Matando moscas con el rabo

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«CHECK-IN DEMON» (II)


))ENJOY YOUR STAY((

Edu estaba colocando los tickets de las consumiciones del día en sus respectivos casilleros (el mueble estaba a espaldas del mostrador) mientras realizaba el cierre de departamentos en el programa. Parecía tener puesto el modo automático y al escuchar abrirse la puerta principal, se dio la vuelta. Se trataba de Emiliano, el vigilante de seguridad, que como cada noche llegaba unos diez minutos antes a su puesto de trabajo. Era un hombre robusto, alto, fuerte y siempre llevaba su gorra azul marina con la bandera española en un lateral de la visera. Se acercó al mostrador de recepción y ambos se dieron un apretón de manos a modo de saludo.

– Buenas noches, Emiliano.- dijo Edu.

– Buenas noches, hombre. ¿Cómo estamos?

– Ya sabes. No me puedo quejar. Al menos estoy trabajando todavía. En dos días se acaba el chollo porque cierran el hotel por temporada hasta el año que viene y aún no se sabe cuando exactamente.

– Pues ya sabes. Ahora toca echar currículums por todos lados como un loco a ver si tienes suerte. ¿Cuántas habitaciones quedan ocupadas esta noche? Dame las llaves, que voy a hacer la primera ronda.

Edu abrió un cajón y le puso las llaves encima del mostrador.

– Hay siete habitaciones ocupadas en la tercera planta. La primera y la segunda planta ya están desmontadas completamente. A ver si cuando vuelvas de tu ronda te acuerdas de mi y me traes un cafelillo de esos buenos que tu sabes. Así te preparo la contraportada del «As»- y sonrió. En la última página de ese periódico deportivo, aparece siempre una chica sexy.

Emiliano asintió, se rió y cogió las llaves para dirigirse al restaurante para empezar a comprobar si las ventanas y puertas estaban bien cerradas por parte del personal. Edu lo vio desaparecer tras la esquina del ascensor y se dispuso a ordenar los listados que se habían impreso durante el cierre de departamentos. Sonrió para sí, recordando cuantas noches de charlas y risas habían pasado juntos en el último año.

– VEEEEN, VEEEEEN…

Esos susurros sobresaltaron a Edu y se puso a mirar en todas direcciones tan rápido que sus gafas estuvieron a punto de caerse. Se las volvió a colocar.

– ¿Hola? Buenas noches…¿Emiliano, eres tú?

– VEEEEN….

Edu giró sobre sí mismo porque  sintió que el sonido había provenido de atrás… o de arriba. No estaba seguro, pero aquello no le gustó en absoluto. Alguien lo estaba llamando y el sabía perfectamente a dónde quería que fuese. Tendría que bajar al Spa. Hacía mucho tiempo que no le ocurría nada parecido, pero la llamada era tan intensa que sentía la obligación de acudir. Cerró el cajón del dinero bajo llave y la escondió. Cogió una de las linternas, las llaves maestras, que guardó en su bolsillo, y en su móvil marcó el número de Emiliano para avisarle de que iba a abandonar la recepción un momento.

– Sin cobertura…vaya.

En la parte trasera de un folio usado, escribió una nota para el vigilante, lo dejó encima del mostrador, bloqueó las puertas principales y se dirigió hacia el pasillo que le llevaría hasta el Spa Azahar, que se encontraba en el sótano de las instalaciones del hotel. Al llegar al final, abrió la puerta para entrar a otro hall no tan espacioso como el de la entrada al establecimiento con esas grandes lámparas de hierro forjado y apariencia antigua, pero su estilo andaluz con suelos de mármol y losas de cerámica decoradas con cenefas arabescas invitaban a sentarse en los sillones de tres y dos plazas, con una mesa de mimbre y cristal en el centro. Leer una buena novela allí sería una buena idea, pero en aquel momento a Edu le urgía otro asunto.

