tan felices.

 

 

Escrito por Luis M. Sabio


REPLICANTE: PARTE 7


«Empecé a sentirme mareado y asustado. Quería largarme de allí antes de que se hiciera completamente de noche (…) Pero no podía irme. Algo profundo dentro de mí,-tan profundo como el instinto que hace que sigamos respirando- insistía en ello. Sentía que si me marchaba, ocurriría algo terrible, y quizá no solo a mi. Esa sensación de lo etéreo me barrió de nuevo, como si el mundo fuera muy frágil en ese lugar, y una persona pudiera provocar un cataclismo inimaginable.»

Extracto del relato «N.»

Cuento recopilado en «Después del anochecer.» de Stephen King

EN LA CASA

Tocaban a la puerta de la casa donde planearon tener el mejor cumpleaños celebrado jamás y Jennifer esquivaba a Joaquín en lo alto de las escaleras para acceder a la planta superior.

TOC! TOC!

– ¿Hola? Perdonad, necesito llamar por teléfono.-se escuchaba tras la puerta y la tensión se podía masticar- No encuentro a mi novia. Necesito ayuda, por favor, está en tratamiento y necesita su medicación. Si no la toma, no sé de que sería capaz.

Pablo miró a Dani fijamente.

– ¿Tú que dices? ¿Abrimos?- Hablaban casi en susurros.

– No me fío, ha dado demasiadas explicaciones, ¿no crees?

– Pero, ¿y si es verdad que esta chica está loca y se tiene que medicar?

– Mírame Pablo- cogiéndole de la barbilla- ¿Crees que yo estoy loco? A mi todo esto me parece una locura, pero sé lo que he visto.

– Pues no abrimos y ya está. Estoy cagado, se me ha quitado hasta el ciego que llevaba a cuestas. Ésto me supera.

– A mi también.- contestó Dani.

TOC! TOC!

La puerta reventó desapareciendo en forma de astillas punzantes que se les clavaron a ambos por todo el cuerpo y el impacto de la explosión de la puerta les hizo caer. Se hizo añicos como si el mismísimo Chuck Norris la hubiese abierto. Una bestialidad, vamos. Tras la nube de polvo y lluvia astillada, apareció un joven con un ténebre semblante entre sombras que no dejaban distinguir bien sus facciones.

Joaquín, en el momento de la explosión, corrió en busca de las chicas para sacarlas de allí. Era hora de poner pies en polvorosa. Dani abrió los ojos y vio a ese chico acercarse a su amigo indefenso, que se encontraba tumbado bocabajo,  para pisarle la espalda. Pablo, atrapado bajo su pie como si el chico pesara 500 toneladas, no soportaba el dolor y respiraba como si en ello le fuera la vida. El chico le habló.

– Tú no eres de Supreme. ¿Dónde están? Humano inepto; habla o muere.

–  ¡Aaaay! ¡No sé ni de qué me hablas!

 De pronto, a ese chico se le alargaron los dedos de la mano derecha. Éstos se enrollaron en la cabeza de Pablo. Dos de esos «dedos extensibles» se metieron por sus oídos, otros dos por la nariz y el restante por la boca sin que éste pudiera hacer nada y mientras, Dani se meó encima. El chico tiró sin esfuerzo alguno de su mano deforme, arrancando el rostro de Pablo que aún aullaba de dolor.

Dani ante la escena intentó salir de allí, pero justo cuando llegó al primer escalón implorando socorro a Joaquín, esa cosa lanzó el cuerpo aún convulso de su amigo hacia la chimenea. El color crema de la pared se moteó de carmín a chorretazos.  Los ojos del muchacho se tornaron verdes eléctricos y al abrir la boca, expulsó una lengua camaleónica bastante afilada que se enredaron en su tobillo derecho. Se lo cortó de cuajo y se tuvo que sostener de la barandilla para no caer bruscamente contra los escalones. A pesar de eso, su mano se resbaló y cayó de costado contra el pico de un escalón. Escuchó como varias costillas le crujieron al golpearse en el lado izquierdo y ese inmenso dolor se le añadió al «fuego» que le subía de su pierna cercenada.

– No, no, noooooooo, ¿qué quieres? No se nada de Supreme . -sollozaba Dani- ¡Dios mio de mi vida, no me mates!  ¡Por lo que más quieras!

– Quiero que sufras.- dijo el ser.

– Te ahorraré el placer.- dijo de pronto una voz femenina tras éste tan solo un segundo antes de dispararle con un extraño artilugio que despidió unos rayos eléctricos que envolvieron a ese ser. Dani no pudo más que observar horrorizado como esa cosa se desintegraba y se dividió en puntos verdes fluorescentes que salieron volando de la casa, aunque muchas de ellas cayeron al piso totalmente inutilizados. Contempló a su salvadora, que analizando con su mirada cada recoveco del salón, se le acercó. No supo que hacer, pero en ese instante, le pareció la chica más atractiva del planeta. Era como un personaje de los videojuegos a los que jugaba con Pablo, de cuerpo presente.

– Gracias.- consiguió decir.

Ésta, sin mediar palabra, puso su mano sobre el muñón ensangrentado que le había quedado en el pie derecho. A la chica se le iluminaron los ojos de un color azul eléctrico y su mano hizo lo mismo. Ardía, aquella mano ardía como si le estuviesen quemando con una plancha industrial. Sus gritos de dolor se unieron al humillo que brotó de su herida.

– Deja de quejarte, vamos a largarnos de aquí. Me llamo AX-7, ¿Y tú?

-…me, me, me, me llamo Daniel, pero puedes llamarme como quieras. No sé como podré irme de aquí, me falta un pie y solo te voy a retrasar. Seré un estorbo.

– Eso no es un problema.- AX-7 se agachó y lo cogió sin esfuerzo llevándoselo al hombro y pisando los restos del ser que atacó al chico, salió de la casa.

-Espera.-dijo Dani.- Hay amigos míos en el dormitorio de arriba y una chica que llegó hace un rato.

– Arriba no había nadie, se habrán marchado por una ventana. Podrían estar en un aprieto, no es la mejor noche para andar por este bosque.

– Por cierto, ¿qué era eso que ha matado a Pablo? ¿Un extraterrestre?

– La imaginación humana es desbordante, pero limitada por ellos mismos. No es momento de preguntas.- AX-7 posó a Dani en la entrada de la casa y sacó un brazalete de su muñeca, que se abrió a modo de compartimento. Se lo lanzó y el chico se vio envuelto en una especie de burbuja, pues veía a su extraña salvadora y todo lo que estaba a su alrededor, pero estaba encerrado. ¿Qué era eso? – Necesitaré las manos libres. Llevaré la esfera por control remoto, volarás por encima de mí. No toques nada si quieres evitar morir o acabar en el cretácico.Si no nos vamos ya de aquí, esos nanobots que han conseguido escapar vendrán con refuerzos y no te gustará, creeme.

La esfera comenzó a levitar y a seguir a la chica que corría a la parte trasera de la casa con el arma en alto, adentrándose en el bosque que ella misma había calificado de peligroso. No le quedó mas remedio que quedarse sentado, impactado por estar volando en una burbuja, recordando a su amigo muerto y acariciando su muñón.

sábanas

Mejor no me contestes, haré un esfuerzo por nuestras vidas.

UN POCO ANTES

Sandra y Eva temblaban mientras se vestían. Hicieron caso de aquella chica que había irrumpido hacía unos minutos en la habitación cortándoles el rollo.

BRAKABUM!

– ¿Has oído eso?- preguntó Eva.

– Claro que lo he escuchado.-contestó Sandra atónita, las dos tenían los ojos como platos- Algo ha explotado.

– Tenemos que irnos, esto no me gusta nada.- Eva se acercó a la ventana y la abrió. Sandra también se puso a su lado y ambas vieron a la intrusa de antes correr hacia el bosque.

– ¡Eh, tú! ¡Espera! ¡No te vayas, ayúdanos!- gritaron, pero la chica hizo caso omiso de su suplica y se perdió de vista.

-¡Qué puta!- exclamó Sandra. Eva corrió a la cama y cogió las sábanas.

– Ayúdame a anudarlas, las atamos a la pata de la cama y salimos por la ventana.

La puerta volvió a abrirse de golpe y ellas gritaron, era Joaquín con la cara desencajada, que cerró la puerta de golpe tras de sí.

– Tenemos que largarnos, no os creeríais lo que ha pasado. La puerta ha reventado.

– ¡Échanos una mano!- le espetó Sandra.

