Matando moscas con el rabo

Archivo para enero, 2013

El viaje de Marcos Andrade…conmigo.


arsisNo sabéis lo que me ha costado conseguir la novela de Francisco Arsis en mi ciudad. Después de preguntar por «El pasajero del tiempo» en varias librerías de Almería, tuve que encontrarme con una dependienta con ganas de vender para poder obtenerla. Las típicas respuestas eran: «No trabajamos con esa editorial», «No la tenemos» o «No la podemos conseguir». Esta chica de la librería «Picasso» (Avda. de la Estación) se molestó en buscarla en la red, la encontró en una librería de Albacete y la mandó a pedir. ¡Tardó tan solo un día en llegar! Increíble, pero cierto. Lo importante es que ya dispongo de un ejemplar y quería compartir con vosotr@s esta historia del viaje en el que se embarca su protagonista: Marcos Andrade. Comenzaré con una pequeña biografía del autor , seguiré con la sinópsis de la obra y a partir de ahí no tengo ni idea de lo que pasará. Bueno, sí, puede contener algunos SPOILERS!

SICK-BIO: Francisco Arsis Caerols (Alcoy 1966)

Finalista en 1998 del IV Certamen ‘Milagros García Blanco’, de Almansa (Albacete).En 2004 colabora en el periódico ‘Prensa y noticias’ y en la revista ‘Dos o tres fulls’.

Ha participado con sus relatos en las revistas ‘Zafra cultural’ y ‘Voces’. Además de ver sus cuentos publicados en distintas páginas web como: ‘Valvanera.com’, ‘Margen cero’, ‘Extrasensorial’ o ‘Me gusta leer’, entre otras.

Sinópsis: Marcos Andrade, humilde oficinista alcalaíno, encuentra piso en pleno centro de Madrid, gracias a la inesperada aparición en su vida, de un misterioso anciano llamado Alfredo León. Su vida experimenta un giro de 180 grados cuando, instalado ya en su nueva casa, descubre una inusitada puerta dimensional que le traslada casi un siglo atrás en el tiempo, al Madrid de 1916, reconvertido en el afamado periodista Marco Vassallo. Bajo esta nueva personalidad, el protagonista nos irá haciendo partícipes de los acontecimientos más importantes acaecidos en aquel tiempo, no solo en la urbe madrileña, sino también en el resto del mundo: la actualidad de la época, el universo cultural, las figuras del deporte y del teatro, la política y la sociedad imperante, incluso la Primer Guerra Mundial, siendo testigos del suceso en el propio frente de la batalla de Verdún, considerada como una de las más sangrientas y largas del conflicto. A pesar de todo, nada hará sucumbir a los encantos de tan insólitos viajes en el tiempo como el providencial encuentro del periodista con Marisa Rondal, una de las grandes artistas españolas del momento. Esto lo he copiado de la contraportada del libro. Ánade Editorial.

LA LECTURA

El protagonista, Marcos Andrade, es un muchacho treintañero en busca de piso céntrico en Madrid. La «suerte» le sonríe cuando tras recibir la misma pésima noticia por parte de la inmobiliaria de que no encuentran una vivienda de su perfil, se topa con un anciano bonachón que le dice que su casa es la que él busca. Le pide que le siga para enseñarle el piso ipso facto. Marco no puede dar crédito. Yo tampoco, ¡qué rápido todo! Una vez allí, el viejo le cuenta historias de problemas familiares y la vida en otros tiempos, en el mismo lugar donde están ahora mismo. Marcos queda prendado del piso, pues se ajusta mucho a lo que el andaba buscando. El mobiliario va incluído en el precio total y el propietario hace hincapié  en un viejo armario, casi tan antiguo como el tiempo.  Me pregunto si ese viejo no será el mismo que se está echando un cable a lo Michel J. Fox. Tras la firma del papeleo, al poco, Marcos se instala allí a vivir. Abandona en el olvido ese antiguo armario, por respeto y porque la historia del mismo lo conmovió. Un día, decide relegar su antiguo ordenador y vuelve a encontrarse con el armario. La curiosidad, tras verse reflejado  en los espejos que cubren las puertas del armario, hacen que se acerque para comprobar su interior y ¡descubre una puerta! ¡Narnia! Esto me recuerda a la saga de Lewis y sus crónicas. Una vez que abre esa puerta interior, se adentra en otro mundo. Bueno, exactamente en el mismo lugar, pero noventa años atrás. Es el dos de enero de 1916 y Madrid está muy cambiada. Calles de adoquines, mujeres elegantes, vestidas con anchos sombreros y portando paraguas a modo de bastón, bajo un sol de justicia. ¡Qué gente más pija! Pero si este hecho no fuera suficientemente increíble y extraño, hay otro que manda huevos. Marcos ya no es Marcos. Está atrapado en el cuerpo de un periodista llamado Marco Vasallo y ahora le toca jugar su rol. Menos mal que se le da bien la fotografía y su abuelo le enseñó a usar las cámaras de aquella época. No tarda en encontrarse con el que se supone que es el mejor amigo y compañero de curro.  Este le dice que pensaba que su enfermedad le había matado, que había estado desaparecido y ausentado del trabajo. Se incorpora inmediatamente al trabajo y el jefe, en lugar de echarle la típica bronca o incluso, despedirlo, le felicita por un artículo que había publicado unas semanas antes. Todo es muy extraño, pero  mola ver como el pobre se equivoca y utiliza expresiones fuera de lugar en ese tiempo («Tendré que ponerme las pilas») Tiene que tener cuidado que entonces era muy fácil que te tomasen por loco y te encerrasen de por vida. Eso no hace ilusión a nadie.