check in demon gif

Miró a su derecha, avanzando y miró hacia las escaleras que bajaban hasta el Spa. Se asomó al pasillo del fondo, donde estaban las suites de la planta baja.  Se extrañó de que el detector de movimiento no activara todas las luces del pasillo…sólo lo hicieron las del fondo que iluminaban la enorme cristalera, desde la cual se podía ver la piscina tematizada y los jacuzzis del Spa. Decidió no seguir avanzando y encendiendo la linterna, comenzó a bajar los escalones.  Normalmente cuando había acudido allí en otras ocasiones, le invadían olores aromáticos de distintas flores, pero en aquella ocasión el tufo a excrementos le hicieron encorvarse por las arcadas. Se relajó y pensó que sería un problema de las tuberías. Iluminó el pequeño mostrador del centro y sacó las llaves de su bolsillo.

– VEEEEN, VEEEEN….ENTRA, NO TENGAS MIEDO…

Esta vez la voz la había escuchado más nítida y cerca. Distinguió que era femenina…y que era más de una a la vez. A pesar de que sus vellos se erizaran, sintió la necesidad de desprenderse de la duda de quién podía estar dentro del Spa Azahar cuando sus puertas son cerradas a las 21:30hrs. Encontró la llave exacta e iluminando la cerradura, la introdujo y giró, cediendo esta fácilmente. A la entrada, la oscuridad era casi absoluta, salvo la zona de la piscina que estaba al fondo bañada bajo la luz de la luna. Los reflejos del agua salpicaban el techo y las paredes. Las sombras bailaban por donde apuntaba con su linterna. Se quitó los zapatos y los dejó a un lado al recordar las normas de higiene.

Unas risas femeninas y un chapoteo le llamaron la atención. Edu sacó su móvil e intentó marcar nuevamente el número de Emiliano. Algo extraño estaba pasando y tenía que informarle…pero el aparato no estaba por la labor de trabajar. Las voces comenzaron a entonar una canción que le resultó familiar. Eran tan bellas esas voces que siguió avanzando, dejando atrás la sala de relax, la gruta del hielo, las salas para masajes y saunas de diversa índole (finlandesa, eucalypto, etc..)

Entonces las vió. Dos chicas jóvenes retozando desnudas en uno de los jacuzzis, mientras cantaban. Detuvieron su cante y mirando a Edu directamente, una de ellas jugó con un pezón de la otra, recorriendo con su lengua toda la aureola hasta lamer su cuello, su boca y su oído izquierdo. El chico se quedó pasmado y no pudo evitar sufrir una erección.

– ACÉRCATE…VEN A JUGAR CON NOSOTRAS…TE VA A GUSTAR.- Sus manos desaparecieron bajo el agua que por la reacción de placer de la otra, supo que estaba acariciando su sexo con movimientos circulares.

Dejándose llevar y aunque le pareció una situación muy extraña, se acercó a paso lento, casi arrastrando los pies y la chica que disfrutaba de un orgasmo pleno no le quitaba esos ojos verdes y profundos de encima. Le faltaban pocos pasos para llegar al filo del jacuzzi…

– ¡Nein!

Ese grito de mujer tras de sí, le sacó de su ensimismamiento. Edu miró y apuntó con su linterna en su dirección mientras retrocedía unos pasos. Distinguió a dos personas mayores que se acercaban cada vez más, gritando «No» en alemán. Volvió la vista al jacuzzi y las miradas felinas de ambas chicas desaparecieron para mostrar el mayor odio en ellas. Más bien como la que mantiene un cazador con su presa. Una de esas despampanantes chicas sacó sus tentáculos del jacuzzi y atrapó a Edu por un pie. Al primer segundo no supo como reaccionar al estamparse contra el suelo y perder sus gafas, pero empezó a golpear el tentáculo de la horrible bestia en la que se había convertido la hermosa chica con su linterna.

– ERES NUESTRO!!- gritaban esas cosas a la vez. La otra empezó a salir también del jacuzzi, arrastrándose con su cola de escorpión y su pinza gigante de cangrejo que tenía por brazo izquierdo. Edu mordió ese tentáculo que le supo a rayos y agua podrida. La bestia gritó, pero lo agarró con más fuerza de la pierna y tiró de el para arrastrarlo al jacuzzi, ahora envuelto en llamas. El no cesó en su intento de desprenderse del tentáculo a golpe de linterna. Su vida dependía de ello.