-¿Vamos a morir?- preguntó Eva.

– No lo sé.- Eva habría preferido un silencio como respuesta y Joaquín les ayudó. Ataron tres sábanas, con eso bastaría y la engancharon como habían planeado a una pata de la cama, la cual acercaron a la ventana lanzando al exterior su cuerda fabricada a modo McGyver. Eva fué la primera en salir al frío de la noche y se deslizó hasta el suelo. La siguió Sandra, la cual tuvo que aguantar los nervios de Eva hablando en voz baja.

-Vamos, vamos, vamos, vamos.- decía.

Mientras Joaquín observaba como Sandra bajaba por la sábanas, escuchó a Pablo aullar de dolor. Aquello no le gustó en absoluto y decidió no esperar a que su amiga posara los pies en la tierra. Se sentó en el alféizar de la ventana y se enganchó a una tubería que había a su derecha. Bajó tan veloz que llegó a la vez que Sandra. Ambas lloraban y éste las agarró de las manos huyendo en una dirección perdida de antemano. Cualquier lugar era mejor que aquél o al menos eso pensó en aquel momento.

Cuando llevaban corriendo lo que les pareció una eternidad, Eva se detuvo.

-Pero, ¿a dónde vamos? Nos estamos perdiendo.- apoyó sus manos en las rodillas respirando entrecortadamente.- Creo que como sigamos corriendo, voy a morir de asfixia.- Sandra se le acercó acariciando su cabeza.

– Venga, Eva. Tenemos que procurar alejarnos de aquí, cariño.- le decía- Puedes hacerlo, tenemos que hacerlo y pedir ayuda.

– Es tarde para ellos, pero nosotros tenemos una oportunidad para escapar.-dijo Joaquín y aprovechó para robarle un beso a su novia. Ésta se lo agradeció con la mirada.

– ¿Tarde para ellos?- preguntó Eva.- Mejor no me contestes, haré un esfuerzo por nuestras vidas.

-¿Qué es lo que sabes, nene?- preguntó Sandra.

– Que Erika está muerta, vino Dani y nos lo dijo, pero alguien hizo volar la puerta. La tal Jenny esa que llegó antes dijo que habían matado a su novio y que lo que había esperando tras la puerta tenía su voz, pero que no podía ser su novio y de alguna manera sabía que ella estaba allí.-Joaquín decidió omitir el detalle de que Dani gritaba que había sido un monstruo el que había matado a su amiga. No le hacía falta asustarlas más de la cuenta, pero él no dejaba de mirar a todas partes, alerta de cualquier posible movimiento extraño.

-¿La buscaba a ella?-Se asombró Eva- Dije que mejor no contestaras, no quiero saberlo.

– ¡Escuché gritar a Pablo de dolor!¡Por dios, enfréntate!-le gritó Joaquín- No sé a qué, pero tiene que ser super fuerte para reventar una puerta así. No sé si la buscaba a ella o no, pero nos encontró a nosotros. Sea lo que sea, quiere matar.

Un ruído tras un arbusto les hizo quedarse paralizados. Los tres dieron unos pasos atrás y se intentaron esconder tras los árboles. El arbusto se movía, había algo ahí a punto de salir.

Escrito por Luis M. Sabio


REPLICANTE: PARTE 6


«SUPREME»

– ¿Cómo que no hay tiempo? Merezco una explicación de lo que está pasando.- dijo María.- ¿Por qué me apartas de un manotazo? ¿Cómo puedes estar llevando un arma? ¿Cuánto tiempo he estado dormida?

– Te lo explicaré en un momento, pero para empezar te diré que ni soy Jorge, ni tu eres María. Mi nombre es AX-8 y tu eres una replicante.

Se dio la vuelta y comenzó a andar por los pasillos, iluminados precariamente con neones azulados por el techo y el suelo. El arma en alto siempre preparado para cualquier imprevisto. Su salvador, Leafar y la chica corrian tras el quedando María un poco rezagada. Giraron a la derecha, luego a la izquierda, de nuevo a la derecha, bajaron unos escalones que flotaban en el aire (no le dio tiempo de analizar la situación), todo demasiado deprisa, hasta que Leafar dijo:

– Aquí, ésta ser.

– Abrela ya.-  le ordenó AX-8.

Leafar la activó y la «persiana» bajó. Entraron y se relajaron un poco cuando la puerta se cerró. María y la chica se quedaron boquiabiertas ante el espectáculo. Jamás habían visto tanta maquinaria junta y menos tan sofisticada que parecía sacada de alguna película disneyana con toques alienígenas. ¡Cuánto color! Aquello era un laboratorio enorme.

– Tenemos que enviarlas al 2012 con AX-7, necesitará su ayuda.- comentó AX-8.

– Sabes que eso no ser posible, amigo, pero si ella te lo ordenó, tendrá un plan alternativo trazado. Haré lo posible- contestó Leafar. Se dirigió a una pared lisa que había al fondo.- A ver que tener aquí…

– Quiero saber de que estáis hablando, ¿qué buscais?- preguntó María y luego miró a la chica- ¿A ti te han explicado algo?

– Si, claro que me explicaron,prácticamente me contó su vida antes de arrancarme de mi Tierra y arrastrarme aquí en una bola voladora, habían matado a mi novio y por lo visto eran peligrosos. No entendí nada, tía, no me contaron nada, estoy casi peor que tú. Sólo se que aquí yo soy la única humana y que te necesitan para que salves a la humanidad.

AX-8 se acercó al escucharlas cuchicheando.

– Ésto en realidad no tiene nada que ver con vosotras, bueno en parte sí contigo (señaló a María) tu eres una creación muy valiosa para Supreme…el primer ser humano creado por ellos. A eso le llamamos replicantes, clones lo llamábais vosotros. Tenemos una misión que afrontar y siento no poder explicarte los detalles, pero tenemos que regresar.  Toma (le dio un arma a María), sabrás com usarla, serás humana, pero tienes unos chips instalados para que les seas una mascota útil y manejable.

– Espera un momento, tengo que afrontar esto…¿Y esta nave no la controla nadie?¿Cómo es que  no vienen más como Leafar a matarnos?- divagó Maria.

– Ésto no es una nave, es un edificio corriente, quizás un poco más alto de lo normal…estamos en la Tierra, te lo digo por si lo dudabas. El caso es que AX-7 te necesita allí porque tienes un poder oculto que te instalaron por recomendación de ella, pero no de manera oficial y éste tipo (Leafar) fue quien te acabó de diseñar y crear.

– Y muy bien que ha salido mi bebé, mi criatura.- dijo este sin dejar de teclear en la nada, de pronto, en la vacía pared se comenzaron a encender pantallitas. Leafar tecleó un código en un teclado que flotaba en el aire y tras una intensa espera de 0,3 segundos, aparecieron en todas las pantallas la misma palabra: MARI-AX.

Corre, Jenny, corre!

¿Ha llegado el fin del mundo y seré la primera en morir?

JENNIFER VUELA ALTO

Jennifer apenas podía correr ya; estaba empapada y muerta de frío. Los árboles le parecían todos iguales y la lluvia le borraba las lágrimas del rostro. Cuando empezaba a perder toda esperanza por culpa del flato, divisó a poca distancia lo que parecían las luces de alguna vivienda no muy retirada de la carretera principal. Cambió deprisa de dirección, corriendo hacia a aquellas luces como hizo Caroline. Aún no gritó pidiendo auxilio, pues temía que aquella cosa que había matado a su Antonio (y tomado su forma) la escuchase y eliminase de la faz de la tierra.

Llegó a la entrada de lo que resultó ser una casa rural. De su interior provenían sonidos de una canción de Amaral mezclada con los comentarios de un partido de fútbol. No le importó en absoluto, miró el vehículo que había aparcado en la puerta (¡una salida!). No dudó en aporrearla con las pocas fuerzas que le quedaban y le pareció un minuto infinito lo que tardaron en abrirsela. La recibió una chica en camisón blanco y su largo cabello negro ocultaba su rostro. Su reacción inicial fue gritar y pegarle un puñetazo limpio en toda la cara.

– ¡Hostias!- exclamó Pablo cubriendose, ya tarde, pero por si acaso venían más…

Jennifer se llevó las manos a la cabeza.

– Uy, perdón, perdón, perdón.

Se acercó a el cogiendole de los brazos para ver si se encontraba bien. Pablo se arrancó la peluca lanzándola al sillón más próximo y luego se detuvo un momento a analizar con la mirada el rostro de la dulce invitada sorpresa. Un hilillo de sangre le corrió desde la nariz y éste se lo limpió con la manga.

