Matando moscas con el rabo

Archivo para febrero, 2012

REPLICANTE: PARTE 5


FELIZ CUMPLEAÑOS, EVA.

Dani estaba ansioso por la llegada de sus amigos, sobre todo por la de la cumpleañera, pues había movido varios hilos y tirado de contactos para conseguir un buen precio por esa casa rural en Trévelez. Cuando le mostraron por internet más de treinta posibilidades de alojamientos rurales, ésta le pareció le elección perfecta. Dos plantas,  a veinte metros de la carretera con un acceso sin asfaltar, aislada en el bosque. Por la entrada principal se encontraba uno con un salón enorme unido con su barra americana a la cocina. Una chimenea y al fondo a la derecha un baño. En la segunda planta había tres dormitorios y otro servicio que incluía una bañera. No había pensado en la repartición de las habitaciones (ya lo harán entre todos más tarde), pero suponía que la que tenía la cama de matrimonio sería para Sandra y Joaquín.

Y ahí estaba el. Sentado en un sofá del salón jugando al «Saints Row 3» de la Xbox para amenizarse la espera, pues ya había hecho bastante decorándolo todo para la fiesta, pero sin pasarse, ya que Eva no cumplía nueve años, sino diecinueve. Se había encargado de la tarta, que estaba aguardando a su extinción en la nevera y esperaba que Pablo no se olvidase de traer algo de hielo. Quería que la fiesta dejase boquiabierta a Eva. Le tenía un cariño especial, pues la conocía desde párvulos y aunque decía que la quería como a una hermana, internamente sabía que era algo más que eso. Pero aún así, jamás lo reconocería.

Le pareció escuchar algo y pausó el juego. Oyó el claxon de un coche en el exterior, por fin habían llegado y la fiesta estaba a punto de comenzar. La «loca del coño», como decía Pablo, iba a tener su mejor fiesta de cumpleaños desde que cumplió los ocho en el «Chiqui- Park» de la carretera de Ronda en Almería, con sus toboganes y piscinas de bolas.

Salió a saludar y a ayudar a sus amigos con las bolsas de la compra y equipaje. Alcohol a tutiplén, carnes para hacerlas en la chimenea con las ascuas. Lo mismo le echaban unas patatas para hacerlas asadas.

Tras subir las maletas y bolsas de viaje a la parte de arriba, bajaron todos a brindar con el «Fragolino» rosado. Sandra, Eva y Erika se arrancaron bailando unas sevillanas. Pablo intentó seguirlas pero a Joaquín se le daba mucho mejor. Luego vino un reaggaeton y se pusieron a «perrear» un poquito entre copa y canuto. Dani se puso a jugar un partido de Pro con Pablo y Joaquín les picaba haciendo hincapié en sus fallos, para ver si alguno perdía y así poder jugar su turno mientras las chicas bailaban el último éxito de David Bisbal. Era el ídolo de Eva, la cual hace menos de cuatro meses aún tenía forrada las paredes de su habitación con imágenes del artista, al que veneraba más que a Jesucristo.

¡Ay juventud! ¡Cuánto amor platónico!

– No se vosotros, pero a mí me está picando el hambre ya.- dijo Pablo.

– Pues ahí hay unas pizzas si quieres comer algo.- contestó Dani. Pablo se le quedó mirando con una media sonrisa y dijo:

– Vale, pero podríamos ir encendiendo la chimenea para hacer unas chuletas a la parrilla. Eso tarda en quedar en ascuas y luego os entrará el hambre.

– ¡Mierda!- exclamó Dani.

– ¿Qué pasa?- preguntó Erika.

– Se me olvidó coger unos troncos y leña. ¡Maldita sea! Habrá que salir a buscar algunas ramas y piñas para hacer el fuego. Pastillas si he traído para prenderlo.

