Matando moscas con el rabo

Archivo para julio, 2012

LOS NIÑOS PERDIDOS. Capítulo 4º


LA CUEVA TRAS LA CASCADA

Después de correr durante más de veinte minutos por aquellas colinas boscosas junto al río para atrapar a los niños, Jerry se detuvo en seco para tomar aire. Respiraba entrecortadamente, prácticamente al borde de la asfixia. Su sobrepeso lo mataba. Además, llevaban sin ver a los críos un largo rato y decidió comentarselo a su «superior»por si este no se había percatado del detalle.

– Rock…Jefe…hemos perdido la pista de esos mocosos.- Rock se volvió hacia el con una agresividad implacable. El reverso de su mano quedó estampado en el pómulo derecho de Jerry. Éste lo miró mientras se frotaba el lugar golpeado.

– ¡Ya lo sé, idiota! Pero no me pongas de los nervios- le amenazaba con el dedo índice- Tenemos que encontrarlos y eliminarlos. Si no lo hacemos, seremos nosotros quienes desaparezcamos. Así que ya puedes estar corriendo, gordo de mierda, pues si no lo haces, seré yo quien acabe contigo y no quiero oirte rechistar ni una sola vez más si en algo estimas tu mísera vida de seboso. ¿Te ha quedado claro?

Jerry asintió tres veces seguidas con la cabeza, con el miedo en sus ojos y el dolor por culpa del flato, prosiguió la marcha tras Rock sin decir una palabra más.

Más adelante, se encontraban los chicos, que habían parado a descansar para recuperar algo de aire y Joe no dejaba de dar vueltas a su mente para trazar un plan tras haber despistado a esos locos asesinos que les perseguían. No sabía de que tiempo disponían antes de que estos pudierna alcanzarlos, así que sabía que iban a contrarreloj. La muerte de Ed le afectó bastante, pero tenía que mantenerse frío de pensamiento para no intranquilizar al resto del grupo que intentaba proteger.

– Tenemos que encontrar algún lugar que nos sirva como refugio para escondernos de esos psicópatas.-propuso al fin.

– Es verdad. me parece bien escondernos para que no nos maten.- saltó Bobby.

– ¿Y a qué estamos esperando? Mañana es tarde.-dijo Kelly animando a los demás a que se levantasen y prosiguieran su camino.

– Tengo hambre…-comentó Sara un poco ruborizada. Kelly se sorprendió de si misma por haber olvidado algo tan básico como la alimentación y recordó algunas cosas que llevaba en la mochila, la cual desenganchó de sus hombros para hurgar en su interior.

– Bueno, tengo unas latas de conservas de atún, anchoas,sardinas en tomate y albóndigas. También me quedan las peras que me echó mi madre y aunque están un poco pochas, nos servirán igual para el caso.- Ninguno de los presentes se opuso al menú, pues habría que conformarse con lo existente que era mejor que nada, desde luego.

– Vamos a sentarnos allí.-dijo Joe, señalando hacia unas rocas cubiertas por la sombra de árboles.-Descansaremos y comeremos algo, pero debemos dejar provisiones y no podemos abusar de lo que nos queda.

– De eso puedes estar seguro.-contestó la pequeña Sara con su rostro lleno de churretes y un brillo destelló en sus ojos por saber que su hambre sería saciado, al menos en parte. Chris, Jim y Bob observaban ávidamente cada movimiento que Kelly ejercía.

Kelly sacó una lata de anchoas y las abrió con un abridor que tenía su navajita suiza. Repartió las lonchitas de pescado y todos las degustaron como si fuese lo último que comerían en esta tierra. Quedaron con hambre, pero no les quedaba más remedio que conformarse y dar las gracias. A los pocos minutos, cuando Jim aún masticaba su última anchoa, algo que vio le hizo abrir los ojos de tal manera que parecían sobresalir de sus cuencas. Con gestos, llamó la atención de Joe que inmediatamente alzó su vista en la dirección que Jim le indicaba. No podía ser, eran los asesinos acercandose con las armas preparadas. El gordito parecía estar exhausto, pero ya a lo lejos, el cerdo que había matado a Ed mostraba una satisfacción y una maldad en su rostro que a el le gustaría poder cambiarle, arrancándole la cabeza de cuajo por lo que había hecho y lo que se disponía a hacer. Pero un arma ante un puño, no supondría una rivalidad equitativa.