-¿Tú quien eres?

– Perdón, me llamo Jennifer, por favor, tienes que ayudarme a alejarme de aquí. He visto que tienes coche. ¿Dónde están las llaves? Vámonos, que algo raro está pasando y han matado a mi novio.- Pablo alzó las manos (STOP) pidiendo que detuviese sus argumentos.

– Espera un momento. ¿Que han matado a tu novio?¿Dónde?

Justo en ese instante fue cuando Pablo se fijó relamente en el aspecto de Jennifer. Estaba empapada y su ropa manchada de lo que parecía sangre y barro. La volvió a mirar a los ojos y todas las ganas de cachondeo que tenía, escasos dos minutos antes, se esfumaron en un santiamén. Había que actuar en frío, desde luego.

– Cierra la puerta.- le ordenó a la chica- Vamos a llamar a la Policía . Sobre todo debemos mantener la calma.- se acercó a la mesita que había ante el televisor para coger su móvil.- ¡Vaya! No hay cobertura, qué típico. Cuando realmente los necesitas no hay cobertura, se te ha gastado el saldo o no te queda batería. Joder, ¡qué asco más grande!…¡Joaquín! – mirando al final de la escalera- ¡¿Habéis acabado ya?! ¡Necesito que bajes un momento!¡Es urgente!…cabrón.(Ésto último lo dijo más bajito, pues había escuchado el frenesí que tenían montado…se estaba follando a su novia y a la chica que amaba en secreto.)

– ¡Un momento, ahora mismo bajo!- se escuchó decir a Joaquín. Jennifer rompió a llorar y Pablo no supo si pensar que esa chica contba la verdad o es que se trataba de una loca que se había cargado a su novio. La cosa no pintaba bien. Nada bien.

POM! POM! POM! POM!

Golpearon la puerta fuertemente y Jennifer, que la tenía a sus espalda, dio un respingo soltando un grito ahogado. Pablo le hizo señas para que permaneciera en silencio y se acercó a la puerta sin mirilla.

POM! POM! POM! ¡ABRID LA PUERTA MALDITA SEA!

Reconoció esa voz.

– ¡Es Dani!- suspiró aliviado y abrió la puerta. Dani se abalanzó a el antes de que esta se abriera por completo, tenía los ojos desorbitados e inyectados en sangre. Lo cogió del camisón y entre una respiración entrecortada, balbuceó palabras desesperadamente. Pero por desgracia, por más atención que querían prestarle, Jennifer y Pablo no conseguían entenderle una palabra.

– ¡Relájate! ¿Qué ha pasado?

Dani retrocedió para cerrar la puerta echando el cerrojo y la cadena.  Ahí apoyado, el temblor le confirió un aspecto de un  niño pequeño cuando se asusta en la oscuridad y escucha ruidos extraños que no existen. Al estarse quieto, un charco comenzó a formarse a sus pies. Se dio la vuelta sin dejar de apoyarse en la puerta y Jennifer se fijó en que este tambien tenía manchas de sangre y barro en la ropa.

– Erika está muerta.-sollozó este.

– ¿Qué dices?- preguntó Pablo, casi lo exclamó.

– ¡Que Erika está muerta, coño!- las lágrimas le traicionaron y decidieron escaparse por sus mejillas. Jennifer se dirigió hacia el.

– Tambien han matado a mi novio, quien sea, vendrá a por nosotros, estoy segura. ¿Y las llaves del coche?

– ¿Tu quien eres? Tenemos que llamar a las autoridades para que venga por lo menos el ejército.

– ¿El ejército? – intervino Jennifer- Los teléfonos no funcionan, señorito. No hay tiempo que perder. Soy Jennifer y dejad ya de una maldita vez de preguntar quién soy. Soy una víctima que necesita ayuda.

Joaquín asomó por las escaleras algo desaliñado.

– ¿Qué demonios está pasando aquí? ¿Quién es esa?

«Esa» corrió escaleras arriba y se detuvo a un palmo de el.

– ¡Está muriendo gente ahí fuera! Llevo una noche paranoica y no se si es peor eso que encontrarme con unos imbéciles que no dejan de hacer preguntas estúpidas. Así que dímelo tú; ¿dónde están las llaves del puto coche?

– No te acerques ni un milímetro más, pirada.- miró a sus amigos- Explicadme un poco más de que va esta película, porque no me estoy enterando.

– ¡Hay un monstruo en el bosque!- gritó Dani.

Todos le miraron y el ambiente quedó en un silencio sepulcral por unos segundos, hasta que Dani decidió seguir hablando.

– Escuchadme…ví un árbol gigante con dientes afilados que corría tras nosotros, apareció de repente, no tuve…no tuvimos tiempo de reaccionar demasiado. Agarró a Erika, la levantó y la partió en dos como si fuera una ramita seca. Sé que parece una locura, pero os juro por lo más sagrado que desearía que lo fuera o que me despierte ya de esta pesadilla.

– ¿Dónde está ese árbol?- preguntó Pablo algo excéptico.- Mira, que yo estoy fumado, pero tú estás peor. Estás mezclando un asesinato con El señor de los anillos.

TOC! TOC!

Los cuatro se sobresaltaron. Ninguno se atrevía a abrir la puerta. ¿Quién mas iba a venir a la «Escapada loca del coño»?

TOC! TOC!

Tras la puerta, una voz decía:

– ¿Hola? Perdonad, ¿tenéis un teléfono? Necesito hacer una llamada. No encuentro a mi novia, creo que se ha perdido. Por favor, abridme, necesito ayuda. Ella está en tratamiento y necesita su medicación. Si no la toma, no sé de que sería capaz.

Jennifer se tambaleó  tropezando con un escalón y Joaquín la agarró a tiempo para mantenerla en pie.

– Es la voz de Antonio.-le dijo ella susurrante- Pero no puede ser el.

– ¿Estás segura de eso?

– Tuve su maldita cabeza en mi regazo y te garantizo que jamás he necesitado tratamiento psiquiátrico, esa cosa miente y sabe que estoy aquí…

Jennifer aprovechó el momento (Joaquin no quitaba ojo a la puerta mientras ella le hablaba) y esquivó a Joaquín para llegar a la parte superior de la casa. Estaba aterrorizada, así que abrió la primera puerta que pilló y se encontró ante una escena insólita e inesperada. Había dos tías enrollándose a lo loco en la cama matrimonial y se sobresaltaron del susto de la intrusión e intentaron cubrirse con las sábanas sus partes pudendas lo más rápido posible. Demasiado tarde. Se quedó helada por un momento sin saber qué decir y una de ellas empezó a hablarle. Qué vergüenza le entró.

– ¡Ey! ¿Quién coño eres tú?- le preguntó Sandra bastante ofuscada.- ¿No sabes llamar a la puerta antes de entrar o qué? ¿Necesitas que te partan la boca?

– Yo…yo de vosotras, me vestiría.- fue lo único que consiguió decir antes de salir y cerrar la puerta. Joaquín se le acercó, pero ella le rehuyó entrando en el baño y echando el pestillo.

Desde luego que estaba siendo una locura de noche para ella y no sabía si podría superarla jamás si sobrevivía. Pero lo primero era lo primero. Tenía que largarse de allí, así que se subió a la bañera y abrió la ventana. Se asomó para considerar la altura y vio unas cañerías a su izquierda. No lo pensó mas y se encaramó al alfeizar de la ventana. Sacó sus pies al exterior, pierna derecha y luego izquierda hasta quedar sentada bajo la lluvia. Se agarró a una de las cañerías y buscó un punto de apoyo con el pie derecho. Cuando creyó estar controlando la situación, resbaló cayendo de bruces y rodando por el fango, pero estaba viva. Tras levantarse dolorosamente y comprobar que podía andar, se dispuso a entrar en el bosque con una ligera cojera.

– ¡Eh, tú! ¡Espera! ¡No te vayas, ayúdanos!- le gritaron «las chicas del dormitorio» desde su ventana, pero Jennifer no miró atrás y siguió su camino muy a su pesar. Cuando solo había avanzado unos escasos quince metros, un chirriante y veloz sonido la hizo detenerse en seco. Provenía de encima de su cabeza, por lo alto de las copas arbóreas y algo grande cayó ante ella. Sus ojos no veían más que un surco circular en la tierra mojada y algunas malas hierbas aplastadas, pero sus sentidos le decían que había algo más.