– Voy contigo. Cojo el abrigo y salimos.- Con éstas palabras Erika se dio la vuelta y subió las escaleras en busca de su abrigo fucsia de botones amarillos con la cara de «Smiley». Llegó al dormitorio donde había dejado su maleta, encendió la luz y colocó encima de la cama. Tras abrirla, sacó el abrigo y cogió su boina del mismo color a la que le había puesto una chapa con el mismo color y dibujo que los botones del abrigo. Mientras se lo ponía, escuchó a Dani subir las escaleras, que iría en busca de alguna chaqueta.

Pensaba que su amigo no estaba nada mal, pero que también podría ser efecto de las tres copas de Whisky y las furtivas caladas a los porros que Pablo se había traído consigo. Normalmente no se ofrecía para salir a la calle con tanto frío y menos para adentrarse en un bosque, para buscar leña, pero tenía que lucir su maravilloso atuendo invernal. Se miró en un espejo antiguo que había colgado de la pared para ver como se colocaba la boina que iba a estrenar.

Poco después, ambos salieron al frío de la noche y Dani fue directamente a la parte trasera de la casa para coger una carretilla que había visto allí por la mañana. Erika le seguía mientras se frotaba las manos y maldecía para sus adentros el haberse olvidado de incluir un par de guantes en el equipaje. Se adentraron un poco más en el bosque, su silencio solo se interrumpía con el castañeteo de sus dientes y unas neblinas de vaho salían expulsadas de sus bocas por el helor que hacía.

En el momento que Erika cerró la puerta tras de sí, Joaquín miró a su novia y Sandra asintió.

– Eva, sube con nosotros, que tenemos que enseñarte una cosa. Lo vas a flipar.

– ¿Qué es?- preguntó Eva.

– Es una sorpresa.- contestó Joaquín.- Oye, Pablo, hazte unos McFlies de esos que tu sabes. Ya te he metido yo las pizzas en el microondas para que piques algo.

Sandra cogió a Eva de la mano con una sonrisa y subieron juntas las escaleras. Estaba algo nerviosa, pero a la vez excitada y emocionada. Joaquín olvidó de decir algo más a Pablo y se dio media vuelta hacia el.

– También podrías ir poniendo el «Sing It», que las nenas tienen ganas de marcha y desgañitarse cantando. Además, así cuando estos vuelvan, estará casi todo preparado y nos reímos otro rato mientras se apague el fuego.

– Ok. No problemo, tío.- contestó Pablo.

Joaquín corrió escaleras arriba a zancadas y Pablo dejó el mando de la consola en el sofá, levantándose de un respingo. No le molestó en absoluto que lo dejasen solo en el salón, pues tenía una broma maquinada para morirse de la risa. Cogió su mochila negra (RAMONES), que estaba junto a la chimenea y se metió en el baño.

Comenzó a desnudarse hasta quedarse en calzoncillos y sacó un camisón blanco de la mochila; debajo del camisón había una peluca de largos y morenos cabellos falsos. Sabía que a Eva le aterrorizó bastante aquella niña que salía de la televisión en «The Ring» y no pensaba desaprovechar esta oportunidad para asustar a su «loca del coño». Pensó que sus amigos jamás olvidarían esta broma y también en la cara que pondría Eva. Sólo con eso ya le entraba la risa floja.

Arriba sucedería otro momento difícil de olvidar, pero que fluía en una dirección bastante contraria a las maquinaciones de Pablo. Joaquín cerró la puerta de la habitación tras de sí y miró a las chicas que tenía delante.

– Bueno, ¿y dónde está la sorpresa? – preguntó Eva mirando a sus amigos algo confusa.

– El caso es que…-comenzó a explicarse Sandra.- Sé que te gusta Joaquín y…(Eva en su mente a mil kilómetros de allí, quería que la tierra se la tragase)… no sé como plantearte esto para que no salgas huyendo de aquí. Hmmm…tenemos una fantasía en la cual nos gustaría que participases.

– Pero, ¿de qué estáis hablando?¿En serio os referís a….?

– Hacer un trío.- aclaró Joaquín.