Como no tiene ni idea si podrá volver a su época, intenta adaptarse a su nuevo rol. Resulta que Marco Vassallo tiene criada y todo, alojada en casa. Un día su jefe le manda a cubrir una noticia a Barcelona y durante el trayecto conoce a Marisa Rondal, una bella actriz. Se queda cuasi-embobado con la muchacha.

Se plantea la posibilidad de que el dueño del piso del s.XXI sabía lo del armario y que quería que el también lo supiese. ¿Pero por qué? Eso digo yo. Tras tomarse unos días de asueto pasea por Madrid y descubre Barcelona; una impactante. No desvelo más que regresa a la actualidad porque la puerta interior del armario volvió a aparecer. Se pide la baja por depresión para solo para ver si vuelve esa puerta que le lleve en un viaje en el tiempo. Ese día llega a las siete de la tarde y aparece en otra época a las siete de la mañana. Igual que la vez anterior. Podría ser una pauta. Conversa con la criada que queda extrañada.

 

CONTINUARÁ EN ESTE MISMO POST—————————>>>>>>>>>>>>>>


«Uno, dos,…tres.»


123– ¡Qué nerviosa estoy! No creo que pueda dormir en toda la noche. ¿Vendrán muy tarde?

Estoy con mi hermano en mi habitación del dúplex. Tengo cinco años y mi hermano tiene ya nueve. Esa noche no la quiero pasar sola. Papá me apagaba la luz y eso me da miedo.

– Cómo no te duermas, los Reyes Magos no vendrán y mandarán a los camellos para que nos destrocen la casa, se beban la leche que les hemos dejado y sólo te traerán carbón del malo. Venga, duérmete.

Iker vuelve a taparme por enésima vez con mi edredón del Correcaminos, pero me destapo nuevamente porque me me da mucho calor. Además, hay algo que me tiene intranquila.

– Iker…

– ¿Qué?

– Baltasar no va a venir, ¿verdad?

– Sí vendrá, Marta. Siempre vienen los tres juntos. ¿Es que te sigue dando miedo el rey que le llevó mirra al niño Jesús? Madre mía, con lo grande que eres ya…

Noto entonces que mi hermano quiere disuadirme de mi preocupación, pero encuentro una respuesta que me parece bastante convincente.

– Sí, soy grande y no tengo miedo. Es sólo que me da asco que siempre me manche la cara de negro cuando me besa para darme un regalo. Siendo rey, tiene que tener dinero para poder lavarse o que se bañe en un río. No sé porqué está tan sucio.

Iker empieza a reírse. ¿Se está riendo de mí? ¡Lo que me faltaba! No había nada que me diera mas rabia. Tenía que aguantar que siempre me chinchara para verme enfadada, que me culpara por haber roto cosas que había roto el, que papá me apagara la luz por las noches antes de dormirme y que mamá me obligara a comerme esas lentejas asquerosas porque tengan hierro, por mucho que yo llorase. Pero que Iker se riera de mí, no lo soportaba y no estoy dispuesta a permitírselo ahora. Así que exploto y le suelto:

– ¡Tú eres tonto!- exclamé satisfecha y con enojo. Me destapo del todo para hacerle enfadar más.

– Pues a tí no te van a traer nada los Reyes Magos, por mala y por no quere dormirte.

¡Qué rabia! ¿Por qué siempre tenía una respuesta para todo? Yo también la tengo.

– Pues yo me chivaré a Gaspar de que siempre me chinchas y que me echas la culpa de tus trastadas.

– Pues entonces, no te traerán nada por chivata. Duérmete ya, hazme el favor, que al final vas a vomitar la cena por los nervios que te entran en el estómago; como el año pasado.

– ¡Tonto! ¡A tí no te traerán nada por ser un mal hermano!