– ¡Ya están aquí, larguémonos!- gritó de forma acelerada.

– ¡Que cerca están!- se alarmó Cristian, levantandose rápidamente al igual que los demás.

Los psicópatas comenzaron a disparar nuevamente y ellos huyeron sin saber a donde ir. Sara se cayó al suelo  y se pringó del verde de la hierba. Unas heridas se le abrieron por las rodillas y ésta sollozó intentando levantarse. Mientras Kelly, Jim, Bob y Cris se adelantaban bajando una colina, Joe se volvió para ayudar a Sara. La cogió en brazos y corrió tras sus amigos. Todo ocurría muy deprisa, entre tiroteos, desesperación y miedo a la muerte.

– ¡Dispara!- gritó Rock.

– ¿A quién?- preguntó Jerry.

– ¡A los niños! ¡A los niños! ¡Joder, maldita sea! ¡Estoy disparando yo solo por los dos!- Perdió a los chicos de vista.-¡Dios, se nos han vuelto a escapar! Todo esto ha sido por tu culpa, imbécil. Tenemos que seguirlos.- dijo bastante cabreado con el tonto que le habían puesto de compañero.

– Sí, tenemos que seguirlos.-respondió Jerry. Rock lo cogió del cuello y casi lo estrangula ahí mismo.

– ¿Que te tengo dicho? Nunca haré lo que tu me digas que haga. Así que, ¡niégalo!

– Pero Rock, ¿eso que es?- consiguió preguntar Jerry.

– ¡Tu niega!-le espetó el otro matón.

-Pues yo…niego lo que he dicho antes.- contestó.

– Muy bien.- dijo Rock antes de soltarle el cuello.- Pues vamos allá y espero que apuntes disparando a matar la próxima vez que los encontremos.

Los chicos no aminoraban su paso. El río a su derecha y las interminables montañas boscosas a su izquierda. Miraban en todas las direcciones posibles, aterrorizados por si los asesinos les sorprendían llegando por otro sitio que no fuera tras ellos.Seguir el curso fluvial había sido la decisión de Joe para que no se perdieran aún más. De pronto, Bob profirió un grito que asustó al resto.

– ¡Joe! ¡Allí parece que hay una cueva!

– ¿Dónde?

– Detrás de esa cascada. ¿La ves tu también o tengo visiones?- Joe observó la cascada que estaban dejando atrás y la cara se le iluminó.

– Si la veo.- contestó.

– Pues, ¿a qué estamos esperando?- preguntó Kelly.- Eso es mejor que nada.

Joe se encontraba exhausto llevando a Sara en brazos. Le pidió a Jimmy que la llevase en su lugar por un rato y este la cogió al hombro como un saco de cemento. Se dirigían hacia la susodicha cascada cuando Cris se detuvo.

– No puedo más.-dijo.-No creo que esto me esté pasando. No estamos aquí, ¿verdad? Tampoco Kelly ha encontrado pareja con un hermano mudo y Bob está en casa con su hermana. Como yo, que estoy durmiendo y soñando toda esta locura. Porque es una locura,¿no? y yo no estoy loco, hablo en serio. En el 95% de los casos tratados  de psicópatas, todas las víctimas resultan muertas y más aún si hemos visto todos esos cadáveres. Han matado a Ed…me estaba llevando muy bien con el- Cris empezó a llorar.- Teníamos gustos similares, pero nuestra amistad ha sido bien corta. Así que esto no está ocurriendo. Dentro de unas horas, despertaré en mi cama con un desayuno horrible preparado en mi mesita. No me gusta comer tanto, aunque ahora no me importaría. A Edgar, en realidad, nunca lo he conocido porque ha sido un sueño. Quizás exista, pero no, no le conozco. Tampoco a Jim, ni a Joe…no están aquí, no les estoy viendo. Este es mi sueño, mi pesadilla y no quiero volver a entrar en el agua porque lo de la cascada de antes ha sido horrible…

– ¿No has dicho que todo era un sueño?- le preguntó Kelly que notaba sus delirios sin sentido.- ¿Como fue tan horrible para tí esa cascada entonces? ¡Casi te ahogas!- Joe se acercó para intervenir.