Eva puso cara de estupefacción, pero si que era una sorpresa para ella, pues Joaquín tenía un cuerpazo fibroso y una personalidad detallista que a ella le encantaban. Jamás se le habría ocurrido poner sus garras en el novio de una amiga, eso era sagrado para ella. Pero tampoco se le había pasado nunca por la cabeza que una amiga le propusiera realizar un trío. Un mar de dudas  mezcladas con excitación se acumularon en su cerebro.

Esa tensión se rompió en el momento que Sandra la abordó por detrás apartando su cabello y besando su nuca y su cuello. Temblaban de nervios y Joaquín ante la escena, no pudo contenerse. Se quitó la sudadera dejando al descubierto su famosa tableta de chocolate, con la que Eva había soñado alguna vez.   Éste se abalanzó hacia Eva directamente hacia sus labios y la besó. Jugaron con sus lenguas y las manos de Joaquín rodeaban sus pechos. Sandra le empezó a quitar la ropa a la cumpleañera y los tres se dejaron llevar por una pasión desenfrenada que hacía parecer que sus cuerpos fuesen a explotar de tantas vibraciones y nervios.

Ambas se tumbaron en la cama mirando al techo, sin dejar de tocarse mutuamente y cuando Eva sintió el miembro de Joaquín en su interior, le costó no aullar de placer como una loca. Desde luego que nadie le podía haber hecho un regalo mejor que aquél.

EN BUSCA DE LEÑA.

Dani sentía como que se estaba congelando por dentro, pero no se podía mostrar frágil ante una chica. Era uno de sus principios como hombre y no dejaba de arrastrar de la carretilla, echando de vez en cuando algún rastrojo y ramas secas en ella. Erika también colaboraba, pero con mucho cuidado de mancharse la ropa.

– Aquí no hay piñas de esas para encender el fuego más rápido, menos mal que hay pastillas.- comentó Erika.- ¿Y si nos volvemos y hacemos la cena en la cocina? Me estoy helando.

– No te rindas, mujer, que vamos bien.

– Abrázame un poco, anda, a ver si se me quita un poco este frío.

El le dedicó una sonrisa y lo hizo, cumplió su deseo. Soltó la carretilla y abrazó a su amiga. Lo que no esperaba es que ésta aprovechase el momento para plantarle un beso en  la mejilla. Luego otro, pero de esos besos, casi de cine, que quieren decir algo más que eso y Erika sintió su cuerpo levitar.

De pronto, un gran estruendo como de trueno, rompió el beso y los dos vieron como el cielo se iluminó con un estallido verdoso. Quedaron por unos segundos ahí quietos, abrazados y mirando hacia arriba.

– Vamos a la casa.- dijo Dani muy nervioso.

– Sólo ha sido un trueno y unas luces verdes.

– Vámonos, venga. Que no me ha gustado nada en absoluto, nunca había visto una luz así en el cielo.

– ¿Y qué hay de eso de no rendirse?

– No seas cabezota, tú también querías volver hace unos minutos.

– Ya, pero la cosa ha cambiado.

Un ruido extraño surgió de entre los árboles y parecía que se estaba acercando a pasos agigantados. Comenzó a llover fuertemente. Los dos se miraron y sin dirigirse la palabra, se dieron la vuelta para correr hacia la casa. ¿Qué era eso tan grande? Erika corría, pero tropezó cayendo de bruces en el barro recién formado.

– ¡Daniiiiiii, esperaaaaa!- gritó mientras se incorporaba.

El se dio la vuelta para ayudarla y lo que vio le hizo quedarse paralizado de terror. Un árbol gigantesco se dirigía hacia ellos, destrozando a «sus hermanos» a su paso. Erika volvió la vista atrás para ver que es lo que había hecho que su amigo no se acercara un centímetro más. Su grito fue de terror, no podía ser real, estaba soñando con una horrible pesadilla, pero no, lo tenía delante. La sombra de ese árbol se cernió sobre ella cogiéndola en volandas.