– ¡Socorro!- gritaba justo en el momento que un anciano golpeó el hocico de la bestia que lo tenía atrapado con un extintor y lo soltó. Edu se escabulló reptando un buen tramo para toparse con los zapatos de  una mujer. Levantó la vista y la reconoció. Era la señora Heike Kämpfer, huésped repetitiva de otros años y que se alojaba con su marido Thomas en la suite 1306. Su rostro lleno de arrugas se acercó al chico para ofrecerle una mano para ayudarlo a levantarse y otra para devolverle sus gafas, que milagrosamente no se habían roto, pues solo se le había torcido una de las patillas.

– Jetzt müssen wir rennen.- le dijo que ahora tenían que correr y el no dudó en ponerse en pie con una ligera cojera. Ambos avanzaron hacia la salida del Spa, huyendo de unos gritos espantosos. Ambos se voltearon una última vez…

– Thomas!! Mein Schatz!!- gritó Heike a su marido con una angustia inusual. Cuando Edu lo vio, la entendió y es que la bestia con la pinza de cangrejo seccionó al hombre en dos a la altura del torso, no sin antes haberle clavado su enorme aguijón en la nuca. El hombre podía ser mayor, tener una constitución fuerte, pero ante eso evidentemente no pudo hacer nada. Edu tuvo que retener a Heike de que acudiese en su ayuda ( más que nada porque sufriría un final parecido) Pudo sacarla de allí y cerrar la puerta bajo llave mientras la bestia de los tentáculos se acercaba a rastras, gritando y riendo. La puerta fue golpeada duramente y la abolló de forma amorfa. Heike y Edu echaron unos pasos atrás y aunque ella parecía estar a punto de sufrir un desmayo por ver como habían destrozado a su Tesoro, subió los escalones junto al recepcionista. Dejaron de escuchar esos malditos golpes en la puerta y en el hall, Heike se derrumbó en un sofá para llorar. Edu no pudo evitar sentirse en parte culpable por la atroz muerte que acababan de presenciar. Lo habían salvado, pero…

– Wie wussten Sie wo ich war?- La mujer levantó su mirada entre lágrimas y le contestó en español sin perder su acento nativo.

– Porque yo también los escuché como llamaban. No supe a quién, pero debí imaginar que se trataba de ti. Tienes algo especial y lo sabes aunque prefieras olvidarlo.- Ante la cara de sorpresa de Edu, ella siguió hablando- Tranquilo, sé que has visto cosas extrañas antes, aunque no se qué exactamente, pero lo noto en tu mirada. Tu aura desprende esa energía que conecta con el más allá. Desgraciadamente creo que esto es peor que cualquier encuentro anterior que hayas podido tener. Y yo también. Esto es cosa de demonios y están aquí. Debemos irnos cuanto antes, ya tendrás tiempo para contarme que te ocurrió aquella vez que te traumatizó tanto y prefieres hacer como que nunca ocurrió.

– No sé de que habla- mintió- pero estoy de acuerdo con usted de que debemos desalojar el hotel y largarnos cuanto antes.- Se acercó a la puerta por donde había venido antes y esta no se abría. Se asustó, pero aquello no le extrañó en absoluto. Miró el ascensor y luego las escaleras que subían a la primera planta de suites.- Venga conmigo. La puerta está cerrada y tenemos que subir, dar la vuelta y bajar hasta la recepción. Tengo que encontrar al vigilante y es mejor por las escaleras. No me fío del ascensor en este momento.

– ¿Y no tienes las llaves maestras para abrir todas las puertas?

– Sí, señora, pero esta puerta no tiene cerradura y no consigo moverla. Así que vamos cuanto antes, por favor.

– De acuerdo.- dijo Heike levantándose del sillón.

– Por cierto, gracias por venir a salvarme.