– Debemos mantenernos unidos. A nosotros también nos gustaría no haber estado aquí, pero nos están siguiendo unos locos que quieren matarnos. ¿Entiendes eso? Tienes que reaccionar ya y no quedarte atrás si no quieres morir.- Jim se acercó y Sara intentó animar a Cris.

– Además, Cristian, tu mismo has dicho que sólo en el 95 % de los casos las víctimas resultan muertas. ¿Y si pertenecemos al 5% que sobrevive? No podemos perder la esperanza y para eso tenemos que luchar hasta el final. Deja ya de ser tan petardo y mueve tu culo. Nos matarán a todos porque no pensamos dejarte aquí solo.

– Tenéis razón. – contestó Cris al fin.- Lo siento, me he perturbado demasiado. Creo que me he descontrolado un poco…me he dejado llevar por el pánico. Sólo…quiero volver a casa.

– Nosotros también.- dijo Kelly.- ¿Verdad, chicos?

Todos hicieron un gesto de afirmación y caminaron después hacia aquella cueva que se ocultaba tras la cascada. Cris pensó que tenía suerte de poder contar con amigos así. Bob se burló un poquito de el, pero no le importó en absoluto en aquel momento. El río era salvaje, pero al llegar, no dudaron en meterse en el por los laterales, agarrándose a las rocas que podían y sin alejarse mucho los unos de los otros. Por fin, tras el remojón de la cascada, pudieron entrar en la cueva. El interior estaba lleno de agua y se subieron a una roca enorme que había en el lado derecho. Era como un lago dentro de la cueva. Kelly abrazó a Joe intentando no derramar lágrimas. Los demás se quedaron sentados, tiritando y observando la caída de la cascada desde dentro. Era como un velo que les separaba del exterior.

– Aquí estaremos a salvo.- dijo Joe.- Al menos por un rato.

– O unos días.- dijo Sara.

Se sentían satisfechos de haber logrado entrar. Aquel lugar les daba protección, así que se calmaron un poco sin olvidar a los locos y aprovecharon para conversar y olvidar el frío que estaban pasando.

– Kelly, ¿Llevas contigo aquel libro de «La puerta maldita» que nos empezaste a leer?- preguntó Cris.

– No, pero me lo leí y conozco el final.- contestó. ¿Queréis saberlo?

– Siiii. -gritaron Cris, Sara y Bob emocionados.

Jim y Joe se miraron mútuamente. Jim se encogió de hombros extendiendo las palmas de sus manos hacia arriba.

– No tengo ni idea de que están hablando, hermano.- le contestó Joe.

– Os lo voy a contar.- decía Kelly.- Mirad, me quedé por donde Hans y Jessica estaban en peligro ante el demonio. Pues la historia termina cuando Hans ofrece su alma a Dios, aparece un ángel que destruye al demonio y cierra la puerta para siempre o hasta que algún listillo vuelva a caer en la trampa.

– ¿Que pasó con Jessica?- Preguntó Sara.

– La enviaron a un manicomio por decir lo que había visto y sentido de cerca.

– ¿Crees que a nosotros nos creerán nuestra historia?- preguntó Bobby.

– Claro que sí.- contestó Cris.- Esto no es lo mismo, no hay nada sobrenatural.

– Excepto tú.- dijo Bob partiendose de la risa.

Todos comenzaron a reír a carcajadas e incluso a Cristian le fue contagiada.