No le faltó razón, pues donde no había mas que un surco, aparecieron dos personas de la nada.  Jennifer se escondió tras uno de los árboles agachándose, pero sin dejar de observar aún la incrédula escena que ante ella acontecía. Los aparecidos eran un chico y una chica, iban ataviados con unos monos negros ceñidos como de cuero y lo más importante, estaban armados. Decidió no respirar siquiera con tal de que no la descubriesen. (Lugar equivocado, momento equivocado). Miró en ambas direcciones, pero no había forma de escapar sin ser descubierta, los árboles están bastante separados los unos de los otros. Pero tenía que mantener las esperanzas en que jugar al escondite le sirviera para escapar, hasta que el cañón de un arma le tocó la coronilla.

– IDENTIFICACIÓN.- dijo el ser masculino.

– ¿Mi DNI? ¿En serio?- logró decir Jenny estupefacta- Ehm…no lo llevo encima.

– Date la vuelta, niña.- y ella obedeció

Vio las armas con las que la apuntaban ahora los aparecidos, eran blancas y extrañas con circulos de color verde agua brillante. Naturalmente ella se derrumbó en lágrimas ante su trágico fin.

–  Por favooor (sniff) dejad que me vaya que yo no he hecho nada malo. Es solo la mala suerte que me persigue.

El aparecido se dirigió a la otra para hablar con ella. La miraron con lástima y a Jennifer no le parecieron personas normales, pero lo aparentaban.¿Serían extraterrestres? ¿Era verdad que el fin del mundo estaba llegando y ella sería una de las primeras víctimas en ser aniquiladas? La cosa hembra le habló.

– ¿Qué ha sucedido aquí? ¿Has visto algo extraño? ¿Cuál es tu nombre?

– Ésta noche he visto cosas muy extrañas, si, claro que las he visto. Algo ha decapitado a mi novio, he tenido que huir atravesando el bosque bajo una lluvia torrencial, he encontrado una casa rural llena de frikis y no sé, vosotros os habéis aparecido ante mi de la nada volando. Entonces, ¿no vais a matarme?

– No, soy AX-7 y éste es mi compañero AX-8, hemos venido a intentar evitar un desastre, creo que hemos llegado algo tarde a la cena, pero la fiesta está a punto de empezar. ¿Dónde queda esa casa rural de la que hablas?

– Allí- señaló ella a sus espaldas, pero la oscuridad le impedía ver más allá.

– Ya la veo. – dijo AX-7- Están en problemas AX-8. Escúchame,  ésto es una orden, tienes que llevarte  a la chica…

– Mi nombre es Jennifer, pero me podéis llamar Jenny si me sacáis de esta.

AX-7 la miró desafiante y se apartó alejándose un poco junto a su compañero. No quería ser escuchada por la humana.

– ¿Cómo quieres que la saque de aquí? Dijiste que íbamos a hacerlo juntos. Que aplastaríamos a esos nanobots con el As que tienes guardado en la manga.- le dijo el.

– Pero también recordarás que te dije que había que contar con imprevistos y este es uno de ellos. Al menos quedaría un humano al que hayamos salvado la vida y serviría para perpetuar su especie en caso de fracasar mi otro plan.

AX-8 frunció su falso entrecejo.

– No me dijiste que fuera a ser tan complicado. ¿Quieres que viaje a nuestro tiempo llevándola conmigo para salvar su especie? ¿Por qué Supreme no ha hecho eso antes y se evitaban tener que fabricar a unos robots como nosotros?

– Por eso mismo, porque lo intentaban, pero sus proyectos son aún más ambiciosos. Se hacía sufrir bastante al ser humano, pero una nueva ley les hizo cambiar de sistema. Ahí es donde entra Gea- Zero, que están totalmente en contra de esa norma. Recuerda que aunque sean la competencia, existían antes que Supreme y deja ya de cuestionarme.

– No te cuestiono, pero es que no pienso dejarte sola con «destructores». Además, no me has explicado aún lo de tu As en la manga.

Jennifer intentaba enterarse de la conversación, pero al estar algo retirados, solo escuchaba retazos de la misma como «hacer sufrir bastante al ser humano, nueva ley, Geazero, Supreme»…demasiada información para ella, que no sabía como conectarla en su cerebro para encajarlo y llegar a comprenderlo. Esperó con paciencia su destino mirando en la dirección por la que había venido. Unos gritos interrumpieron la conversación.

– Tienes que confiar en mí. Mi contacto os tratará bien, pero debes protegerle también. Ésta noche habrá un cambio de planes para Gea- Zero- dijo AX-7- Su nombre es Leafar. Toma, coge ésto.- y le extendió un brazalete plateado con interruptores rojos- Llévate a la chica y dile que el Plan B ya está en marcha, que cumpla su parte y que salve nuestro proyecto MARI-AX.

– Pero…-comenzó a decir AX-8, pero su compañera se cansó de dar explicaciones y corrió hacia la casa rural. AX-8 miró a la indefensa Jenny y se acercó a ella.

– Levanta, vamos a realizar un pequeño viaje VIET.

– ¿A donde me vas a llevar?

– Al futuro.

-¿Venís del futuro? ¿Cómo terminators?

Jennifer se puso en pie. La verdad es que le temblaba todo el cuerpo, pues entre el frío y todo lo que le estaba sucediendo, lo últmo que esperaba era un viaje en el tiempo. Alucinaba.

– Bueno, más o menos (se burló AX-8) ¿de donde crees que sacó Cameron su idea? Es más real de lo que puedas llegar siquiera a imaginar. – cogió a Jenny de la muñeca izquierda, se había colocado el brazalete, que se conectaba directamente con su sistema interno. Introdujo el código que su compañera le había dado: MARIAX2058.

De pronto, Jenny se vio encerrada junto al aparecido (que humanamente no estaba nada mal…), en una esfera traslúcida. ¡Qué surrealista!

Para colmo de males, aquella esfera comenzó a elevase lentamente y ella recordó su vértigo cuando estaba a solamente unos diez metros de altura. No tuvo tiempo ni de expresar su miedo, pues la esfera cogió una velocidad que si no era la de la luz, poco le faltaba La mejor opción le pareció fue agacharse y agarrarse a los pies de la máquina.

La presión no era un problema, pues la esfera estaba preparada para aguantar esas presiones tan elevadas. Es más, su capa exterior succionaba esa presión y la convertía en fuerza de propulsión ( mayor presión=más velocidad). En el interior de la esfera apenas se percibía y Jenny cerró los ojos pensando en sus padres, en su familia, sus amigos, el mar, con sus delfines, en corazones, en una buena paella, en comerse una chocolatina «Huesitos de Milka», …en fin, en cosas y momentos que la hiciesen olvidar que estaba volando hacia el futuro a no sé cuantos millones de kilómetros por hora.

esfera

Escrito por Luis M. Sabio Destino:2058


REPLICANTE: PARTE 6…(Un pequeño adelanto)


2058

María abrió los ojos, pero no consiguió ver nada, pues la mayor oscuridad del mundo la envolvía en la negrura. Se encontraba tumbada bocarriba, mirando al supuesto techo y preguntándose dónde coño estaba. Percibía olores extraños y sus ojos escrutaban el entorno intentando vanamente divisar algo que le proporcionase aquella información. Comprobó que no tenía modo alguno de mover sus extremidades, pero el resto del cuerpo sí. Al intentar girarse hacia un lado, notó una tirantez extrema en el lado izquierdo de su cabeza, justo detrás de la oreja. Sentía como si una aguja gigante la atravesara y cuando se tocó ahí, notó que le salían varios tubos que no sé a donde iban a parar. ¿Cómo había llegado allí? ¿Quién la había llevado?¿Dónde estaba?¿Desde cuando y para qué? Miles de preguntas bombardearon su mente, pero sentía pánico de gritar pidiendo auxilio, pues no sabía si alguien la vigilaba de cerca.

Aquello no tenía pinta de ser un hospital. Desde luego que se encontraba tumbada en una especie de camilla, más fría que su puta madre, por cierto, pero no era un hospital…por lo menos no uno normal. No estaba atada, pero tenía miedo de arriesgarse a tirarse de allí al desconocer la distancia que del suelo la separaba. Tenía que pensarlo bien, pues como mucho si salía ilesa, el resto del camino lo tendría que hacer a rastras en plan gusano. La incertidumbre la carcomía, pues tenía miedo…un miedo atroz.

