Matando moscas con el rabo

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LOS NIÑOS PERDIDOS. Capítulo 3º


EL ASESINO Y LA HUÍDA

Tras la sorpresa inicial de encontrarse con su campamento de bruces, se levantaron y adentraron con una sonrisa en sus cansados rostros. Su ojos brillaban victoriosos a pesar de las heridas, suciedad de tierra, sangre y demás. Todo cambió poco después cuando inspeccionaron el lugar y se dieron cuenta de algo muy extraño. Estaba vacío. En el campamento no había ni un alma. Era el primer día de apertura de principios de verano y quizás aún no habían llegado, pero al menos algún monitor para recibirlos debía de haber. Nada.

Las tiendas estaban montadas, a la entrada vieron una furgoneta azul con la pintura desconchada, pero allí solo había silencio y Joe decidió romperlo.

– ¿Entramos a una tienda? Necesito descansar. Tengo que dejar a Ed en alguna de ellas para tumbarlo y que se relaje un poco. Por cierto, ¿dónde está mi hermano?- Jim apareció de pronto de entre unos arbustos.- ¡Ah! Está aquí, no pasa nada. No te vuelvas a alejar, permaneceremos unidos.- Jim asintió.

Empezaron a sentir frío. Sara observó a su alrededor y vio un pozo de piedra antigua un poco más adelante. No cantaban ni los pájaros, aquel campamento le producía más bien escalofríos. Kelly se dispuso a repartir las asignaciones de las tiendas. En ellas ya se encontraban los sacos de dormir preparados y extendidos encima de una lona de plástico verde.

– Bob y Cristian en una tienda. Joe con Edgar y Sara, conmigo.

– ¿Y Jimmy?- preguntó Joe un poco molesto.

– Vaya, lo había olvidado, …mmm. Podría quedarse contigo y con Edgar.- contestó Kelly algo indecisa.

Entraron a las tiendas, pero no estaban cómodos allí dentro. Era pleno día, pero no fue el calor lo que les impedía descansar. Ellos tenían frío. Fue que al rato de poder conciliar el sueño, Edgar abrió los ojos y comenzó a gritar…

– ¡Socorro, socorro! ¡Me quieren matar! ¡Aaaaaaah! ¡Socorro!- soltaba manotazos y pataletas por donde podía. El sudor frío lo tenía embadurnado.-¡Socorroooooooo!

Joe se levantó del susto y cogió a Ed por los hombros. Jim también se despertó.

-Tranquilízate.-dijo.- Relájate, estamos contigo. Jim, ven  e intenta calmarlo, le está dando algún ataque. A lo mejor es fiebre.Voy a por Kelly a ver si sabe que podemos hacer.- Jim se acercó a Ed y le frotaba los brazos. Quería transmitirle toda la calma que pudiera. Joe salió de la tienda y corrió hacia la de Kelly asomando la cabeza. Sara se asustó.

– ¿Qué quieres, Joe?- preguntó Kelly bastante enojada.- ¿No puedes avisar antes de entrar de golpe?

– ¡Qué susto!- exclamó Sara.- Eres un pelmazo, ¡no dejas dormir a nadie con tu romance!

– No es eso. Es que Ed se ha puesto a gritar como un loco y a sudar como un caballo de carreras…

– ¡Dios mío!- gritó Kelly.-¡Tendrá la fiebre altísima! Eso le provoca alucinaciones.

– ¿Y ahora qué hacemos?- preguntó Joe asustado.

– Necesita frío,- contestó Kelly- mucho frío para que le baje la temperatura corporal…pero no tenemos hielo ni agua.

– ¡Si la tenemos!- dijo Sara. Kelly la miró y preguntó.

– ¿Dónde?

– Ahí fuera hay un pozo, tiene que tener agua. Lo he visto antes.

– Bien.- dijo Joe.- No perdamos más tiempo. Ed no puede esperar más.

Cogieron trapos y pañuelos que encontraron por allí, mientras Joe se acercó al pozo que Sara le había dicho. Efectivamente tenía agua y sacó un cubo lleno para llevarlo corriendo a la tienda junto a Edgar. Kelly ya se encontraba allí y metió un pañuelo en el cubo para empaparlo. Le fue aplicando agua fresquita por la nuca, la frente, el pecho, el cuello, la cabeza y el resto del cuerpo. Luego los demás se turnaron en hacerlo. Bob también se había despertado y ayudaba trayendo más cubos llenos de agua. Pasaron así prácticamente toda la noche y esperaban que tuviera resultados positivos. Allí no había forma de comunicarse con el exterior.

