Matando moscas con el rabo

«CHECK-IN DEMON» (III)

Al llegar a la primera planta, Edu miró hacia arriba y se dio cuenta de que los gritos de la niña provenían de la tercera. Heike lo alcanzó jadeante por haber subido los escalones tan deprisa, además de no estar ya acostumbrada a esos trotes (y que su esposo acababa de morir salvajemente) Edu se volteó hacia ella y la agarró por los hombros. Heike se asustó, pero supo ahogar el grito.

– Escúcheme, por favor. Recorra este pasillo de suites a mi derecha y cuando llegue al hall donde está el ascensor, baje las escaleras hasta recepción. Espéreme allí.

– ¡Ni hablar! – exclamó Heike mientras se zafaba de las manos de Edu- No pienso quedarme sola con demonios sueltos por todo el hotel. ¿A dónde vas a ir tú? ¿Vas a subir a por esa niña? No sabes siquiera por qué está gritando.

– Oiga, tengo que ayudar a esa niña. Le pido que haga caso de las instrucciones que le he dado. El vigilante del hotel está en alguna parte del edificio y si busca un posible punto de reunión, seguro que acudiría primero a recepción. Si la encuentra allí, usted le podría avisar de donde estoy. Quiero intentar salvar a los clientes alojados. Siento que debo hacerlo. Además, ¿cómo sabe que hay más demonios en el hotel?

– Bueno…- la anciana arrugó aún más su frente- Siento que están por todas partes y que quede claro que no sigo las instrucciones de nadie para tomar decisiones con respecto a mi vida…Ya te he dicho que no pienso quedarme sola.

– Señora…-la interrumpió Edu mirándola fijamente a través de sus lentes- Haga lo que le plazca.

Edu comenzó a subir los escalones de dos en dos y la Sra. Kämpfer le siguió, agarrada de la barandilla y a su ritmo.

))ROOM SERVICE((

Para Emiliano la noche estaba transcurriendo de una forma distinta. Cuando dejó a Edu solo en recepción, entró al restaurante abriendo la puerta con las llaves. Aunque en el mismo manojo había unas veinte llaves unidas con más arandelas, sabía de memoria que cerradura abría cada una de ellas. Claro que llevaba en la empresa desde la apertura ocho años atrás.

Comenzó su rutina diaria comprobando el cierre de las ventanas correctamente. Las luces estaban apagadas, pero las farolas de la zona de la piscina exterior aportaban suficiente iluminación para realizar dicha tarea. Fue de ventana en ventana esquivando las sillas y mesas del salón con sumo cuidado porque ya estaban preparadas para el servicio de desayunos con sus cubiertos, manteles burdeos y servilletas blancas.

Al fondo a la derecha encontró una ventana abierta, así que la cerró y se lo apuntó mentalmente para luego escribirlo en su hoja de incidencias de la ronda nocturna. Atravesó el buffet por el pasillo central, se cercioró de que la máquina de batidos en el buffet infantil estuviese encendida y se dirigió hacia la cocina empujando las puertas abatibles. Sonrió al escuchar a Nuria, la cocinera de origen peruano, tarareando la canción que sonaba en la radio. Se asomó un poco más y la vio con su uniforme de casaca blanca y pantalones a cuadritos blancos y negros, preparando un montón de hamburguesas a la plancha.

– Buenas noches Nuria.

– Ho…holaaa Emiliano! ¿Qué tal estás?- Nuria sonrió nerviosa porque pretendía ocultar el hecho de que se había asustado con la entrada del vigilante sigiloso en la cocina.- ¿Recién comenzando la noche?

– Pues sí, todo bien gracias a Dios. Acabo de terminar de echar un vistazo por el comedor y pasé a verte antes de bajar. ¿Necesitas algo? Te veo muy atareada esta noche.

– Ay, qué lindo. Muchas gracias, pero solo tengo que subir este super-menú de hamburguesas, patatas fritas y flanes de vainilla a la habitación 2308. Ahora mismito preparo el carrito.

– Bueno, si quieres voy yo a llevárselo. ¿Tantas hamburguesas para una sola habitación? Menudo banquete se van a dar.

– El señor cliente me comentó que estaba sólo.

– Pues entonces se va a dar un buen homenaje.- Ambos estallaron en carcajadas

))1304((

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