Lo último que recordaba vagamente es que viajaba en un coche. Había túneles y luces, pero luego nada más, solo oscuridad. Era muy posible que alguien más estuviera en el coche, pero no conseguía descifrar ese enigma ni los siguientes, pues un ruído de pasos metálicos la alertaron de que algo se acercaba desde fuera.

Las luces se activaron de golpe, como los neones de Las Vegas y ella creyó que sus retinas estaban siendo flageladas por cien agujas. Cerró los ojos pensando que era lo mejor, hacerse la dormida en estado comatoso. Un nudo se formó en su garganta. Ver todos esos tubos azules de luces leds, ese suelo de rejillas metálicas, tantos aparatos a su alrededor emitiendo sonidos y luces intermitentes, le chocaron tanto como ver la nave espacial de Alien por primera vez. Y ésto era peor, era real. ¿Sería aquello una nave espacial? De momento no quiso saberlo y mantuvo los ojos cerrados cuando escuchó el click de apertura de la puerta que tenía enfrente. Ésta se abría como una persiana, pero justo al revés, del suelo al techo.

CLONCK! CLONCK! CLONCK!

Algo se le había acercado, desde luego, fuera lo que fuese lo tenía practicamente en lo alto de ella…podía sentirlo, la miraba y su sombra la tapaba.

CLONCK! CLONCK! CLONCK!

Más pasos se adentraron en su suite. Habría como mínimo tres de esas cosas ahí observandola e intentó disimular el tembleque de miedo, pero aún así, temía que el sudor de terror la delatara. Entonces eso  habló en una extraña jerga y ella no comprendía cómo era posible que lo entendiera.

– Sujeto CH post AX-7. Constancias vitales correctas. Sistema motriz en proceso de adaptación. Tomaré muestras de cuero cabelludo.

Su cuerpo desnudo e indefenso quería desaparecer de aquel lugar, escapar de esa camilla metálica y mandar todo a tomar por el culo. Escuchó a una de aquellas cosas replicarle a otra y otro respondió enojado. Bueno, a partir de ahí, la discusión se fue acalorando cada vez más. Uno de esos seres decidió eliminarla y pulsó un botón que hizo que María comenzara a congelarse por los pies. Ya no pudo más, cuando el helor le llegó a la cintura, gritó. Acto inútil pensando que no podía moverse, pero que más tenía que perder. Esas tres cosas la miraron y ella vió como lo hacían, por dios, eran horribles, algo con manos alargadas, ojos negros sin pupilas y pies de hierro.

Ella seguía gritando ante la situación y vió como uno de ellos sacó un arma de su manga disparando láser a bocajarro contra sus compañeros o lo que fuesen.

– No tener tiempo de explicar- éste posó su mano sobre el vientre de María, que inmediatamente le transmitió un calor inmenso. Sus piernas se descongelaron y mejor aún, podía moverlas.- He venido a salvarte, a sacarte de aquí.

-Pero, ¿qué eres? dime por favor, ¿dónde estoy?

– Mi nombre es Leafar. Tu estar en futuro. Esta es base científica de la compañía «Supreme», yo trabajar para ellos. Ser una empresa de robótica fundada por ser humano, pero al extinguirse su raza, los robots supieron suplir y mejorar las ideas. Han cogido molde de tu cuerpo para recoger informes del comportamiento humano, tu no ser original, no ser nada personal. Pero ella ahora ha empatizado con ellos y se ha rebelado a la compañía por salvar a esos humanos. Ponte ésto- y le extendió una ropa, que resultaron ser un mono de color negro y una camisa blanca- no tener calzado. Sentirlo mucho.

María no dudó un instante en colocarse aquellas prendas para cubrirse un poco del frío.

– Gracias, no te he entendido del todo…dices que han hecho una copia de mí.

– Sí, más de una copia. Yo ser amigo de AX-7, ella no recordar todo, sólo lo que yo dejar en su sistema. Ser mi creación, mi bebé. Ella aprende rápido. Ella quererte libre, yo aquí jugándome el puesto y que me desconecten para siempre. Pero si no lo hace «Supreme», lo hará «Gea-Zero».

– ¿Gea-Zero? Ésto es muy extraño, no entiendo una mierda. Sácame de aquí, por favor.

TOC TOC TOC

María miró aterrada a Leafar y éste analizó con la mirada lo que esperaba tras la puerta. Se acercó y activó la apertura de la puerta. Cuando esta se abrió, María no pudo creer lo que veía. Era su amigo, su amigo armado hasta los dientes, que había venido a rescatarla. Se abalanzó a el para abrazarle y no prestó atención alguna a la chica que había tras el.

– ¡Jorge!¡Ay, cómo me alegro de volver a verte!

Éste con el semblante serio, la apartó con la mano apuntando con el arma al suelo. Se dirigió a Leafar,

– No hay tiempo. Tenemos que salir de aquí ya mismo.

ImageEscrito por Luis M. Sabio


REPLICANTE: PARTE 5


FELIZ CUMPLEAÑOS, EVA.

Dani estaba ansioso por la llegada de sus amigos, sobre todo por la de la cumpleañera, pues había movido varios hilos y tirado de contactos para conseguir un buen precio por esa casa rural en Trévelez. Cuando le mostraron por internet más de treinta posibilidades de alojamientos rurales, ésta le pareció le elección perfecta. Dos plantas,  a veinte metros de la carretera con un acceso sin asfaltar, aislada en el bosque. Por la entrada principal se encontraba uno con un salón enorme unido con su barra americana a la cocina. Una chimenea y al fondo a la derecha un baño. En la segunda planta había tres dormitorios y otro servicio que incluía una bañera. No había pensado en la repartición de las habitaciones (ya lo harán entre todos más tarde), pero suponía que la que tenía la cama de matrimonio sería para Sandra y Joaquín.

Y ahí estaba el. Sentado en un sofá del salón jugando al «Saints Row 3» de la Xbox para amenizarse la espera, pues ya había hecho bastante decorándolo todo para la fiesta, pero sin pasarse, ya que Eva no cumplía nueve años, sino diecinueve. Se había encargado de la tarta, que estaba aguardando a su extinción en la nevera y esperaba que Pablo no se olvidase de traer algo de hielo. Quería que la fiesta dejase boquiabierta a Eva. Le tenía un cariño especial, pues la conocía desde párvulos y aunque decía que la quería como a una hermana, internamente sabía que era algo más que eso. Pero aún así, jamás lo reconocería.

Le pareció escuchar algo y pausó el juego. Oyó el claxon de un coche en el exterior, por fin habían llegado y la fiesta estaba a punto de comenzar. La «loca del coño», como decía Pablo, iba a tener su mejor fiesta de cumpleaños desde que cumplió los ocho en el «Chiqui- Park» de la carretera de Ronda en Almería, con sus toboganes y piscinas de bolas.

Salió a saludar y a ayudar a sus amigos con las bolsas de la compra y equipaje. Alcohol a tutiplén, carnes para hacerlas en la chimenea con las ascuas. Lo mismo le echaban unas patatas para hacerlas asadas.

Tras subir las maletas y bolsas de viaje a la parte de arriba, bajaron todos a brindar con el «Fragolino» rosado. Sandra, Eva y Erika se arrancaron bailando unas sevillanas. Pablo intentó seguirlas pero a Joaquín se le daba mucho mejor. Luego vino un reaggaeton y se pusieron a «perrear» un poquito entre copa y canuto. Dani se puso a jugar un partido de Pro con Pablo y Joaquín les picaba haciendo hincapié en sus fallos, para ver si alguno perdía y así poder jugar su turno mientras las chicas bailaban el último éxito de David Bisbal. Era el ídolo de Eva, la cual hace menos de cuatro meses aún tenía forrada las paredes de su habitación con imágenes del artista, al que veneraba más que a Jesucristo.

¡Ay juventud! ¡Cuánto amor platónico!

– No se vosotros, pero a mí me está picando el hambre ya.- dijo Pablo.

– Pues ahí hay unas pizzas si quieres comer algo.- contestó Dani. Pablo se le quedó mirando con una media sonrisa y dijo:

– Vale, pero podríamos ir encendiendo la chimenea para hacer unas chuletas a la parrilla. Eso tarda en quedar en ascuas y luego os entrará el hambre.

– ¡Mierda!- exclamó Dani.

– ¿Qué pasa?- preguntó Erika.

– Se me olvidó coger unos troncos y leña. ¡Maldita sea! Habrá que salir a buscar algunas ramas y piñas para hacer el fuego. Pastillas si he traído para prenderlo.