Por la mañana, los pequeños salieron a jugar e investigar la zona aún más. Joe y Kelly se quedaron en la tienda observando al muchacho enfermo. En algún momento, ambos fueron abrazados por Morfeo y quedaron dormidos. Ed despertó y se unió a los juegos. En una de esas, Bobby entró a la tienda para ver como estaban los mayores y los vio abrazados. Joe no llevaba camiseta y Kelly  vestía solo ropa interior.  Bobby tenía que anunciar esa noticia y fue con los demás a cuchichear sobre el asunto, entre risas.

– He visto a Kelly con Joe. Están desnudos.- dijo Bob.

– ¿Desnudos?- preguntó Sara, sorprendida.-Y eso que me dijo que era un tío estúpido…

– Pues ya ves lo estúpido que ha resultado para ella.- Todos se rieron.

– Eso no tiene ninguna gracia.- les interrumpió una voz adulta, justo detrás de ellos.- En este campamento no se permiten esos comportamientos lascivos y primarios.

Los chavales se dieron la vuelta para ver al hombre uniformado con gafas de sol, bigote y  los brazos en jarra sobre sus caderas. Era un monitor del campamento «Los * perdidos». Apareció de la nada e interrumpió la conversación que tenían. Parecía que todos querían preguntar, pero no supieron qué. El hombre seguía hablando.

– Bueno, lo siento. ¡Bienvenidos! No he podido tener el placer de daros la bienvenida antes, pues no sabía que que ustedes llegaron aquí. Nadie más ha venido. Estamos arreglados.- Dio media vuelta y se fue hacia las tiendas.

A Bob se le pasaron muchas cosas por su mente tan imaginaria. Uno de esos pensamientos le hizo tanta gracia que se la tuvo que comentar a sus amigos en voz baja.

– He pensado que si este monitor fuera un asesino, ¿qué pasaría?

– ¿Cómo va a ser un asesino, Bob?- le contestó Cris.- ¿Estás loco? Desde luego que algunas veces tienes unas cosas…

– No, en serio. ¿No os parece extraño ese hombre?- preguntó Bob.

– Un poco raro si que es. Habla con demasiada educación.- dijo Cris.- Pero es el monitor, mira el logo de su camisa caqui. Oye, ¿dónde están Sara, Ed y Jim?

– Se fueron a jugar por allí. ¿Te vienes a ver que hay allí detrás del campamento?- preguntó Bobby.

– Vale, no hay nada mejor que hacer y este tio no ha propuesto ninguna de las actividades que venían en el programa. Vamos.

Más tarde se arrepintieron de ser tan curiosos. Pero ya sería tarde. Ajenos a ello, Sara, Jim y Ed estaban con sus cosas.

– No creo que consigas hacer fuego sin ningún mechero ni cerilla.- le decía Ed a Jim. Ya se encontraba muchísimo mejor de la fiebre que había pasado.

– Yo de tí no haría ninguna apuesta.- se reía Sara.

– ¿Por qué?

– Mira y verás, a mi me lo ha enseñado antes.

Jim cogió un trozo de cristal de alguna botella de cerveza y la alzó encima de unas hojas secas que había amontonado con unas ramillas que recogió por el suelo. Un rayo de luz se reflectaba del cristal hacia las hojas. A los pocos segundos, un humillo surgió entre las hojitas y el fuego se hizo real. Qué llamita más hermosa. Jim sonrió con satisfacción desafiante. Edgar quedó sorprendido y Sara seguía riendo sin parar.

Mientras tanto, Bob y Cristian subían un montículo de tierra para ver lo que había detrás del campamento. Sus ojos no creyeron lo que vieron.

-¿Qué es eso?- preguntó el pequeño.

Eran una veintena de personas muertas, tumbadas bocabajo repartidas en una gran extensión. La mayoría eran niños, por los tamaños de sus cuerpos. Quedaron perplejos.

– ¡Dios mío, no puede ser! ¡Tenemos que avisar a los demás! ¡Es un asesino!- exlamó Bobby.

– ¿Quién es el asesino?- preguntó Cris muy asustado.

– Ese hombre no es el monitor. Es el asesino. Los verdaderos monitores están allí.- y señaló entre los cadáveres.- Aquellos eran nuestros monitores.