No tengo nada que hacer contra el y encima vuelve a reírse. Decido taparme, frustrada por no conseguir hacerle de rabiar. Además, temo que tenga razón con lo de vomitar, porque empiezo a sentir el estómago un poco raro. Me acuesto de lado, mirando a la pared para no ver a mi hermano en la otra cama. El apaga la luz de la mesita de noche que nos separa.

– Buenas noches, Marta. Que sueñes con los angelitos.

A buenas horas me viene con palabras bonitas el tonto este. Antes de quedarme dormida, empiezo a pensar en todo lo que yo haría con Iker si fuese su hermana mayor, me río por dentro y se me ocurre que los magos de oriente quizás puedan leer la mente. ¡Uy! Mejor me pongo a pensar en en las estrellas, la luna y en mi mamá cantándome una canción. Se me cierran los ojitos.

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– MMMMMMAAAAAHHHHHHMMMMGRDFFFF!!!!

– ¡HIJOPUTAS!

PLOM! CLACK! ZAS!

Doy un respingo de la cama y está todo oscuro. Sólo veo el despertador que marca las cuatro de la mañana. Estoy asustada. ¿Esos gritos y ruídos los había soñado o los había oído realmente? Creo que provienen de la planta baja de la casa. Miro hacia la cama de Iker y ese bulto sólo respira bajo aquella horrible manta de cuadros. Por lo visto, el no ha escuchado nada. Pero, ¿papá y mamá están bien? Me levanto y abro la puerta del dormitorio. Veo que hay luz abajo y compruebo que sigue habiendo ruído. Oigo como arrastran cosas y se ríen. Esas risas no me gustan. Me cagan de miedo y no entiendo como empiezo a bajar los escalones. Muy despacio. Con cuidado.

Me asomo al salón de estar y veo, de espaldas a tres hombres muy altos. Visten ropa andrajosa y sucia. Noto que empiezo a temblar, pero cuando veo las garras que tienen por manos, con esos dedos infinitamente largos, me quedo helada. A uno le consigo ver la cara. Me agacho sin dejar de mirar un poco más escondida tras la puerta. Ese hombre sonríe con una boca enorme y una doble hilera de dientes que parecen de tiburón. Los ojos amarillos con pupilas rojas hacen que me mee encima. El calorcito me baja de forma desagradable, manchando mis braguitas y todo el lado derecho de mi pierna hasta formar un pequeño surco en el suelo. No consigo moverme del sitio por mucho que se lo ordene a mis piernas. No puedo. No puedo moverme. Y entonces, lloro y tiemblo. No quiero que esos monstruos tan horribles me vean.

Me quedo en silencio hasta que una voz me pregunta:

-¿Y qué má viste? ¿Tienes algo más que contarme?

– Una cosa muy fea. Muy fea.

– ¿Puedes describirmelo?

– Veo el brazo de papá en el suelo y asoma tras el sillón con mucha sangre alrededor. No se mueve. Miro nuestro árbol de navidad. Hay regalos debajo y la cabeza de mamá está clavada en la copa, donde tenía que estar la estrella. Me despisto y digo en voz alta: «¿Mamá? ¿Papá?».

Me tapo la boca lo más deprisa posible, pero los tres monstruos me miran. Quiero correr, pero al intentarlo, resbalo con mi propio pipí y ya sólo hay oscuridad, silencio y miedo. Mucho miedo.

…………………………………………………………………..

– Estás temblando, Marta. Posiblemente te desmayaste. Cuando cuente hasta tres, depertarás y recordarás claramente todo lo que acabas de relatarme. Ahora tienes veinticinco años y eres madre de un hijo precioso. No dejarás que tus miedos te sigan enfermando más aún. Uno, dos,…tres.

Abrí los ojos algo confundida, pero enseguida distinguí que me encontraba recostada en el diván de la Dra. Morente. Ella estaba a mi lado y la miré. No sé qué estaba apuntando en esa libreta suya, pero no me gustó nada volver a recordar algo que creía haber enterrado en mi mente hacía veinte años. Me dieron escalofríos.

– ¿Cómo estoy, doctora?

– La verdad es que no avanzamos. En todas las sesiones, desde que te ingresaron, insistes en la existencia de unos seres monstruosos que mataron a tus padres aquella madrugada del seis de enero. Tu padre maltrataba a tu madre y tras asesinarla, se suicidó. Probablemente esas tres figuras las asocias a los magos de oriente y por eso odias ese día. No aceptas la verdad ni estando hipnotizada. Te lo has creído tanto que lo has creado como algo real dentro de tí.

Me eché a llorar como una niña pequeña. Como la que una vez fuí. No pretendía que me creyese, pero admito que tenía esperanzas. Intenté decirle algo inteligente, antes de que me volvieran a encerrar en una celda acolchada; como a los otros que estaban locos. Tan locos como yo, supuestamente. Algunos más. Sólo conseguí articular una tontería.

– ¿Mamá?….¿Papá?

………FIN

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