– Voy contigo. Cojo el abrigo y salimos.- Con éstas palabras Erika se dio la vuelta y subió las escaleras en busca de su abrigo fucsia de botones amarillos con la cara de «Smiley». Llegó al dormitorio donde había dejado su maleta, encendió la luz y colocó encima de la cama. Tras abrirla, sacó el abrigo y cogió su boina del mismo color a la que le había puesto una chapa con el mismo color y dibujo que los botones del abrigo. Mientras se lo ponía, escuchó a Dani subir las escaleras, que iría en busca de alguna chaqueta.

Pensaba que su amigo no estaba nada mal, pero que también podría ser efecto de las tres copas de Whisky y las furtivas caladas a los porros que Pablo se había traído consigo. Normalmente no se ofrecía para salir a la calle con tanto frío y menos para adentrarse en un bosque, para buscar leña, pero tenía que lucir su maravilloso atuendo invernal. Se miró en un espejo antiguo que había colgado de la pared para ver como se colocaba la boina que iba a estrenar.

Poco después, ambos salieron al frío de la noche y Dani fue directamente a la parte trasera de la casa para coger una carretilla que había visto allí por la mañana. Erika le seguía mientras se frotaba las manos y maldecía para sus adentros el haberse olvidado de incluir un par de guantes en el equipaje. Se adentraron un poco más en el bosque, su silencio solo se interrumpía con el castañeteo de sus dientes y unas neblinas de vaho salían expulsadas de sus bocas por el helor que hacía.

En el momento que Erika cerró la puerta tras de sí, Joaquín miró a su novia y Sandra asintió.

– Eva, sube con nosotros, que tenemos que enseñarte una cosa. Lo vas a flipar.

– ¿Qué es?- preguntó Eva.

– Es una sorpresa.- contestó Joaquín.- Oye, Pablo, hazte unos McFlies de esos que tu sabes. Ya te he metido yo las pizzas en el microondas para que piques algo.

Sandra cogió a Eva de la mano con una sonrisa y subieron juntas las escaleras. Estaba algo nerviosa, pero a la vez excitada y emocionada. Joaquín olvidó de decir algo más a Pablo y se dio media vuelta hacia el.

– También podrías ir poniendo el «Sing It», que las nenas tienen ganas de marcha y desgañitarse cantando. Además, así cuando estos vuelvan, estará casi todo preparado y nos reímos otro rato mientras se apague el fuego.

– Ok. No problemo, tío.- contestó Pablo.

Joaquín corrió escaleras arriba a zancadas y Pablo dejó el mando de la consola en el sofá, levantándose de un respingo. No le molestó en absoluto que lo dejasen solo en el salón, pues tenía una broma maquinada para morirse de la risa. Cogió su mochila negra (RAMONES), que estaba junto a la chimenea y se metió en el baño.

Comenzó a desnudarse hasta quedarse en calzoncillos y sacó un camisón blanco de la mochila; debajo del camisón había una peluca de largos y morenos cabellos falsos. Sabía que a Eva le aterrorizó bastante aquella niña que salía de la televisión en «The Ring» y no pensaba desaprovechar esta oportunidad para asustar a su «loca del coño». Pensó que sus amigos jamás olvidarían esta broma y también en la cara que pondría Eva. Sólo con eso ya le entraba la risa floja.

Arriba sucedería otro momento difícil de olvidar, pero que fluía en una dirección bastante contraria a las maquinaciones de Pablo. Joaquín cerró la puerta de la habitación tras de sí y miró a las chicas que tenía delante.

– Bueno, ¿y dónde está la sorpresa? – preguntó Eva mirando a sus amigos algo confusa.

– El caso es que…-comenzó a explicarse Sandra.- Sé que te gusta Joaquín y…(Eva en su mente a mil kilómetros de allí, quería que la tierra se la tragase)… no sé como plantearte esto para que no salgas huyendo de aquí. Hmmm…tenemos una fantasía en la cual nos gustaría que participases.

– Pero, ¿de qué estáis hablando?¿En serio os referís a….?

– Hacer un trío.- aclaró Joaquín.

Eva puso cara de estupefacción, pero si que era una sorpresa para ella, pues Joaquín tenía un cuerpazo fibroso y una personalidad detallista que a ella le encantaban. Jamás se le habría ocurrido poner sus garras en el novio de una amiga, eso era sagrado para ella. Pero tampoco se le había pasado nunca por la cabeza que una amiga le propusiera realizar un trío. Un mar de dudas  mezcladas con excitación se acumularon en su cerebro.

Esa tensión se rompió en el momento que Sandra la abordó por detrás apartando su cabello y besando su nuca y su cuello. Temblaban de nervios y Joaquín ante la escena, no pudo contenerse. Se quitó la sudadera dejando al descubierto su famosa tableta de chocolate, con la que Eva había soñado alguna vez.   Éste se abalanzó hacia Eva directamente hacia sus labios y la besó. Jugaron con sus lenguas y las manos de Joaquín rodeaban sus pechos. Sandra le empezó a quitar la ropa a la cumpleañera y los tres se dejaron llevar por una pasión desenfrenada que hacía parecer que sus cuerpos fuesen a explotar de tantas vibraciones y nervios.

Ambas se tumbaron en la cama mirando al techo, sin dejar de tocarse mutuamente y cuando Eva sintió el miembro de Joaquín en su interior, le costó no aullar de placer como una loca. Desde luego que nadie le podía haber hecho un regalo mejor que aquél.

EN BUSCA DE LEÑA.

Dani sentía como que se estaba congelando por dentro, pero no se podía mostrar frágil ante una chica. Era uno de sus principios como hombre y no dejaba de arrastrar de la carretilla, echando de vez en cuando algún rastrojo y ramas secas en ella. Erika también colaboraba, pero con mucho cuidado de mancharse la ropa.

– Aquí no hay piñas de esas para encender el fuego más rápido, menos mal que hay pastillas.- comentó Erika.- ¿Y si nos volvemos y hacemos la cena en la cocina? Me estoy helando.

– No te rindas, mujer, que vamos bien.

– Abrázame un poco, anda, a ver si se me quita un poco este frío.

El le dedicó una sonrisa y lo hizo, cumplió su deseo. Soltó la carretilla y abrazó a su amiga. Lo que no esperaba es que ésta aprovechase el momento para plantarle un beso en  la mejilla. Luego otro, pero de esos besos, casi de cine, que quieren decir algo más que eso y Erika sintió su cuerpo levitar.

De pronto, un gran estruendo como de trueno, rompió el beso y los dos vieron como el cielo se iluminó con un estallido verdoso. Quedaron por unos segundos ahí quietos, abrazados y mirando hacia arriba.

– Vamos a la casa.- dijo Dani muy nervioso.

– Sólo ha sido un trueno y unas luces verdes.

– Vámonos, venga. Que no me ha gustado nada en absoluto, nunca había visto una luz así en el cielo.

– ¿Y qué hay de eso de no rendirse?

– No seas cabezota, tú también querías volver hace unos minutos.

– Ya, pero la cosa ha cambiado.

Un ruido extraño surgió de entre los árboles y parecía que se estaba acercando a pasos agigantados. Comenzó a llover fuertemente. Los dos se miraron y sin dirigirse la palabra, se dieron la vuelta para correr hacia la casa. ¿Qué era eso tan grande? Erika corría, pero tropezó cayendo de bruces en el barro recién formado.

– ¡Daniiiiiii, esperaaaaa!- gritó mientras se incorporaba.

El se dio la vuelta para ayudarla y lo que vio le hizo quedarse paralizado de terror. Un árbol gigantesco se dirigía hacia ellos, destrozando a «sus hermanos» a su paso. Erika volvió la vista atrás para ver que es lo que había hecho que su amigo no se acercara un centímetro más. Su grito fue de terror, no podía ser real, estaba soñando con una horrible pesadilla, pero no, lo tenía delante. La sombra de ese árbol se cernió sobre ella cogiéndola en volandas.

– ¡Ayudaaaaaaaaaaaaa!- fué lo último que Erika pudo decir, pues Dani, aún petrificado en el sitio vio como esa cosa la agarró de los brazos y tiró de sus piernas. Su cuerpo quedó partido en dos y ese ser lanzó los restos hacia atrás, su graciosa boina quedó enganchada de una de sus ramas. Sangre, mucha sangre se esparció por ese suelo e incluso salpicó en forma de lluvia a Dani. Éste consiguió arrancarse del sitio y huír hacia la casa, miraba hacia atrás, pero esa cosa no le seguía. Aquello no estaba sucediendo, no podía, pero desgraciadamente podía comprobar lo real que era. La sangre, aún caliente le estaba cayendo por el rostro y se introducía entre las comisuras de sus labios. La lluvia era constante y el camino de vuelta parecía eterno.

bosque  El final se acerca…

Escrito por Luis M. Sabio


REPLICANTE: PARTE 5 (Un pequeño adelanto)


«Constituía un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre le latía en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guiñapos y ruinas de la Historia.»