– Hay dos con el uniforme de monitor, los demás son niños.  Esto es horrible, tenemos problemas.

– He contado veinte niños y dos adultos.

Cris estaba pálido como el papel.

– No puedo creerlo. ¿Cómo ha sido capaz de matar a toda esta gente a sangre fría?

– No lo sé. Quizás un psicópata no necesita un motivo.- opinó Bob.

– Avisemos a los otros de esta matanza. No quiero formar parte de este montón de cadáveres.- dijo Cris.

Con estas palabras, ambos corrieron hacia el campamento. Kelly se había despertado y se estaba paseando con Joe.

– ¡Kelly!- gritaron sus amigos.

– ¿Qué ocurre?- Joe la miró encogiendo los hombros. Los chicos los alcanzaron con exhausto y hablaban entrecortadamente.

– ¡Tenéis que ver lo que hay allí detrás!- dijo Cris.

– ¿Qué es lo que tenemos que ver?- preguntó Joe, un poco molesto porque le fastidiaran su momento con Kelly.

– Vosotros venid y veréis. Tenemos problemas.- le dijo Bob.

Los chicos guiaron a los «tortolitos» al lugar que parecía una fotografía sacada de la guerra. Lo que vieron tras el campamento, sus ojos no lo podían aceptar. Era inverosímil. ¿Cómo era posible? Apenas podían concebir aquella imagen y menos hablar en condiciones.

– ¿Qué…ha pasado? – se preguntó Kelly.La repugnancia hizo que su rostro se engurruñese.

– Madre del amor hermoso.- decía Joe.- No puede ser cierto lo que estoy viendo…¿cuántos son? 1,2,3,4,5,…

– Hay veintidós.- se adelantó Bob.- Veinte niños y dos monitores.

– ¿Quién habrá sido?- preguntó Kelly.

– El falso monitor.- contestó Bob.

– ¿De qué monitor hablas, Bobby?- preguntó Kelly.

– No hay tiempo ahora para explicaciones.-dijo Joe- Debemos huír lo antes posible. ¡Vámonos de aquí! Me está entrando angustia.El olor a carne podrida no es el mejor para los pulmones, ni nuestro sentido del olfato.

Los cuatro corrieron hacia el campamento como si la vida les fuera en ello (así era), estaban aterrados, así que sus corazones parecían latir a cien pulsaciones por minuto. Ninguno daba crédito aún a aquellos cadáveres que habían sido asesinados con «vete a saber qué». Quizás fueron torturados, machacados, disparados, apuñalados, estrangulados…había miles de formas y posibilidades y Kelly no podía sacarlo de su cabeza.

Llegaron al lugar donde se encontraban jugando Ed, Jim y Sara.

– ¡Sara!- gritó Kelly.

Sara levantó la vista hacia ella y los miró. Venían corriendo con un terror marcado en la cara y ella no pudo evitar ser contagiada por ese miedo de que algo andaba mal. Muy mal.

De pronto, el monitor apareció a unos metros detrás de Sara, disparando una pistola. Sara se cayó al suelo, pero por suerte, no había sido alcanzada por la bala. Joe corrió más aún para ayudarla. La cogió en brazos y todos juntos huyeron de aquel psicópata.

– ¡Deteneos! ¡Malditos críos de mierda!- gritaba el monitor asesino.- ¡No corráis! ¡No os servirá de nada! ¡Las clases veraniegas solo acaban de comenzar!- El loco ser reía como un descosido mientras les perseguía con el arma en ristre. Comenzó a disparar sin mucho acierto con su pistola del calibre 22. Estaba de caza y esos mocosos eran su trofeo.

A la carrera, los chicos descubrieron ante ellos una brecha en el suelo. Era un río a unos cinco metros de profundidad y solo había un puente colgante visible desde allí. No sabían el peligro que les acechaba.

– ¡Mirad!-gritó Cris.-¡Un puente!

– ¡Vamos!- dijo Joe con Sara en brazos, parecía no encontrarse muy bien.

Todos se dirigieron al puente y Cristian fue el primero en cruzarlo. Después lo hizo Kelly. Joe y Ed también llegaron al otro lado, no se fijaban en como se tambaleaba aquel puente viejo. Sara miró hacia atrás para ver a su hermano.

En ese instante, se escucharon dos voces distintas que les gritaban desde el otro lado del río. Un río bastante bravo y salvaje, por cierto.