– No hay de qué. Siento haber provocado la muerte de mi marido porque fui yo quien le despertó para acudir. El no quería, pero insistí,…me arrepiento de haberle amenazado para que me acompañara, pero no supe tampoco lo que me iba a encontrar y me daba miedo ir sola. ¿Crees que fui egoísta con el?

Edu no supo qué contestar. Si no hubiese ido el matrimonio Kämpfer en su busca, el habría muerto y Thomas no.

– Debe dejar de lamentarse ahora y concentrarse conmigo en la huída.- Heike asintió de mala gana, se agarró a el y subían los escalones cuando de repente escucharon los gritos de una niña y un gran estruendo, que provenían de la primera planta. A donde ellos iban…

–CONTINUARÁ–


«CHECK-IN DEMON»


))WELCOME((

EL Toyo, Almería.

A las doce menos cuarto de la noche, Edu entró a paso ligero por las puertas del hotel para incorporarse a su puesto de recepcionista. El Hotel Almedina Plaza quedaba tan solo a diez minutos de su apartamento alquilado. Su afán de apurar el tiempo al máximo, casi le hace llegar tarde y no tuvo tiempo de ponerse la camisa negra de cuello Mao, así que la llevaba en la mano colgada de una percha. Tras el mostrador estaba su compañera Raquel que estaba sentada mientras terminaba de contar un fajo de billetes para cuadrar la caja del día.

– Buenas noches, Raquelilla.- Ésta levantó la vista y le regaló una sonrisa.

– Buenas noches Edu, ¿qué tal estás?

– Bien, no me puedo quejar. Vengo listo para el combate.

– Genial, porque estoy deseando largarme a mi casa.

– Vale, pues voy a pasar para adentro, me cambio y te vas a ver a tu niño.

– ¡Ay, si! Encima lo tengo malito. Anoche pasó una fiebre horrible, pero ya he estado hablando con César por WhatsApp y esta tarde ha estado mejor. El Dalsin hace milagros.- Edu se rio y entró a los despachos que había tras el mostrador. Un camarero salió de la cafetería, que estaba a la izquierda de recepción y se acercó arrastrando un cubo.

– Dame la llave de abajo para tirar la basura, anda, que ya va siendo hora de tirar para casa.- dijo. Raquel abrió un cajón y le dio lo que pedía.

– Venga Gabriel, que ya nos queda poquito.

Raquel se levantó de la silla, manipuló el teclado del ordenador e imprimió unos listados. Cuando los guardó en su sitio, Edu salió uniformado. Camisa, pantalones y zapatos negros. Parecían unas cucarachas, pero era mejor uniforme de trabajo que el que utilizaban en otros hoteles (camisa amarilla, pantalones azules y corbata blanca, por ejemplo)

– Ya estoy listo. ¿Qué tal te ha ido la tarde? ¿Tienes algo que contarme antes de marcharte? ¿Alguna novedad?- cogió el libro de actas, donde apuntaban las incidencias del día y lo abrió para echarle un vistazo.

– Pues no ha pasado nada raro. La última entrada la he tenido hará media hora. Eso sí, el cliente venía muy cansado y me decía que tenía prisa por subir a la habitación. Es extranjero. Decía que llegaba de un viaje largo y llevaba una maleta grandísima.

– ¿Qué habitación tiene?

– Hmmm…la 2301.

Edu consultó los datos en el servidor del hotel.

– Señor Edgar Williamson (y mentalmente leyó: nacido en julio de 1958, Manchester) ¿Te ha dado algún problema? Es una buena habitación con vistas a la piscina.

– No, sólo se ha mostrado un poco antipático e impaciente. Ya sabes todos los datos que tenemos que pedirles a los clientes a la llegada para realizar el check-in. No he tardado ni cinco minutos en darle la habitación.

– Ok, ¿sabes quién hay de guardia en cocina esta noche?- Se quitó las gafas y las limpiaba con un pañuelo.

– Está Nuria otra vez hoy. Jesús sigue de baja por el resbalón que se dio el otro día.- Raquel entró al despacho y salió con su bolso.- Bueno, Edu, me marcho que luego a las ocho vuelvo a cambiarte el turno.