– ¡Ayudaaaaaaaaaaaaa!- fué lo último que Erika pudo decir, pues Dani, aún petrificado en el sitio vio como esa cosa la agarró de los brazos y tiró de sus piernas. Su cuerpo quedó partido en dos y ese ser lanzó los restos hacia atrás, su graciosa boina quedó enganchada de una de sus ramas. Sangre, mucha sangre se esparció por ese suelo e incluso salpicó en forma de lluvia a Dani. Éste consiguió arrancarse del sitio y huír hacia la casa, miraba hacia atrás, pero esa cosa no le seguía. Aquello no estaba sucediendo, no podía, pero desgraciadamente podía comprobar lo real que era. La sangre, aún caliente le estaba cayendo por el rostro y se introducía entre las comisuras de sus labios. La lluvia era constante y el camino de vuelta parecía eterno.

bosque  El final se acerca…

Escrito por Luis M. Sabio


Un sentimiento cotardico


Muerto en vida Antes de acabar la historia que os estaba contando, voy a hablaros sobre una enfermedad que no sabía siquiera que existiese (llamadme inculto, si queréis). Y ahí me teníais hace unos años que me encontraba leyendo euforicamente otro libro de Matilde Asensi, que tras descubrirla ese mismo año con «El salón de ámbar», se convirtió ipso facto en mi escritora favorita. Después de aquel comencé a buscar todas las novelas que ya habían sido publicadas, devorando todos los siguientes y lo seguiré haciendo.

Bueno, no quiero andarme por las ramas, la novela en cuestión era «El origen perdido». He de decir que es una historia genial y que engancha en demasía como me sucede con todas sus obras, pero me llamó la atención el nudo de la historia que provoca que los protagonistas de la misma  se embarquen en una emocionante aventura por las amazonas en busca de la cura para la enfermedad que sufre el hermano de la protagonista: El síndrome de Cotard. Al principio pensé «Ésto es ficción», pero como la curiosidad me puede y tenemos enciclopedias en casa (y qué decir de internet), lo investigué más a fondo, pues me pareció una enfermedad terrible de imaginar en mis propias carnes, pero sobre todo, que fuera real y para mi sorpresa, así fue…existe. Me vino a la mente aquello de «Dame pan y dime tonto».

Los síntomas de esta anomalía psicológica es que el enfermo cree estar muerto, que no existe o que sus órganos se están pudriendo y está claramente relacionada con la famosa hipocondría (me recuerda a la jirafa de Madagascar), también llaman a esta enfermedad delirio de negación o delirio nihilista.

El nombre lo recibe por su descubridor, Jules Cotard, que en 1880 habló abiertamente de ella durante una conferencia en París. En concreto sobre una de sus pacientes que denominó Mademoiselle X, la cual negaba la existencia de varias partes de su cuerpo, de Dios y el Diablo…y que no necesitaba ningún tipo de alimentación, estaba muerta en vida, vamos.

Acabé teniendo pesadillas con esta enfermedad, independientemente de la historia que leía en la novela, en la cual es algo más secundario. Me pareció terrible la idea de que alguien se pueda auto-convencer de estar fallecido, de llegar a tener la paranoia de oler a podrido, alucinando con estar deshaciéndose desde dentro y a veces que su corazón ha dejado de palpitar. Existen varios grados, por decirlo de alguna manera, de esta atípica enfermedad.

No soy un gran entendido en ésto, pero si sé que si uno piensa fervientemente que le duele la cabeza, mucho, puedes acabar provocandote fiebre (experiencia propia para no ir al cole, me subía la temperatura las décimas suficientes) y otras me daba angustia teniendo que vomitar sin remedio…pero de ahí a creer que estoy muerto hay un paso muy grande que no entraba en mi concepción.

Espero que cierta Cecilia Salvaje me deslumbre con algún comentario más profesional sobre la enfermedad de la que hablo, pues su profesión es la idónea para darme una opinión más específica sobre el tema.  Y como me gusta la interacción y soy algo masoca, ¿Conocéis alguna enfermedad extraña que os inquiete de sobremanera? Venga os reto a que me deleitéis con vuestras aberraciones mentales.

Saludos paranoicos y un abrazo de dos vueltas a todos vosotros que estáis ante la pantalla.

JULES COTARD

Por Luis M. Sabioel origen perdido