– ¡Quedaos quietos!- gritaron los dos hombres.

Eran el mismo monitor y otro gordinflón que se le unió. Levantaron sus armas y dispararon. El tablón que justamente Bob estaba pisando, se hizo añicos y se desprendió. Bobby perdió el equilibrio y sus pies pisaron el vacío. Su horror le permitió al menos agarrarse a otro de los tablones y quedó colgando. Jim se dio la vuelta y cogió las manos de Bob en el aire, en el instante que este perdía sus fuerzas para seguir sujeto al tablón.  Sara no dudó en volver a la mitad del puente para rescatar a su hermano y los asesinos estaban cada vez más cerca.

– ¡No me soltéis! ¡Que no sé nadar!- gritaba Bob con desconcierto. Las aguas bravas de debajo le aterraban tanto o lo mismo que los asesinos que les pisaban los talones.

– No lo haremos, Bob.-le contestó su hermana y le sujetó de un brazo con más fuerza para intentar subirlo.

Joe se sintió impotente presenciando la escena, pues pensó que si se acercaba, moriría de un disparo. Se quedó igual de inmóvil que los otros que habían cruzado el puente. Sara y Jim estaban al límite de sus fuerzas. Uno de los asesinos volvió a disparar y tuvo tal suerte que provocó la rotura de unas cuerdas que hicieron caer a los tres amigos al río desde una considerable altura. Algunos tablones les acompañaron en la caída. Los gritos fueron ensordecedores. Como no tenían bastante, comenzaron a disparar al otro lado del río y estos huyeron de allí con las lágrimas abordando sus ojos.  Al poco consiguieron ocultarse tras unas rocas.

– He dejado que se cayeran.- dijo Joe.

– No es tu culpa.- replicó Cristian.- En realidad ha sido culpa del puente.

– ¿Del puente? ¿No tienes otro invento mejor para calmarme?- preguntó Joe, incrédulo.

– Pero es verdad.- volvió a repetir Cris, cogió un cartel hecho de madera del suelo- Aquí pone: NO CRUZAR EL PUENTE. MUY ANTIGUO. ¡PELIGRO DE MUERTE!

Al decir estas últimas palabras, quedaron en silencio mirándose los unos a los otros. Como los asesinos no daban señales de vida, decidieron entre todos bajar al río como fuera para ver si  encontraban a sus amigos y hermanos. Fue complicado bajar, pero por fin lo consiguieron y empezaron a gritar sus nombres. No obtenían respuesta alguna y las esperanzas de encontrarlos con vida se mermaban cada vez más. No sabían que solo habían pasado escasos minutos. Los segundos parecían horas, una búsqueda eterna.

Los asesinos no habían cesado en su empeño de perseguirlos, pero estos tenían otros problemas que querían solventar antes. Los nombres de estos engendros eran Rock y Jerry. Rock era el cabecilla, el falso monitor que se había presentado educadamente ante los chicos y Jerry era su cómplice, que a parte de sobrepeso, le faltaba algún hervor que otro. Digamos que la inteligencia no era su plato fuerte, no estoy seguro siquiera si conocía la palabra «inteligencia». Se habían aprovisionado de municiones, otras armas y mochilas con materiales básicos de supervivencia. Jerry lo llevaba todo y así cruzaron el puente con cuidado, sobre todo en el punto en el que faltaban varios tablones. Bajaron por ese lado y acamparon junto al río en una parte desde la que sería difícil verlos.

Mientras los locos se acomodaban, los chicos seguían buscando y bajaron río abajo para ver si encontraban a sus amigos. Por suerte no tardaron en ver un cuerpo junto al río, unos cuantos metros más abajo. En cuanto lo divisaron, corrieron hacia el con la esperanza de que aún siguiese con vida.

– ¡Es Bobby!- gritó Kelly.- Cuando llegó hasta Bobby, se agachó y los demás les rodearon.- ¿Estás bien? Por Dios, dime algo.- Sus intentos de reanimarle eran en vano.

– Quitad de en medio.- dijo Joe.-Voy a hacerle el boca a boca. Necesito espacio, por favor.

Todos estaban mirando la función, pero los intentos de Joe también estaban resultando inútiles. Algunos estaban a punto de llorar, a otros ya ni les quedaban lágrimas, solo la cara de tonto que pone uno cuando no sabe que decir ni hacer. La esperanza se estaba esfumando cuando por fin Bob tosió. Vomitó medio río por esa boca, ¡cuánta agua había tragado el muchacho!