– ¿Entras de mañana? ¡Qué putada! Pues corre a casa, pero con cuidado y descansa lo que puedas.

Raquel le dio dos besos en las mejillas para despedirse y salió por la puerta principal para coger su coche.

– ¡Hasta luego!

Ahí empezó el turno de noche más largo en la vida de Eduardo.

***

Tras limpiar la cafetería, recoger, colocar las sillas y mesas en su correspondiente lugar, los camareros le despidieron entregando la recaudación del día junto a las llaves de su departamento. Una de las camareras se quedó rezagada del resto.

– Buenas noches.-le dijo Eugenia- ¿Has visto a Gabriel?

– No, le pidió las llaves a Raquel para bajar a tirar la basura, pero no lo he vuelto a ver. Espera…- Edu abrió uno de los cajones, miró y movió la cabeza de un lado a otro.- Creo que se ha marchado con las llaves del cuarto de basuras. Se le habrá olvidado devolverlas con las prisas.

– Lo más seguro, pero no te preocupes que el entra mañana a las diez. Por si no se ha dado cuenta, le mandaré un mensaje para que las traiga.

– Ok. Ciao!- y le lanzó un beso al aire.

– Adiós guapetón, que te sea leve esta noche.

– Gracias!

2301

))2301((

Edgar había tenido un día bastante ajetreado. Tanto viaje de negocios le estaban pasando factura y sufría un constante dolor agudo en la espalda. Su sobrepeso también podía tener algo que ver con su estado de salud, pero había otro motivo que le tenía de los nervios. Mirándose al espejo del baño de la habitación de hotel en la que se acababa de alojar, abrió el grifo del lavabo y extendió sus rechonchas manos bajo el chorro de agua. Se empapó bien la cara y la nuca. Más tarde se ducharía, porque su mente no dejaba de pensar en la maleta que había traido consigo. Al entrar, la había puesto encima de la cama. Asomándose desde el baño la vio tal y como el la había dejado. ¿De verdad había merecido la pena su viaje para traer eso? Su curiosidad era máxima y aumentaba por segundos. Su jefe; el señor Richter, le había dado claras instrucciones de portar esa caja desde África hasta sus manos, sin que se le ocurriera abrirla. Reconocía que el Sr. Richter era un coleccionista extravagante, pero con él nunca jugaba al ocultismo (en ninguno de los treinta años que llevaba en el negocio) y esa prohibición le carcomía las entrañas.

Necesitaba conocer el contenido de la caja.

A paso lento se fue acercando a la cama y se colocó frente a la misma. Sacó unas pequeñas llaves de su bolsillo derecho, cogió el candado de la maleta y las introdujo haciéndolas girar. Deslizó lentamente la cremallera y abrió para ver su ropa perfectamente planchada. Tanteó por encima, levantando alguna camisa que otra y…

CRASSSS!!

Un susto de muerte se llevó. La puerta de la terraza se había abierto de golpe y porrazo haciendo que las cortinas volaran. Algunos folletos informativos que había encima del escritorio también cayeron al suelo. Casi le daba un infarto. Con cara de tonto y suspirando, se acercó para cerrar la puerta, no sin antes asomarse para ver la piscina y mirar a su alrededor. No corría ni una pizca de aire. Regresó adentro y cerró bien. De nuevo frente a la maleta, la observó. Su obsesión le hizo sacar toda la ropa y tirarla de cualquier forma encima de la cama. Ahí estaba la caja. Envuelta en un trapo sucio, y a su vez, liada con unas cuerdas desgastadas. La cogió, se sentó en el borde de la cama y la apoyó sobre su regazo. Le costó un poco de trabajo desenvolverla y ese polvo rojo que la cubría, saltaba por el aire. Comenzó a toser y el televisor se encendió con el volumen al máximo. Edgar dio un respingo que casi le hace soltar la caja.