Fahrenheit 451, Ray Bradbury

MÁLAGA, AQUEL MISMO ANOCHECER.

  María estaba nerviosa, o lo equivalente a estarlo en su situación, pues no era humana. Ax-7 no dejaba de dar vueltas con los brazos cruzados en un pequeño parque que había detrás de una iglesia a la que llamaban «la Manca» la gente del lugar. Pues la razón es que le faltaba una de las torres que no se llegó a construir, pero eso es otra historia entre malagueños y americanos.

  Por fin vio como llegaba Jorge por el callejón, siempre llagaba más tarde de lo acordado y ella minutos antes de lo previsto. Pero ésta vez tenía que compartir una información demasiado importante como para demorar más tiempo. Éste se acercó a ella al verla, con su mochila al hombro.

– ¿Cuál es ese comunicado tan importante que tienes que darme?

– ¿Me has leído el circuito interno?

– No, pero lo he supuesto.

– …El humor te queda grande, humano metálico. Atento, he recibido información de «SUPREME» de una forma no muy legal. Tengo las coordenadas del lugar donde GEA- ZERO va a depositar a sus destructores.

-¿Serán los primeros que envían?

– No dispongo de ese dato, pero tenemos que marcharnos ahora mismo. Hay destrozos y ví un coche abandonado en un arcén con cristales rotos. También había un reguero de sangre. Hay víctimas. Significa que ya han llegado.

– ¿Ya han llegado? ¿Ya has estado allí?

– Se llama inspección del terreno.

-¿Qué eres ahora?¿Soldado?

-Vamos, tenemos que irnos.

-En tu coche o en el mío.

-En ninguno, iremos volando. Agárrate a mi.

– Pero hay personas aquí.

– Está todo controlado.

  AX-8 se agarró a ella y ésta susurró alguna palabra a su propia muñeca. Una esfera translúcida los envolvió y comenzaron a elevarse del suelo.

– Ahora somos invisibles a los ojos humanos.- Le dijo María.

– Muy buena. Ésta me la apunto. Vamos a machacar a esos nanobots.

  La esfera desapareció rápidamente en algún lugar del firmamento, mientras algunas estrellas comenzaban a refulgir.

FELIZ CUMPLEAÑOS, EVA.

Escrito por Luis M. Sabio


REPLICANTE: PARTE 4


En el plazo de cincuenta a cien años surgirá probablemente una nueva clase de organismos. Dichos organismos serán artificiales en el sentido de que inicialmente habrán sido diseñados por humanos. No obstante, se reproducirán y «evolucionarán» en algo diferente de su forma original; estarán «vivos» según cualquier acepción razonable de la palabra. Estos organismos evolucionarán de un modo esencialmente distinto…El ritmo…será muy rápido. El impacto sobre la humanidad y la biosfera podría ser enorme, mayor que el de la revolución industrial, las armas nucleares o la contaminación del medio ambiente. Debemos tomar ya medidas para encauzar la aparición de organismos artificiales…

 Doyne Farmer y Aletta Belin, 1991

EL MARTES QUE TODO CAMBIÓ.

En la carretera en dirección a Trévelez, circulaba el Kia azul que conducía su propietario, Antonio; un adolescente como otro cualquiera que viajaba junto a su novia Jennifer al pueblo de sus padres. Aún era temprano, pero ya empezaba a dormirse el sol.

– Antonio, ya sé que hemos hablado de esto, pero, ¿no te parece pronto para que me presentes a tus padres?¿Y si no les caigo bien o no les gusto para tí? Si en verano acabarás el curso de Informática en la Universidad de Almería y entonces dispondrás de mucho tiempo libre para ir a ver a tus padres.

– Cariño, llevamos cuatro meses juntos. Mis padres ya te adoran por el mero hecho de tenerme tan feliz y quieren conocerte en persona. Es normal que estés nerviosa porque vayas a conocer a tus suegros. Además, no pienso dar la vuelta ahora que sólo nos queda una media hora para llegar.

– ¡ Yo no estoy nerviosa!¡Estoy histérica!

– Ya te veo, no hace falta que lo jures. Tú tranquila, que mis padres aún no se han comido a nadie…que yo sepa.

– Ja, ja, muy gracioso.

-Voy a parar un momento, que me estoy meando vivo y no aguanto más.

– ¿Aquí? Qué mal rollo, con tanto bosque por aquí. No te alejes mucho, porfa.

Antonio paró en el arcén y puso las luces de emergencia del vehículo. Apagando el motor, se quitó su cinturón y se acercó a besar los labios de Jennifer que temblaban de miedo.

– No me alejaré y no tardaré nada. Le cambio el agua al canario y vuelvo.

– Eso espero, por tu bien…si no, te mato.

Antonio salió del coche, lo rodeó y se adentró entre los árboles. Junto a uno de ellos, se la sacó, suspirando aliviado por el vaciado de su cargo. Miró al cielo mientras se la sujetaba, pero sólo veía las copas arbóreas y un cielo estrellado.

– Oooh, que a gusto.

PIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII…

Un pitido constante y ensordecedor surgió de la nada y Antonio se tapó los oídos. ¡Dios! ¡Era un ruído insoportable! Tanto que cayó al suelo de lado e incluso se orinó un poco encima. Acurrucado en el suelo, casi en posición fetal y con unas ansias de arrancarse los oídos de cuajo, vio como de pronto una gran luz verdosa descendía de un cielo negro.

Esa luz destrozó, más bien desintegró, los árboles que se encontraban en el camino de la misma hasta posarse en el suelo, que se agrietó como si de un gran peso se tratara.

Antonio estaba aterrorizado, así que cogió impulso para incorporarse y correr hacia su querida Jennifer, para largarse de cuanto antes de aquel lugar. ¿Qué demonios es eso? No quería ni saberlo. El pitido cesó y la luz verdosa se apagó de alguna forma, pero quedó algo brillante en el lugar que antes la luz había removido. Era una especie de enjambre de luciérnagas verdes fluorescentes que se estaban como agrupando…y dirigiéndose a el.

– ¿Qué mierda…?- Se dio la vuelta corriendo todo lo posible, tampoco se había alejado tanto del coche. ¿o acaso si lo había hecho?

Qué mala suerte para Antonio, que con el miedo, tropezó con las raíces de algún árbol, cayendo de bruces a la tierra. Esas luciérnagas o lo que fuesen le alcanzaron rodeando su cuerpo. Incapaz de moverse, algunas se metieron a través de sus fosas nasales hasta salir por el mismísimo recto, reventándole el pantalón por esa zona. Qué dolor sintió y que desorientado. la vista le fallaba un poco, pero Antonio consiguió ver a ese enjambre volver a agruparse, tomando una forma.

Se puso en pie como pudo y al mirar al frente se encontró consigo mismo, pero con el brillo verdoso en los ojos. Le temblaban los pies y esa cosa le sonreía. No supo como reaccionar, la huída era su único plan, así que volvió a darse la vuelta para correr. Esa cosa que tenía prácticamente, la apariencia de su reflejo en el espejo, abrió la boca para atacarle con una afilada lengua camaleónica. Le rodeó el cuello con tanta fuerza que Antonio entendió que aquel era su fin.

– ¡Corre, Jennifer, corre!- y por unos segundo se vio precipitado violentamente al duro suelo, rodando como una pelota y luego su cuerpo decapitado cayendo de rodillas. Y esa cosa seguía sonriendo, de pie, mir´sndole con esos brillantes globos oculares.

EN EL KIA.

Jennifer estaba algo intranquila en el coche, pues su novio tardaba mucho en volver de hacer sus necesidades. Además, le había hecho una promesa, la de no dejarla sola alí metida, en mitad de la nada, mucho tiempo.

El coche tembló, ¿o había sido la atierra? y una luz verde surgió del cielo a su derecha.

-¡Dios mío!¡Antonio! ¿Qué es eso?

Se agachó a por su bolso que tenía a sus pies, para coger su móvil y llamar a la policía o a la Guardia Civil. Algo extraño estaba pasando.