– ¡Estás vivo!- gritaron todos, casi a la vez.

– Muchas gracias por salvarme la vida.- consiguió decir Bobby, mirando a Joe.- ¿Dónde está mi hermana? ¿Y Jim?

– No lo sabemos.- contestó Cristian.

– Hemos estado buscando, pero de momento sólo te hemos encontrado a tí y eso ya es algo.- intervino Edgar.

Bobby se tocaba la frente y se frotaba los ojos, mientras se incorporaba. Los demás observaban sus movimientos, con miedo y atentos por si se cayera del esfuerzo.

– No puede ser.- decía Bob.- Este río es un infierno. Es como si te metieran en una lavadora gigante donde no dejas de dar vueltas y más vueltas. Vamos, peor que si una ola guapa te pilla en la orilla. Seguro que los otros siguen más abajo en el río. La corriente se los habrá llevado.

Kelly miró a Joe y le preguntó en voz baja.

– ¿Crees que pueden estar vivos?

– ¡Claro que pueden estarlo! ¡No seas tan pesimista!- le gritó Bob, que la había escuchado.

Se pusieron en marcha para seguir buscando. Ayudaron a Bob un poco. Cris le servía de apoyo. Los cinco amigos estaban algo desanimados, pues cada segundo que pasaba, hacía que la esperanza de encontrarlos con vida no fueran muchas. Algo más adelante, encontraron una barca de madera pequeña en la orilla.

– ¡Mirad! ¡Una barca!- dijo Ed al verla el primero.

Al fijarse, se dieron cuenta que en la mitad del río, había una roca extraña que se movía y enseguida reconocieron el pelo mojado de Sara. Tenía que tratarse de un milagro, pues ahí estaban Jim y Sara, agarrándose a la roca que estaba en medio de toda la espuma que producía el río al chocar contra la misma.

– ¿Cómo podremos llegar a ellos?- preguntó Kelly.

– En esa barca.- dijo, señalándola.- Cristian, deja a Bob y ven conmigo, anda.

Kelly los ayudó a llevar la barca al río. Era una barca vieja, pero aún tenía sus remos. Había que mantener la esperanza de que resistiría el baño en el río como en sus viejos tiempos. Joe y Cris se subieron a la barca y comenzaron a remar con fuerza. Luchando contra la corriente, que en este punto no era tan fuerte, como más arriba, a la altura del puente.

– Tened cuidado, por favor.- les pidió Kelly. Tras ella, Bob le hizo un pequeño comentario a Edgar.

– Cris estará muerto de miedo.-se río- Pero que valiente es. Mira como va a por mi hermana.- Ed le dio una palmetada en la espalda.

Se levantó un poco de aire y Kelly se llevó a los chicos a una gran grieta que había en la montaña. Ahí tendrían cobijo. Se sentaron y contemplaron el rescate desde allí.

En la barca, Joe le daba órdenes a Cris y este parecía que sabía lo que estaba haciendo. Los nervios son muy traicioneros.

– Cuando estemos cerca y yo te lo diga- decía Joe, que apenas se le podía oir con la furia del río.- Coges los dos remos, ¿vale?

– Muy bien, así lo haré.- contestó Cris, muy decidido.

Se acercaron más a la roca,donde Jim apenas podía ya sujetar a Sara. Joe dio su orden a Cris y éste cogió los remos pretendiendo mantener el control de la barca, pero no contaba con que el solo no tendría la fuerza suficiente. En el momento que Joe trincó a su hermano adoptivo y a Sara, metiéndolos en la barca, a Cris se le escaparon los remos de las manos. Ahora los cuatro estaban a merced de la corriente e iban río abajo descontroladamente. Al chico se le vino el mundo encima.

– ¡Cristian! ¡Tenías que haber tenido más cuidado!- le espetó Joe.

El muchacho agachó la cabeza, totalmente frustrado y sintiéndose inútil. Sara estaba tumbada, recuperándose y abrió los ojos para ver como el cielo daba vueltas. Ella y Jim estaban tiritando del frío.

Desde la grieta en la montaña, Bob se fijó en que algo estaba saliendo mal.

– ¡Han perdido los remos! ¡El río se los está llevando!

– ¿Cómo que no tienen remos?- preguntó Kelly bastante asustada.- Oh, es cierto.