Después de mirar con odio a la presentadora del concurso telefónico que emitían en la tele, buscó en derredor el mando del aparato. Estaba encima de la mesita de noche, pero pensó que si la tele se había encendido sola, era porque el mando de otra habitación habría provocado alguna interferencia. Algún huésped noctámbulo estaría intentando encender la caja tonta y había activado la de otra habitación sin saberlo. La mejor elección era desenchufar ese maldito cacharro. Se levantó y quitó el cable de la pared. La chirriante voz de la presentadora cesó de inmediato y el sonrió satisfecho.

Posó la caja de treinta centímetros encima del escritorio. Era preciosa. Una caja de piedra que por su aspecto, tendría unos miles de años. Los grabados en ella, apenas se podían distinguir. La erosión del tiempo había hecho mella en ella. Lo cierto es que a Edgar aquello no le importaba. Le traía al pairo la caja. El ansiaba ver lo que guardaba dentro. Solo quedaba otro problema. ¿Cómo abrir una caja sin tapa y que parece herméticamente cerrada? En uno de los laterales distinguió una inscripción apenas perceptible.

– Mannrases…What the hell means that? How can I open this fucking box? Damn, Richter!- dijo para sí mismo.

Después de cinco interminables minutos, intentando descifrar el sistema de apertura, observó que tenía un pequeño agujero. En el escritorio estaban los amenities que proporcionaba el hotel a sus huéspedes. Buscó el kit de costura, rompió el cartón y sacó la aguja. Si aquello funcionaba, su deseo de ver lo que ocultaba la caja, se haría pronto realidad. Introdujo la aguja y la caja se iluminó dejando ver los hermosos grabados que en esta había tallados, para finalmente abrirse.

Algo cambió en el ambiente de la habitación, un extraño olor se apoderó del sitio y Edgar sintió escalofríos. Pero su curiosidad era aún mayor. Dentro de la misteriosa caja había una pequeña escultura con formas femeninas. Sin pensarlo, sus manos no tardaron en cernirse  sobre la figura y la levantaron para observarla más en detalle. Quemaba. La jodida figura quemaba y la soltó.

Mientras Edgar movía la mano, la soplaba y se horrorizaba de las llagas que le salieron en la palma, la figura se estampó contra el suelo. Se partió la cabeza, pero lo más raro es que comenzó a expulsar por el cuello hueco de la figura, un humo marrón rojizo que se extendió rápidamente por toda la estancia. El suelo empezó a moverse violentamente. El pánico le hizo correr hacia la puerta, pero no consiguió abrirla. Parecía estar encerrado con un terremoto en la habitación.

– Heeeelp! Heeelp!- gritaba mientras aporreaba la puerta con la esperanza de que alguien escuchase sus gritos de socorro.

El humo comenzó a tomar una forma semihumana detrás de Edgar. Un estremecimiento le hizo darse la vuelta y fue cuando vio aquel ser de más de dos metros encorvado para no chocar con el techo. Le miraba fijamente. Al menos eso sentía, porque esa cosa llevaba una máscara de porcelana y las cuencas de los ojos parecían estar vacías. Edgar quedó paralizado de terror y boquiabierto. Le fallaron las piernas…y el esfínter. Su pedo hizo hasta eco y la bestia estalló en carcajadas. Aquello no podía ser de nuestro mundo. ¿Qué es lo que había liberado de la caja?

– What…are… you?- balbuceó.

Unos minutos más tarde, la bestia dejó de reírse. Se acercó a Edgar, le atravesó el pecho con las garras que tenía por manos y le abrió la caja torácica como si se tratara de un regalo de navidad. Esto lo hizo sin dejar de sonreír con sus labios de porcelana y los órganos se escaparon del interior de Edgar para chapotear en el charco de sangre que crecía a su alrededor. Aquel ser le dedicó unas últimas palabras.

– Mi nombre es Mannrases y soy un demonio que fue encerrado durante siglos en esa apestosa escultura. Ahora que me has liberado, tendré que recuperar parte del tiempo perdido antes de que Lucifer reclame mi presencia en su reino. Puedes sentirte afortunado de ser mi primera víctima porque tu sufrimiento acaba aquí.

– What are you talking about? I don´t under…

Mannrases se quitó la máscara, abrió sus fauces y le arrancó la cabeza de un bocado.

*******

CONTINUARÁ…