– Joder, no hay cobertura.- Abrió la ventanilla sacando su brazo , mientras agarraba el móvil para ver si así conseguí alguna mísera raya de batería.

-¡Corre, Jennifer,corre!- Era la voz de Antonio, muy cerca de allí. No se había dado cuenta, pero la luz había desaparecido. Se estremeció, cerró la ventanilla y se cambió al asiento del conductor, pero sin apartar la vista del lado de donde provinieron los gritos de su novio.

Giró la llava para encender el motor, pero éste no respondió. Una figura apareció de entre los árboles sosteniendo algo en su mano derecha.

– ¿Antonio?- Unos rayos verdes iluminaron el cielo con sus destellos y aquella figura lanzó el objeto que sostenía hacia el coche. . El cristal del copiloto se hizo añicos y Jennifer emitió un grito agudo mientras se veía perforada por miles de cristales y algo más grande le golpeó el pecho. La luz interior del vehículo se apagó.

Jennifer agarró lo que la había golpeado, tenía un tacto tan peludo y húmedo, que lo primero que pensó es que se trataba de algún tipo de animal y del asco, lo lanzó al asiento copiloto. Sacó su móvil y alumbró con la poca luz que le daba…era la cabeza de Antonio y se vio a si misma llena de su sangre. Profirió un grito de terror, pero abrió la puerta y se perdió en la oscuridad de la noche sin mirar atrás, por si ese loco asesino la perseguía.

Comenzó a llover, pero el horror no le permitió detenerse…pues podía ser lo último que hiciera.

Luces verdes CONTINUARÁ…

Escrito por Luis M. Sabio


REPLICANTE: PARTE 3


¿Qué es real? ¿Qué es irreal? ¿Son los androides, que parecen humanos y actúan como humanos, humanos verdaderos? ¿Deberíamos tratarlos como a máquinas o como a personas? ¿Cuál es el factor crucial que define al ser humano como «vivo», en oposición a los que solamente viven en apariencia?

«¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?»

PHILIP K. DICK

DOS SEMANAS MÁS TARDE.

  Erika estaba en su habitación todo de color rosa, colocando su maleta de Hello Kitty! de color negro y fucsia sobre la cama, abrió su cremallera y la dejó ahí abierta. Se dio la vuelta  abriendo su armario de puertas corredizas para seleccionar las prendas que iba a incluir en su equipaje para la llamada «Escapada Loca del coño». Un nombre un tanto peculiar con el cual denomina el graciosillo del grupo a su amiga Eva, la cumpleañera y razón por la cual habían organizado ese viaje de cuatro días a una casa rural de Trévelez. Al final iban a convivir un grupo de seis amigos. Constando de una pareja formada por Joaquin y Sandra, Eva, por supuesto, el gracioso de Pablo, Erika, «la chic» (porque lo de «pija» le molestaba muchísimo) y Daniel, que iba a esperarles en la casa rural de las Alpujarras.

  La verdad es que Daniel había encontrado una buena oferta y resultó que conocía a gente que tiene contactos con el sector de hostelería y alojamiento de la zona. Así que les salió aún más económico e invitaron a Eva entre todos como regalo de cumpleaños.

  Normalmente no dejaba lo de hacer el equipaje para última hora, pero por una serie de circunstancias, ésta vez a Erika le quedaba sólo una hora para que Pablo y los demás viniesen a recogerla a su casa de Aguadulce, pues los demás vivían en Almería capital.

  Erika cerró la maleta, guardándose la lista que había hecho de los objetos introducido en la misma, en el bolsillo derecho del pantalón vaquero. En el momento que comenzaba a bajar las escaleras de la casa que compartía con su hermana mayor, Joana, que estaba trabajando, sonó el teléfono móvil. Del susto que se dio, se le escapó la maleta de las manos y acabó rodando escaleras abajo. – De ahí no pasará-

– Sólo espero que no se me haya roto mi  nuevo perfume de Dior.-se dijo a sí misma en voz alta, como si alguien la fuese a escuchar.

  Extrajo el móvil del bolso de Louis Vutton que se había colgado al hombro izquierdo. Quien llamaba era Daniel, así que descolgó acercándoselo al oído y apoyándose en la barandilla.

– ¿Si?

– ¿Cómo que si? ¡Oye! Que soy el Dani. Es para saber cuánto te queda para arreglarte, Chic. Nosotros ya estamos llegando…nos quedan unos cinco minutos así.

– Ya estoy lista y preparada para la fiesta. La vamos a armar gorda. ¡La que vamos a liar!

– Si que la vamos a liar. Ni lo dudes. Venga, te cuelgo que ahora hablamos. Hemos comprado de todo.- Y colgó.

  Erika no supo si «de todo» significaba que habían conseguido drogas también, pues no le gustaban esos rollos y la idea le parecía repulsiva, pero decidió no obsesionarse con eso antes de averiguar si era cierta su suposición.

MÁLAGA, ESE MISMO MARTES.

  Aunque fuese solamente mediodía, hacía bastante frío por las calles malagueñas llenas de transeúntes, pero claro, para AX-8 no suponía ningún problema, pues una máquina ni siente ni padece…o eso dicen.

  Se encontraba esperando sentado en una de las mesas exteriores del bar «Matahambre», la llegada de su compañera de misión AX-7. Se pidió una copa de vino para justificar la ocupación de esa mesa y la camarera se la había traído amablemente.

  Habían sido dos semanas intensas de investigación, integración y convivencia, sobre todo con los familiares de los sujetos que ellos ahora aparentaban- Jorge y María- A pesar de ello, habían logrado con éxito convencerlos de que eran ellos sin que notatan ningún comportamiento extraño. Ambos acordaron que era buena idea hacerse pasar por pareja sentimental, vulgarmente conocido como «novios», para poder investigar más tiempo juntos. También para que los demás no notasen mucho que no comían ni bebían nada en absoluto, pues carecen de sistema digestivo y no necesitan ningún tipo de alimentación. Sólo la ENERGÍA-V  con las que fueron dotados y activados por SUPREME. Y ésta es bastante perdurable.

  AX-8 estaba algo impaciente por la llegada de AX-7, pues se había mostrado algo nerviosa-cómo dirían los humanos-  cuando hablaron por ese aparato al que llamaban móvil. No creía que fuese a darle buenas noticias si no lo hizo por el inalámbrico, después del tiempo que llevaban compartiendo datos.

  AX-7 se sentó con su cabello alisado frente a él y se quitó las gafas de sol, dejándolas encima de la mesa.

– Tenemos un problema.

  Su repentina aparición le sorprendió aún mas que la famosa frase que le había dedicado a modo de saludo. Pero como su curiosidad le fundía los circuitos, se mantuvo inmutable.

– Lo sabía- contestó AX-8- Lo supuse en cuanto me colgaste esta mañana. Pero dime…»cariño», ¿cuál es la dimensión del problema que estás hablando?

– …De los grandes. Tenemos que estar preparados, he recibido las ondas de información de nuestros supremos, avisando de que es posible que la empresa de la competencia haya aprobado el envío de destructores para que no consigamos nuestro propósito,

– ¿La competencia? ¿GEA-ZERO enviará destructores a la Tierra en ésta era? ¿Para qué iban a hacerlo?

– Para eliminarnos. – dijo AX-8 entre dientes metálicos- Tenemos que andar con cuidado, adelantarnos a sus movimientos, pues son NANOBOTS que pueden tener la apariencia de cualquier forma de vida.

– ¿Crees que ya los han enviado?

– …No estoy segura, pero si no lo han hecho ya, estoy segura de que no tardarán en hacerlo.

– Hemos de equiparnos y preparar nuestras defensas.

– Estoy contigo, pues informan de que son extremadamente salvajes y calculadores.

– ¿Qué me quieres decir con eso? Espero que no pretendas «tranquilizarme».

– No, sólo digo que quienes se crucen con ellos , morirán de una forma infrahumana, pues para colmo, se recrean en sus funciones…y será así, hasta que nos encuentren.

  AX-8 arrojó el vino de su copa al pavimento.

– Estarán jodidos y nosotros también, pero tenemos ventaja sabiendo que vendrán a nosotros con antelación.

  Ella le miró con desaire y le espetó;

– Creo que no me has entendido.

– ¿A qué te refieres?- la miró a esos falsos globos oculares- No. No puedes estar proponiéndome eso.

– Sí, nosotros iremos a por ellos, les encontraremos y pillaremos desprevenidos.

replicanteEscrito por Luis M. Sabio