– Hay que hacer algo, ¿no?- preguntó Edgar.

Ante esto, Kelly reaccionó y salió corriendo por la orilla del río para no perder la pista de la barca, que avanzaba demasiado rápido. Edgar ayudó a Bob para seguirla de cerca.

El pánico se había apoderado de los ocupantes de la barca, sobretodo cuando comenzó a llenarse de agua e intentaban ellos mismos sacarla de ahí con sus propias manos. Sara se levantó a duras penas para observar a su alrededor, pues aún estaba algo desorientada. El meneo de la barca y las vueltas que daba, no la ayudaban a estabilizarse.

– ¿Dónde estamos?- preguntó.

– ¡Estamos en una barca! ¡Descontrolados! ¡Vamos a morir por mi culpa!- gritaba Cristian en plan histérico.

-¿Quéeeeeeeeee?

Jim observó otra cosa más importante que se iban a encontrar más adelante. Se dirigió a los demás, moviendo la cabeza para negar y afirmar, a la misma vez, señaló hacia adelante, subió su mano derecha y luego la lanzó en picado para abajo. Su rostro representaba el terror más puro.

– ¿Qué haces?- preguntó su hermano.- No sé lo qué intentas decirme. Si es una tontería, no es el momento. Si te meas, méate encima.

Jim se acercó como pudo a Joe y le indicó que mirara hacia adelante. Mientras Sara y Cris estaban ocupados sacando el poco agua que podían de la barca, a Joe le cambió la cara. Ahora si podía ver lo que a Jim tanto le aterraba. La razón era una cascada.

En la orilla, los otros tres corrían tras ellos. Estaban un poco desanimados.

– ¡Estamos muertos, joder!- gritaba Bob.- ¡Nunca saldremos de aquí! Ni siquiera la guapa de mi hermana.

– Ya sabemos que tu hermana es muy guapa, pero no tienes que preocuparte ahora.- le decía Ed para animarle.

– ¿Que no me preocupe? Mi hermana y mis mejores amigos van a morir…-las lágrimas se le escapaban mientras corría.

– Venga, Bob,- le dijo Kelly- seguro que les damos alcance. Mírate a ti mismo, te has caído de un puente desde un puñado de metros, el río te ha dado un centrifugado y aún estás aquí, pero…

– Pero, ¿qué?

– Pero si hay algún otro peligro como un remolino o una casacada…

– ¡Qué ánimo le das al chico!- le replicó Ed.

– ¡Es que yo también estoy asustada!

En la barca, no cesaban en su empeño de intentar remar con los brazos, mientras otros sacaban agua. La cascada se acercaba cada vez más, ¿o era la barca que se acercaba a la cascada? En ese momento, poco importaba. El caso es que no podían hacer nada en absoluto. La orilla estaba demasiado alejada y la corriente era tan fuerte que los arrastraría igualmente. Se unieron en el centro de la barca para abrazarse y quedaron inmóviles del terror.

– Estamos acabados.- dijo Joe.

-¡Adiós mundo! – gritó Cris.

Los cuatro comenzaron a gritar cuando fueron engullidos por la cascada. Caían a una velocidad pasmosa y los gritos no cesaron ni un instante mientras lo hacían. Sus gritos se alzaron en eco por las montañas y llegaron a oídos de sus compañeros de tierra firme.

Los tres pararon en seco al escuchar los gritos desesperados de los demás. ¿Sería ya demasiado tarde?

-¿Qué habrá pasado? No quiero ni pensarlo.- dijo Kelly.

– Sabemos lo mismo que tú.- le dijo Ed.- Lo que es lo mismo a nada.

Se alarmaron al ver la cascada más adelante, pero se negaron a siquiera comentar algo referente a la muerte. Bajaron ese tramo con algo de escalada. Al principio, Edgar se mostró algo reticente a bajar, pero no tenía más remedio si no quería acabar solo ahí arriba.

– Bueno, si quieres morirte, quédate.- le dijo Bob.

Se ayudaron entre sí para bajar y vieron la barca bocabajo dando vueltas en el remolino que forma la cascada en la base, donde cae de pleno tras el tremendo salto. Ese tramo del río era más corto y acababa en otra cascada, otra pendiente aún más pendiente para poder bajarla.

– Ahí tienen que estar.- dijo Edgar.

– Tschhhhhhhhhhhhhhh!- mandó a callar Kelly a los chicos y se los llevó para esconderse tras unas rocas grandes. Tras el susto, Kelly les explicó el porqué de aquello.- Nos habíamos olvidado de los asesinos…están ahí enfrente.

– ¿Qué vamos a hacer?- preguntó Bob.

– Aún no lo sé. Dame un minuto, o dos.

Observaron como los dos asesinos venían a buscarles. Kelly estaba segura de que querían matarlos a todos ellos para que no quedara ningún testigo de la masacre del campamento. Los dos psicópatas se acercaron más  y se sentaron justo al otro lado de las rocas dond ellos se encontraban escondidos. Estos casi ni respiraban, pero al menos de momento, no se habían dado cuenta de su presencia. Los niños pudieron escuchar su conversación perfectamente.

– Tenemos que encontrarlos.-dijo Rock.

– Ay, ¿a quién?- preguntó Jerry.

– ¡A los niños, idiota!- le gritó, a la vez que le pegaba con la palma abierta en la nuca del otro. Masticaba un chicle de menta.- No podemos dejar que se nos escapen. No pueden salir de este valle y no pueden andar tan lejos de aquí.

– ¿Quién no puede andar tan lejos?

– ¡Eres un completo imbécil! ¡Vaya compinche de mierda! ¡A los siete niños! A ellos debemos encontrar y matar, ¿recuerdas?- Todo esto se lo dijo a Jerry a gritos al oído.

– Me has hecho daño en mi oreja.- dijo Jerry frotándosela.

– ¡Qué lástima me das! ¡Me das tanta lástima que te metería un tiro en la nuca para que no te tuvieras que quejar más!

– Qué bueno eres, Rock. A veces me sorprendes.- dijo Jerry muy feliz.

– ¡No soy Rock! Soy…bueno, no importa cual sea mi nombre verdadero. Pero nunca seré lo que tu digas. ¿Entiendes eso?

– No del todo…- le contestó el otro con cara de tonto, la única que tiene, pero esta, super-especialmente tonta.

– Si es que eres un idiota. Vamos a seguir con la búsqueda de esos críos asquerosos.- a Bob se le escapó un pedo y los otros dos le miraron aterrorizados. El pequeño puso cara de «no pude evitarlo».

– ¿Qué ha sido eso?- preguntó Jerry.

Rock también lo había escuchado, por supuesto y se levantó para rodear las rocas. El ruído había venido de ahí atrás. Kelly se levantó y sorprendió a Rock con un puñetazo en toda la cara. Éste quedó, momentáneamente, noqueado en el suelo. Kelly cogió a Bob de la mano y sin avisarle, se tiraron desde lo alto, al río por la segunda cascada. Ed les había seguido, pero se detuvo al ver la altura de la que se habían tirado sus nuevos amigos. Desde arriba, los vio emerger del agua sanos y salvos. Escuchó un ruído y vio a Jerry, que miraba a su jefe tumbado en el suelo y luego a él directamente. Ed pensó que no sería tan difícil distraer a ese tonto.

– Hola. – le dijo.

– Hola. ¿Quién eres? ¿No serás uno de esos niños?- le preguntó Jerry.

– No. Yo soy…soy…

– ¿Quién?

– ¡Soy Macauly Culkin! ¡Estoy de vacaciones!- contestó Ed, sintiéndose más tonto que la persona que tenía delante. (¿De verdad no se me ocurría otra cosa? Estoy muerto desde ya.-pensó)

– ¿Me podrías hacer un autógrafo?- le preguntó Jerry algo nervioso y con una gran sonrisa.

– Eeehm…- Esto si que no lo esperaba.- Por supuesto, ¿tienes papel y bolígrafo?

– Sí, sí, sí. Toma.- y le extendió un papel arrugado con un bolígrafo que se había sacado de la riñonera del año catapúm. Edgar lo cogió y consiguió hacer una falsa firma del actor y se la devolvió. Su mano le temblaba y el esperaba que el idiota no se diera cuenta.

– ¡Gracias! ¿Sabes qué? Mi película favorita es una en la que sales con Elijah Wood…eras un asesino y querías matar a tu hermana, como yo.- Y estalló en risas. Ed sintió escalofríos.

– ¿Como tú?

– Sí, claro. Yo soy un asesino.

– ¿Por qué? ¿A quien has matado?

–  Me han dejado matar a cinco niños. Pues porque sí. Igual que tu mataste a tu hermano y querías matar a tu primo de sangre. Por el mismo motivo. Porque si.

– Aquello es solo una película, ¿no entiendes que es ficción? Bueno, no importa. Yo tengo prisa, me están esperando.- Se dio la vuelta.

– ¡No irás a ningún sitio!- Le gritó Rock, que ya se había levantado y Ed ni se había dado cuenta.Le apuntaba con la pistola a la cabeza.- Vas a dar un último salto. Un «puenting» sin cuerdas, ni arneses, ni sesos.

Edgar estaba aterrorizado, se le heló la sangre. Desde luego que se le quitarían todas las ganas de reírse de un deficiente mental. Sobretodo de los psicopáticos.

Joe estaba sentado con Sara, Cristian y Jim, que después de haber conseguido salir de ese infierno de río., no se explicaban como  habían salido con vida. Se estaban recuperando de la experiencia de haber caído por las dos cascadas. El sol les daba de pleno en la cara y su calor, les ayudaba a secarse rápido. Observando el río, mientras su mente recorría otros derroteros vio de pronto algo moverse en medio.

– ¿Kelly? ¿Bob?- Joe no sabía si era una ilusión óptica o se trataba de algo real.- ¿Son ellos?

– ¿Mi hermano? ¿Dónde?- preguntó Sara, mirando al fluvial, su expresión triste y cansada, se iluminó de emoción.- ¡Son ellos! ¡Sí, son ellos!- La niña se volvió hacia Joe.- ¡Sálvalos, por favor!

Joe no dudó ni un instante en levantarse a la carrera para zambullirse en el agua. Bob y Kelly venían nadando por sí mismos, pero no muy rectos hacia la orilla, por culpa del mareo. Llegó hasta los «náufragos» y les ayudó a salir. Cuando ya los sacó del agua, Sara se lanzó hacia su hermano como una loca y se lo comía a besos. Joe también abrazó a Kelly, pero los otros se quedaron anodadados contemplando la escena. Había una duda que tenían que resolver.

– ¿Dónde está Edgar?- preguntó Joe. La interrogada alzó su mirada brillosa, se echó las manos a la cabeza y contestó.

– No lo sé (tosiendo), pensaba que saltó detrás nuestra, pero no me fijé. De verdad que lo siento. Me pudo el miedo.

– Pero, ¿qué ha pasado?

– Nos hemos encontrado con los asesinos. Están por ahí arriba.- contestó Bob, adelantándose a ella.

– Supongo que lo habrán secuestrado, pero no quiero ni pensarlo. Espero que haya huído por otro lado.- dijo Kelly.

– ¡Mala suerte!- gritó una voz desde lo alto.

Las miradas de los chicos se levantaron a lo alto y se asustaron de lo que vieron. Eran los asesinos. Rock sostenía con su mano izquierda a Edgar por un tobillo, dejándolo colgado al filo del abismo, junto a la cascada. Jerry miraba a los niños, jugaba con su pistola y movía su lengua de un lado a otro por fuera de la boca.

– Lo soltaré.- dijo Rock.

– ¡No, por favor!- suplicaba Ed en el aire y cabizbajo. Desde abajo, los muchachos se unieron a sus súplicas desesperadas.

– ¡Sí lo hará!- gritó Jerry entre risas.- ¡Lo soltará y sus sesos se desparramarán por todos lados!- Rock le miró con un profundo odio. Uno que no pudo guardarse.

– ¡¿Cuántas veces he de decirte que no me interrumpas cuando me estoy divirtiendo?! Ahora tengo que hacer algo diferente y original.

Con estas palabras, un semblante frío y satisfactorio, apuntó a la cara de Edgar (que no pudo más que gritar) y apretó el gatillo. ¡PANG!¡Qué horror! Le voló la cara, la masa gris de Ed salió disparada por detrás de su cabeza que se abrió cual flor salvaje y lo arrojó al vacío.

– ¡No huyáis, pequeños cabrones!- gritó Rock.

Los niños quedaron estupefactos. Pero el susto no se acabó al ver como el cuerpo inerte de cabeza deforme caía al río, sino que enseguida, los locos se pusieron a disparar desde allí arriba. Aterrorizados, huyeron en dirección contraria, lo más lejos posible de las balas. Tenían que luchar por sus vidas. pues desgraciadamente, ya nada más podían hacer por Edgar.

Escrito por Luis M. Sabio